IX

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Le asustaban las amplias e interminables calles de Manhattan. Caminaba siempre pegadito a las paredes y se alejaba cuando veía pequeños callejones con poca iluminación.

Era la primera vez que salía de casa sin la compañía de sus padres y en especial de noche. Una pequeña brizna le hizo abrazarse a sí mismo.

El temor aumentó cuando se vio envuelto en una pequeña multitud que lo hizo arrastrarse hasta una calle iluminada y concurrida. Veía a todos lados, las voces y los demás sonidos le provocaron pánico. Sus manitas temblaban.

Estaba cansado por tanto caminar, tenía sed, tenía sueño y un puchero se hizo presente, quería llorar...

Se encontró frente a Bryant Park donde solía caminar junto a sus papás mientras comían helado de vainilla con pasas y chocolate. Ni bien había puesto un piecito en el asfalto cuando un taxi a toda velocidad pasó rozando su cuerpecito, Peter soltó un grito.

—Debes pasar cuando la luz sea verde —un hombre con una barba mal cuidada y que olía raro le habló con una sonrisa y le señalaba el semáforo—, ¿a dónde vas?
—¿Eres un vagabundo?
—Algo así —Peter se echó a llorar, la luz cambió a verde y ambos cruzaron rumbo al parque— ¿Qué pasa? Te perdiste, ¿verdad?
—Mi papi... ellos... yo... no...

Ya que Peter no quiso ni decirle su nombre a aquel vagabundo, se quedó esa noche durmiendo en la banca junto al hombre quien lo consoló y le dio una pequeña frazada de gatitos.
A la mañana siguiente se la pasaron conversando y jugando a las escondidillas pero alrededor de mediodía el hombre con las limosnas que había recibido tocando una maltratada guitarra pudo comprar dos hotdogs y dos vasos de refresco en un 7-Eleven.

—Sí que tienes hambre —Peter le sonrió con la boquita manchada de mostaza y catpsup—, ¿y tus papás en dónde están?
—Peleando.

Caminaron por varias calles en todo Midtown hasta llegar a las afueras del museo Madame Tussauds, a Peter se le hizo conocido aquel recorrido. Siempre pasaban por ahí cuando papá Tony le dejaba en casa de su madrina o cuando acompañaba a papá Steve a comprar la cena de los viernes.

—¿Tú conoces todas las calles?
—Sí algunas, ¿quieres que te lleve a algún lugar especial?
—Con mi madrina...
—¿Conoces la dirección?
—Nope.
—Hay una cosa que te servirá desde ahora, debes aprenderte las direcciones y los números de tus papás y tus tíos —Aquel hombre era muy amable, Peter comenzaba a tenerle confianza—, así cuando quieras volver a escapar de casa sepas como ir y volver, ¿de acuerdo?
—¡Sí! —Peter se abrazó a su pierna— Oye, ¿cómo te llamas?
—Wade.

No sabía bien como llegar a casa de su madrina Pepper así que descansaron en el suelo, pero Wade le enseñó una manera sencilla de cómo reconocer algunas calles ayudándose de un viejo mapa. Un BMW se detuvo por el tráfico y Peter alzó el rostro en ese preciso momento.

—¡Es ella! —Peter movía a Wade para que se despertara pues se había tirado al suelo buscando alejar el hambre durmiendo— ¡Wade, es ella!
—Aguarda aquí, no te muevas.

Peter asintió y se quedó sentadito mientras sostenía las pocas cosas de Wade.
Wade cruzó con cuidado, aún bostezando y con el estómago rugiendo por un pedazo de pan duro aunque sea, se plantó frente a la ventana del coche y habló con seriedad.

—¿Usted es Virginia? —Pepper volteó y se quedó observando al hombre de gabardina raída— Necesito que venga conmigo.
—No sé quién sea y tengo prisa —Le dijo con un intento de sonrisa, no la estaba pasando nada bien—. No puede detener un coche en una calle como esta.
—Es muy importante, es sobre su niño.

Pepper palideció por un momento antes de girar la cara. Wade esperó pero ella nunca hizo el intento de bajar, chasqueando la lengua se dio la vuelta y regresó a la acera. Virginia aún dudaba hasta que lo vio, vio aquella carita tan parecida a Steve y aquellos ojos idénticos a los de Tony pero el coche comenzó a andar rápidamente, se hacía tarde...

—¿Ella no quiso venir? —Le preguntó a Wade y sostuvo su carita entre las rodillas, éste sonrió con compasión y se encogió de hombros— Entonces ella tampoco me quiere.
—Vamos, te compraré una chimichanga.
—¿Una qué?
—¡Te van a encantar! —Peter se rió ante la emoción en el rostro de su nuevo amigo— ¡Son lo mejor de éste pu... de éste mundo!

Se alejaron caminando de la mano entre risitas y saltos. Peter pensó que tal vez, sería mejor quedarse con Wade, era amable, le escuchaba y jugaba con él, tal vez sería mejor no estar con unos padres que ya no lo querían. Tal vez si ya no regresaba sus padres podrían volver a estar juntos y felices.

Momentos después, Virginia Potts regresó corriendo con el par de tacones en mano y jadeando, pero Peter ya no estaba.

Sólo un mes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora