Soldado Imperial. Capitulo 20.

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Capitulo 20:


Acompañado en mi aventura nocturna por una cómplice noche oscura, que me ayuda a ocultarme en su oscuridad estando vestido de negro de pies a cabeza como un sicario que usa la noche para atacar sin ser visto, camino por los pasillos del palacio personal de la reina Jeongsun, cuidando de esquivar a los soldados imperiales que patrullan día y noche, las 24 horas del día.

Luzco como un asesino profesional, pero no traigo encima ningún arma porque no tengo la intención de cobrarme la vida de ninguno de mis soldados.

La mujer doble espía de origen chino que me esta ayudando a llevar a cabo este plan, es mi cómplice, la cual implante en el palacio de la reina. Se pone tensa al verme caminar con decisión en su dirección.

Como habíamos quedado la semana anterior, me esperaría a las afueras de las puertas dobles de los aposentos de Akame.

Al estar finalmente frente a frente no intercambiamos palabras, tan solo un movimiento afirmativo con la cabeza. Me reprendo a mi mismo por estar tan agitado, nervioso y ansioso. Parezco un soldado novato y temeroso. Ni cuando me enfrento en un duelo a muerte con un adversario en un campo de batalla me pongo tan frenético.

El corazón golpea con fuerza dentro de mi pecho. Estúpidamente temo que los latidos de mi corazón sean audibles.

Me cuesta mantener la calma, la mente centrada y lucida por que ha llegado finalmente el día que estaba esperando hace cinco meses.

La espera me resulto una tortura intolerable. Si transcurriera un día mas. Si tuviera que soportar un día mas perdería el control de mis actos. Y seria lamentable a estas alturas volverme loco. Pero. ¡¿Qué digo?!. ¡Ya soy un completo demente!.

Es una completa locura lo que estoy haciendo, mas bien lo que pretendo llevar a cabo en un momento.

Mi mente que hace 6 meses atrás era lógica, controlada y fría. Hoy es un caos. Lo que me trajo aquí, hoy al palacio de la reina Jeongsun es mi corazón.

Mi demencia se debe a una causa en particular. Un nombre de mujer, el sabor de una mujer, el calor de una mujer, la mirada de una mujer, una voz de mujer y un cuerpo de mujer.

Quién hizo de mi un demente sin control sobre si mismo, es la mujer que amo.

Sue Jei abre las puertas de los aposentos de la reina y me permite pasar al cuarto donde la mujer que vine a visitar se desenvuelve en su diario vivir.

La dama de compañía de Akame cierra las puertas detrás de mi y veo brillar su sonrisa. Esa mujer realmente adora a Akame. Esta feliz por la reina.

Estando en el cuarto de Akame, me dirijo sin dudar hacia donde duerme. Mis ojos acostumbrados a la tenue oscuridad se posan en su figura femenina tendida sobre las ropas de cama.

Busco la lámpara y la enciendo para luego ir al lado de Akame, tratando de no hacer ruido.

Me saco la máscara de tela negra que me cubre la cabeza, y mi cabello largo cae por mis hombros. Ella viste una bata larga de seda blanca. Su cabello esta atado con una larga y gruesa trenza. Duerme profundamente con una expresión de dolor que me destroza.

De pie, muy cerca de ella noto que tiene en su mano derecha sujeta aquella flor que le regale la noche cuando marque por primera vez su cuerpo al unirlo con el mío.

Mi pecho duele al notar que lágrimas dejaron huellas en sus mejillas. Trago saliva emocionado, conmovido y la vez me siento muy culpable. Me odio a mi mismo. El causante de esas lágrimas amargas y silenciosas soy yo.

¡Esta mujer!. Como siempre logra que caiga por ella rendido de amor y de ternura. Y literalmente me dejo caer de rodillas en el suelo. Acerco los dedos temblorosos de la mano derecha a sus parpados cerrados, retiro de sus largas pestañas esas gotas de llanto. Seco con ternura sus mejillas para borrar sin dejar rastro esas lágrimas perladas.

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