Soldado Imperial. Capitulo 24.

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Capitulo 24:

Han trascurrido cuatro semanas y media desde la visita nocturna del General a mis aposentos, visita que se extendió por una noche y un día completo.

Ante mi, en mis aposentos están los médicos del palacio, las comadronas y el Emperador Yeongjo.

El ambiente que se respira se siente tenso. Todos tienen los ojos puestos en mi pálido y enfermo semblante.

El médico jefe del palacio con una expresión muy seria me toma el pulso. Trago saliva nerviosa, con el corazón en la garganta en espera de escuchar el importante diagnostico del doctor. Diagnostico del cual estoy mas que enterada, ya que soy yo quien esta sufriendo estos desagradables síntomas. Se muy bien a que se deben.

Una inquieta y preocupada Sue Jei esta esperando a que todos los visitantes se marchen para continuar con los cuidados a los que me tenia sujeta, como sostenerme entre sus brazos mientras tengo arcadas y vomito hasta el alma dentro de la fuente de porcelana exclusiva para estos menesteres, para luego limpiarme la boca y secarme con un paño húmedo el rostro pálido, la frente y el cuello sudorosos. Pero yo no estoy asustada por mi estado de salud, sino todo lo contrario.

Mas feliz y orgullosa no podría estar mientras soporto todos estos síntomas, porque son el resultado de algo que todos esperábamos con ansias. Sobre todo el General, que donde quiera que este debe estar nervioso como un padre primerizo, en espera de la confirmación del doctor.

Mientras espero tranquilamente, serena el anuncio que dará el doctor al Emperador de Joseon, para mis adentros me pongo a recordar que hace un mes y medio, al día siguiente de la visita nocturna del General, me desperté por la mañana debido a que Sue Jei me llamaba insistentemente, sacudiéndome con un tono de agitación y de preocupación en la voz.

Abrí los ojos, me senté somnolienta e inmediatamente recordé las pasadas horas junto al General. Una expresión idiotizada de alegría y de placer se dibujo en mi cara.

Al ver preocupación en la mirada de mi dama de compañía debido a mi estado de agotamiento y ensoñación, cubrí rápidamente mi cuerpo desnudo con mi bata, estando avergonzada sintiendo las mejillas ardiendo.

Sue Jei jalo mi bata y estudio con seriedad mi cuerpo. Intrigada por su expresión pálida y perpleja seguí su mirada. Mi cuerpo, casi toda mi piel tenia señales, marcas de una noche intensa de pasión. Mi cuerpo estaba magullado, pero extasiado, colmado de placer sexual.

Realmente me sentía agotada, con un malestar de ardor intenso en las caderas y en mi interior, pero igualmente me sentía embargada de una sensación de felicidad que no me cabía en el pecho.

Con dedos temblorosos tome avergonzada la suave tela de mi bata para cubrirme el rostro teñido de rojo para ocultar la gran sonrisa traviesa que se me dibujo en los labios.

Sue Jei me miraba con un brillo de molestia y critica, pero esa mirada iba dirigida al General, no a mi.

Sue Jei estaba deseando tener una seria conversación con él para regañarlo por tomar mi delicado cuerpo con esa clase de descontrol. Ante su expresión desconcertada, a penas pude retener las risitas como si fuera una niña que acaba de cometer una divertida travesura.

Es que debía ser duro para Sue Jei darse cuenta de que ya no era una niña y mucho menos la recatada señorita que con tanto cuidado crío. Para ella, que siempre actúo para mi como una madre o una hermana mayor debe ser difícil ver que en efecto ya no soy la inocente y recatada señorita que conocía.

Ella siempre tuvo cuidado de que las demás damas de compañía que velaban por mi y vivían una vida licenciosa y libertina dentro o fuera del palacio en China no mancharán y llenarán con sus historias sexuales morbosas mi mente sana, pero sus esfuerzos la verdad no dieron resultado. Yo sabia por los relatos de mis damas de compañía lo que sucede entre un hombre y una mujer en la intimidad de una habitación o donde las encontraran las ganas, y por ello deseaba como ellas experimentar un intenso romance con un hombre que me gustara.

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