Capitulo I

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-El Señor es mi pastor;
nada me falta.
En verdes praderas me hace descansar,
a las aguas tranquilas me conduce,
me da nuevas fuerzas
y me lleva por caminos rectos,
haciendo honor a su nombre...

La voz del Obispo resonaba en todo el recinto, y, él no podía estar más aburrido.

Todos los domingos, días festivos y cada vez que a alguno se le antojaba, la gente se juntaba en la iglesia a diestra y siniestra.

Namjoon sacudía su cabello aún húmedo ante las continuas babas de su madre, quien intentaba marcar la perfección hasta en el cabello más rebelde de su hijo; él, cansado de estar parado allí y el Obispo no dejaba de palotear.

La bata blanca relucía tanto en contraste con su piel.
Sus ojos no dejaban de pasearse por los rostros de las ancianas, quienes, rezaban con tantas ganas, que lo asustaron.

Namjoon se encontraba estudiando para estar en el lugar de aquel Obispo.
Quería ayudar a los más pobres.
Quería ayudar a los desahuciados.
Quería ayudar a todo aquel que realmente lo necesitara.

Primero fue su familia quien lo obligó a comenzar su carrera, y, ahora, a sus dieciocho años, podía decir con todas las letras su admiración por el sacerdote a su lado.
Ahora podía mostrarse orgulloso ante el hombre.
Lo conoció cuando apenas tenia once años de edad, y, desde ese entonces, le admiró.

-Y así, damos por culminada la misa, Oremos, hermanos mios...- y, agachando la mirada, el hombre de cincuenta años, oró.

Nam, le imitó con tanta seguridad, que al terminar, ambos levantaron sus miradas a la vez.

Muchas señoras se acercaron a saludar al hombre, al tiempo de que este repartía buenos augurios y bendiciones para todos los allegados a él.
El de piel morena, despidió con amabilidad a cada persona, con una suave sonrisa en sus labios. Uno de aquellos tantos gestos que hacían marcar las mejillas del muchacho.

Cuando la ultima ancianita se fue, prosiguieron con limpiar todo y ordenar aquellas bancas desalineadas.
Los pisos de la iglesia relucían y hacían resaltar los bancos de roble oscuro.

Nam, se paro en el medio del pasillo formado entre las bancas y miro la gigantesca escultura frente a él.

-En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Am...- más las palabras no escaparon de su boca, su presignacion se vio interrumpida, se vio distraído por el suave agarre al final de sus túnicas. Sin más, el muchacho guió su mirada hacia el suelo.

Un par de ojitos marrones lo miraban, brillantes y tan profundos, que Namjoon, perdió el aliento.

Un niño de tal vez once años lo miraba directamente a los ojos, en silencio.
Tenia las mejillas redonditas, una nariz respingada y pequeña. Las cejas se ocultaban tras las matas de pelo castaño. Pelo, que contrastaba tan bien con la piel nivea.

-Oh, Hola.- saludó Nam, un poco nervioso por aquel chiquillo intrigante. -¿Estas buscando al Obispo Im?-

El chiquillo negó levemente antes de mirar los ojos marrones de Namjoon y salir corriendo.
El mayor quedó cortado ante la presencia de aquel niño, que, así como llegó, se marchó.
La intriga carcomió al moreno, sin embargo, culminó su presignacion y se dirigió hacia el Obispo, quien, yacía sentado en el primer banco de la Iglesia.

-Ha sido una excelente misa la de hoy, NamJoon, pero...- comentó el hombre. -Necesito un leve favor de tu parte...-

-Cuente conmigo, señor.- afirmó Nam tan leal a su causa como siempre, más allá de que cada tanto, todo se volviera monócromo y sin vida durante cada misa, según él, obviamente.

-Necesito que alguien le enseñe catequesis a los niños del Orfanato, y, me gustaría que fueses tú esa persona.- sonrió Im.

Namjoon se quedó estupefacto. Si bien se creía capaz de enseñar... No se veía tan capaz de cuidar a muchos niños.

-No creo ser el indicado, señor...- comenzó a decir, excusándose.

-Yo te creo capaz. Lo harás NamJoon-ah, no tiene nada de complejo.- el Obispo palmeó su hombro. -El tiempo pasa mucho más rápido de lo que uno espera, Joon-ah, ya estoy muy viejo para muchas cosas.-

-No diga eso, Señor- y aunque el menor lo dijera, sabia que el hombre tenia razón. En más de una ocasión, el hombre cayó enfermo, y, a pesar de mostrarse como alguien saludable y lleno de vida frente a todos, su salud iba desmejorando cada día.

-Es cierto, no hay porqué ocultarlo más.- se sonrió el señor antes de suspirar sonoramente. -Hasta el ultimo aliento, ayudaré a cuantos pueda, pero, como sabrás, la vida no es eterna. Sé que podrás lograrlo, NamJoon-ah, por lo que no aceptaré un No como respuesta.-

Y allí estaba entonces, NamJoon apoyó la cabeza en su almohada aquella noche, pensando en las mil y un formas de rechazar de todas formas la propuesta del Obispo, pero le fue imposible encontrar una solución a su dilema.

Cuando la mañana siguiente llegó, él mismo se encontró sentado en silencio frente a unos quince niños y niñas del hogar. Los ojistos lo miraban espectantes y alguna que otra sonrisa se asomaba en sua rostros al verlo tan nervioso.

Suspiró de forma pesada antes de sonreír a los pequeños.

-Es mi primera vez enseñando, así que por favor, sean amables los unos con los otros para evitar contratiempos, ¿Si?- dijo Nam en un tono totalmente amable y cariñoso. -Para empezar, hay que presignarnos antes de orar.-

-¿Señor?- levantó la mano una pequeña niña de ojos marrones y cabello trenzado.

-¿Si?- respondió el mayor.

-¿Q-qué es un Presignar?-

¿Que no sería difícil, eh?

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Fin Cap 1!

Espero que les haya gustado

Mila

"My Little Sin" (NamGi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora