Capítulo XXVI

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Hola, bebés!~

Espero que estén muy pero muy bien. ¿Cómo van con sus estudios? Para las que tengan que dar exámenes como yo ahora en Junio, les deseo muchísima suerte. A quienes no, pues... también les seo suerte XD ❤️

Disfruten del cap. de hoy!

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El sonido que provocaban las ruedas de su valija al deslizarse por los suelos increíblemente pulcros del aeropuerto, le estaban sacando de quicio. Los agentes que se encargaban de revisar los pasaportes, no podían sonreír por nada del mundo. Se mostraban serios a más no poder.

Cuando el papeleo acabó, las ruedas volvieron a deslizarse, aunque esta vez, en fiel tierra coreana.

El aire seguía siendo el mismo, el dióxido de carbono era mayor al oxígeno, él no pudo más que toser. Bueno... había algo que debía envidiar su tierra a Nueva Zelanda, allá al menos se podía respirar con normalidad.

Movió un poco sus cabellos grises, dejándolos caer una vez más. Su estómago estaba lleno de sensaciones, la más predominante era el miedo. Miedo por el inminente y claro rechazo que veía frente a él...

Había pasado un año desde su ida. Con el dinero restante al que le dieron sus padres, vió su única escapatoria... 

Dejó Corea atrás, dejando que el tiempo curara las heridas que él, estúpidamente había provocado. Mientras el taxi que acababa de abordar, se dirigía a aquella casa de familia que conocía tan bien, él no podía dejar de dar vueltas en las mil y un situaciones que podía suscitarse al ver a quien alguna vez, fue suyo. Así, como también pensaba en su vida en el extranjero. 

Si bien dejó más de diez años en lo que amaba, es decir, la iglesia misma, se consideraba un buen estudiante. El que supiera de Dios, no quitaba el hecho de que fuera un chico aplicado y de buenas costumbres. 

Fueron un mar de exámenes los que dio, un mar de pruebas que parecían no tener fin. Pero ahí estaba, a punto de continuar su formación como Asistente Social.

Nueva Zelanda le había abierto las puertas a un mundo que no creyó capaz de conocer. No era necesario estar bajo las alas de la Iglesia misma para ayudar realmente a otros. Y lo mejor, amaba de igual forma eso, podía dar sin recibir a cambio y ser completamente feliz por ello.

Ahora no debía vivir del dinero de sus padres, no, ellos ya habían entendido, ellos ya habían tomado un postura negligente y agresiva. Ellos sabían quien era él... así como también sabían que amaba a alguien a quien por fin podría amar.

-Llegamos.- habló el taxista y el salió de su ensoñación. Pagó lo debido y salió del vehículo, tomó su valija, y miró aquella parte de la ciudad. 

Las calles no parecían tan desérticas como antes, no habían tantos necesitados por allí. El cielo se teñía de colores rosáceos ante sus ojos por primera vez.

Miró hacia la casa frente a él. Nunca había sido tan bonita antes... tan llena de vida y luz. Una pequeña panadería, yacía en la planta baja de la casa. La palabra MyMang, se mostraba con dos caricaturas hechas por un niño. Una especia de caballo y un lindo perrito amarillo, tomaban sus manos y sonreían hacia el frente. 

¿Era esa la casa de los Kim? ¿De verdad?

Las ancianas se aglomeraban en la puerta del local, algunas con sus bolsas de compras, otras, con poco más. Se veían ansiosas a decir verdad.

Un pequeño niño de cabellos negros, corrió por la calle. Una mochila de Iron Man bailoteaba en su espalda, mientras que una hoja blanca era apresada por su mano, en ella un montón de dibujos.

Las ancianas poco a poco se alejaron del local, y él no sabía si tendría la fuerza para afrontar lo que estaba a punto de suceder.

Si Yoongi había logrado rehacer su vida, él lo entendería sin rechistar y desearía su felicidad, antes de marchar una vez más. Si Yoongi querría golpearle, le dejaría, porque así lo merecía.

Pero... Si Yoongi le rechazaba, él insistiría hasta conseguir su corazón una vez más.

Su niño era le única razón del porqué estaba allí, del porqué nunca pudo olvidarle...

Cuando el local pareció vacío, el cruzó la cebra peatonal que lo distanciaba al lugar. Inhaló y exhaló en más de una ocasión, intentando disipar sus nervios. Su mano tembló sobre el agarre de la puerta. 

Empujó la puerta de vidrio y aluminio en cuanto creyó estar listo.

-Bienvenido, en que.- la voz de un joven se vió cortada. Namjoon levantó la mirada, notando como seis personas lo miraban. 

Tanto Jimin como Hoseok, se miraron entre si. Parecían asombrados de la presencia del mayor allí, mas, sus miradas se dirigieron pronto, a otra persona allí presente.

-¡Namjoon hyung!- la voz de Jungkook resonó alegre en el local, al tiempo que corría hacia el alto moreno, quien, rápidamente se puso a su altura y sonrió, abrazándole. -Le extrañé mucho, hyung.-

-Yo también te extrañé, Kookkie.- sonrió Nam, mostrando ese par de hoyuelos tan encantadores como conocidos para la mayoría de los allí presentes. 

Los saludos no tardaron en llegar, unos más cálidos que otros.

La sonrisa que presentaba el moreno en su rostro, fue apagándose poco a poco, al ver a aquel chico... 

Joder. Estaba más precioso que nunca. Había recuperado peso, sus piernas se juntaban con ligereza, mientras que sus mejillas se mostraban un poco más rellenitas que antes. Se veía tan adorable como maduro...

El pelo negro relucía, contrastando tanto su piel nívea. Sus labios se mantenían en aquel rosa natural perfecto, tan bonitos como la ultima vez que los había besado. Un cosquilleo recorrió su piel, las ansias de abrazarle le estaban avasallando y él no estaba seguro si se podría controlar.

La mirada que le brindó Yoongi, no era ni por asomo, dulce. La frialdad le envolvía.

Notó las manos de Min recorrer su propia cintura, quitándose el delantal.

-Me marcho más temprano hoy, Hoseok, Jimin. Tengo cosas que hacer.- la voz de Yoongi sonó segura, mientras que notaba sus rodillas flaquear. Dejó su delantal sobre el mostrador y se encaminó hacia la salida.

Namjoon lo vió marchar una vez más, antes de suspirar. 

-Ve.- aquel monosílabo escapó de la boca de Seokjin, más como una orden que como un consejo.

-Si, hyung. Ve. Arréglalo todo.- Jimin sonó dulce, a diferencia del mayor de todos. -No se la razones de su pelea, pero estoy seguro de que Yoongi hyung lo entenderá.-

Joon no necesitó más, dejó su valija a cargo de los chicos, y salió corriendo del local.

Y allí estaba él, buscando por toda la ciudad a aquel niño.

Su pecado, aquel, del que se había enamorado.

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Considero que es un capítulo cargado de pensamientos, como tal...

No sabría deciros si el siguiente es el último capítulo, porque aún tengo algunos puntos que tocar en esta historia. Tal vez si sea el último capítulo, mas faltaría el epílogo y algún extra que estoy preparando. Y les aseguro, que el o los extras, los van a amar. Uno más que otro, pero los van a amar.

Muchas gracias por todo el amor que esta recibiendo esta historia. De verdad, las y los quiero un montonazo ❤️

Mila❤️

"My Little Sin" (NamGi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora