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Después de que Alex se vistiera salimos de casa y nos subimos al auto.

-¿Queda muy lejos?

-No.

El silencio se propagó dentro del auto. Únicamente estaba el sonido del motor y la calefacción. Podría encender la radio con mi lista de canciones pero algo me decía que a Alex no le gustaba mucho el silencio. ¿Qué diría de mí el que no lo molestara?

-¿Para qué vamos?- preguntó Alex.

-No sé tú por qué vas pero yo tengo cosas que hacer.

-¿Qué?

Lo miré molesta.

-Trabajo. ¿Podrías callarte?- mi obvia irritación pareció divertirlo.

-Podría- dijo-. Pero parece molestarte y me gusta.

Inspiré como si estuviera conteniéndome de no matarlo. Exalé casi sin ruido. No hablamos por el resto del trayecto: unos ocho minutos. La Central quedaba en la ciudad más cercana a mi casa, la puerta se encontraba en un callejón.

Dejé el auto frente al callejón, en el espacio oscuro que quedaba entre cada farola. Nos bajamos y caminamos. Era una callejón un poco largo, caminamos unos dos minutos antes de llegar. Estaba relativamente oscuro, de vez en cuando veíamos un foco de luz. Divisé la puerta de La Central. Parecía una puerta como cualquier otra. Las paredes del callejón eran de ladrillo a la vista y un metro a la derecha de la puerta y en la parte superior del muro había una luz que iluminaba el área cercana a ésta, dejando la puerta un poco a la sombra.

Cuando llegué golpée la madera cinco veces, me detuve y tres segundos después la golpée dos veces más. Era un código, para no abrirle la puerta a cualquiera. Así sabíamos que era alguien de adentro. La ventanilla corrediza de madera que había en la parte superior de la puerta se abrió y me encontré con un par de ojos grises. No venía muy seguido en la noche, por lo que no reconocí al hombre. De hecho, no conocía a ninguno de los guardias nocturnos.

-¿Quién eres?- preguntó.

-123- dije mi código-. Es mi protegido- señalé a Alex detrás de mí.

El hombre cerró la ventanilla y un rato después me abrió la puerta.

-Adelante.

Entré seguida de Alex. La sala donde entramos era pequeña. Había un banco a mi derecha y dos sillas a mi izquierda con una mesa entre ellas. Había un hombre robusto, igual que el que nos había abierto la puerta, sentado en una de las sillas, con un maso de cartas en la mano. Estába repartiéndolas. Cuando entré con Alex se detuvo y nos observó, pero no le presté mucha atención.

Frente a mí, a unos cinco pasos estaba el ascensor. Coloqué mi dedo índice en el lector de huellas dactilares. ''Reconocido'', dijo una voz electrónica masculina a través de unos parlantes que se hallaban en las esquinas. Las puertas del acensor se abrieron y entré seguida de Alex. Apreté el botón de la planta -3 y comenzamos a movernos... lentamente. La canción de Barnie comenzó a soñar bajo por los parlantes y los miré con el ceño fruncido.

-¿Qué demonios...?- Alex dijo exactamente lo que estaba pensando.

-Debe ser la hija de uno de los internos jugando con los controles- supuse.

-¿Que vamos a hacer?- preguntó Alex probando suerte.

-Paul me envió un mensaje- dije-. Quiero ver si Zoe puede rastear el número.

-¿Qué te envió? Nunca me dijiste lo que decía la carta.

-Que iba a matarte- contesté con una voz que a mí me pareció despreocupada pero sabía que él pudo haberla confundido con frialdad. Ya me había pasado. No quise decirle que la carta decía que también iba a matar a toda mi familia, incluyéndome.

Protección SchavelzonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora