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En algún momento de la noche debí bajar la mano hasta la bolsa que se encontraba en el suelo y sacar un arma, porque tenía una bien sujeta bajo la almohada. Estaba acostada boca abajo, las piernas en cualquier dirección y mi brazo izquierdo casi sobre el de Alex. Él seguía dormido, roncando ligeramente como un angelito y yo intentaba averiguar qué fue lo que me hizo despertarme. Todo estaba en silencio. A través de la reja, con barrotes, logré ver el horizonte. Amanecería en cualquier momento. En el cielo, a lo lejos, se veía una fina línea rojiza. Tal vez sean las seis de la mañana. Mis ojos querían volver a cerrarse, aunque mi cuerpo no estaba tan cansado. Oí un ruido en la puerta principal, como si estuvieran intentando forzar la cerradura. Eso fue lo que me despertó. Me levanté con precaución de no hacer ruido para que Alex no se despertara. Comprobé que la Magnum tuviera balas y le quité el seguro.

Me coloqué detrás de un mueble, cuidándome de que no me vieran cuando entraran. No sabía cuantos eran ni si estarían armados, pero algo me decía que sí lo estaban. La puerta se abrió lentamente y un hombre asomó la cabeza. Parecía de treinta. Le apunté, sin salir de mi patético escondite. El hombre le hizo señas a otros y entraron tres personas, contando entre ellas al hombre que se asomó. Todos estaban armados. Uno me vio. Sin perder tiempo les disparé a los tres, el sonido de los disparos rebotando en la habitación. Sentí un ligero ardor en mi brazo.

Luego de mirar por unos segundos a los tres hombres en el suelo, decidí que debían estar muertos. Al menos los tres tenían una bala clavada en la frente. Un charquito de sangre comenzó a formarse en el suelo alrededor de la cabeza del que tenía más cerca. En la pared también se había salpicado un poco de sangre. Bajé el arma y me miré el brazo, tenía un corte. Una bala debió rozarme. Miré hacia atrás para ver dónde había quedado. No la vi en ningún lado.

Esperé unos segundos a que apareciera Alex preguntando qué había pasado. Pero no apareció .

¿Alex no se había despertado?

Fui hasta la habitación. Algo tenía que andar mal. Cuando llegué me encontré a Alex, dormido en la cama, y tres hombres más a su alrededor. Uno estaba tranquilamente acostado a su lado, apuntándome con un arma, igual que yo, sólo que su arma era falsa, la mía no; otro estaba bien erguido, sujetándose una de las muñecas con la otra mano; y el último... me parecía conocido, pero no recordaba dónde pude haberlo visto. Tenía un cuchillo en la garganta de Alex.

La adrenalina se disparó un poco por mi sistema nervioso y miré fijo el cuchillo por dos segundos. Luego mi vista se dirigió a la cara de los tres hombres. Un arma falsa. ¿Quiénes eran?

-Si disparas lo mato, y si me disparas a mí, él- señaló con la cabeza el hombre acostado en la cama- te mata a ti y luego a tu adorada mascota. Me debes algo y lo quiero ahora- dijo el que sostenía el cuchillo en la garganta de Alex.

A mi derecha había un hombre muerto en el suelo. Estaba rodeado de sangre. No lo conocía.

-¿Qué le diste?- pregunté tratando de actuar como si esto no me alterara en lo más mínimo. Creo que lo conseguí.

-Cloroformo. Fue fácil, lo sujetamos de a tres. Me impresionas, sigues igual que antes- dijo mientras jugeteaba con el cuchillo en la garganta de Alex-. Tienes el sueño muy pesado, no puedo creer que hayas entrado entre los mejores protectores de la agencia. En serio me sorprende. Nunca entendí como eras tan buena. Pude haberlo matado... y a ti- me señaló con el cuchillo.

El cuchillo tenía algo escrito. Fruncí un poco el ceño mientras él seguía parloteando. Aunque tenía razón. Yo tampoco sé como mierda hice para entrar entre los mejores. El tío Gabriel debió aspirar algo fuerte. En vez de preguntarme cómo él sabía tanto de mí, me pregunté de dónde lo conocía. Era joven, puede que veintitrés años, la misma edad de Aaron. Cuando volvió a apoyar el cuchillo en el cuello de Alex, supe quién era. El cuchillo tenía escrito ''Bimbo''. Todos los recuerdos vinieron de golpe y sonreí. Bajé el arma. Yo no le debía nada. Podría decirse que él me debía algo a mí.

Protección SchavelzonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora