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Después de subirme las bragas y el short salí de baño, Alex iba trás de mi. Mis piernas ya se estaban acostumbrando a caminar, pero de todos modos sentía un suave hormigueo recorrerlas. Alex me sujetaba de la cintura. Llegamos a la sala donde estaban mis padres, la madre de Alex, mi hermano y Aaron, y pasó lo inevitable. Todos se abalanzaron sobre mí. Con cuidado, por supuesto. Mis padres volvieron a tratarme como si tuviera cinco años, mi hermano y Aaron me abrazaron con todas sus fuerzas, quitándome el aire, uno a la vez. Paul ya se había ido, y me pregunté por qué. Luego llegó la madre de Alex, quién también me abrazó, pero no tan fuerte.

-Me alegro de conocerte- dijo la mujer-. Lamento las circunstancias pero de todos modos en un gusto conocerte. Toma asiento, ya voy a servir la cena. ¿Te duele algo? ¿Te sientes mareada?¿Necesitas algo?- me preguntó con una leve arruga de preocupación entre sus cejas.

Me alegró que no me hablara en tono condescendiente ni me tirara cosas por la cabeza. Más aún teniendo en cuenta que es posible que todos ellos o la mayoría ya sepan lo que estábamos haciendo Alex y yo en el baño. O tal vez sólo estoy un poco perseguida de mi último encuentro con una suegra. Las suegras pueden llegar a ser violentas. Más aún si toman antipsicóticos. Ya aprendí la lección, muchas gracias. La palabra ''suegra'' en mi mente seguía sonando rara. Dejaría de pensarla.

-No- le contesté. Me sentía un poco mareada, pero es muy probable que sea por no comer. Si hace un mes estoy en coma, ¿cómo es que no estoy muerta? Eso significaría que hace un mes no como ni bebo nada. Ni voy al baño. Ni me baño. Ni hago nada. Tendría que estar muerta y negra de mugre. Pero sin embargo no estaba ninguna de las dos cosas-. Estoy bien. Gracias por todo. No sé como agradecerle.

Supuse que habría sido ella la que me curó.

-No es nada, querida- se acercó a mí tomándome de las manos y me habló al oído en tono confidencial-. Una vez que mi hijo trae una chica a casa no la voy a rechazar- me guiñó un ojo y sonreí. Por algún motivo saber que fui la primer chica a la que trajo a su casa me hinchó el corazón de felicidad-. ¿Quieres ayudarme a traer la comida?- preguntó con amabilidad. Creo que nunca había visto tanta amabilidad junta.

Antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, Alex se me adelantó.

-Emilie tiene que sentarse y descansar, mamá. Ha pasado por mucho y es mejor que coma algo y se acueste. No está para hacer esfuerzos- estaba detrás de mí, sus manos en mis hombros.

-Oh, si. Tienes razón, cariño, lo siento. Lo olvidé por completo- nos dijo con una sonrisa-. Vayan a sentarse. En seguida vuelvo- y se marchó.

Me di vuelta y miré a Alex.

-¿Qué fue todo eso?- pregunté.

-Emilie- me miró directo a los ojos mientras me sostenía de los hombros y me hablaba como si fuera una niña-. A pesar de las circunstancias en las que nos encontramos ella sigue siendo una madre y yo sigo siendo su hijo de veintiún años. El hecho de que yo sea un asesino a sueldo no cambia nada. No para ella- dijo esto último con una mueca-. Te iba a hacer preguntas. Muchas. Te salvé. De nada. Vamos a sentarnos.

Paso un brazo por mis hombros y me arrastró hasta una de las sillas al rededor de la mesa. Él se sentó a mi lado. Su madre volvió con la comida y comimos todos juntos en silencio. Al terminar nos levantamos y cada uno fue a su habitación, mis padres se quedaron a fregar los platos. Entramos en la habitación. Seguía con dolor de cabeza y un poco mareada. Supongo que tendría que esperar a que la comida se asentara en mi estómago para que el mareo disminuyera. Me senté en la cama en la que había despertado antes. Alex corrió la cortina que había en el hoyo/puerta, dándonos más privacidad. Se sacó la camisa, dándome una buena vista de su torso y músculos y se dirigió a la lámpara en una esquina para apagarla. Me dio una buena vista de su espalda también. La mitad estaba tatuada y la mitad no, dividida exactamente por su columna vertebral. Del lado izquierdo había un león, dos armas semiautomáticas a medio cargar, cartas de póquer y en el centro de todo eso, acorralada, una indefensa muñeca de trapo. En la parte superior, cerca de su hombro, parecía haber algún tipo de máscara. La muñeca se hallaba en un cajón, como el de los difuntos, y la máscara la observaba. Alex apagó la lámpara y se dirigió a la cama. Entraba un poco de luz desde la otra habitación.

Protección SchavelzonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora