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Desperté acalambrada. Me estiré en la cama, arqueando la espalda. Agarré mi celular sobre la mesita de luz y me fijé en la hora, entrecerrando mis ojos ante la luz de la pantalla.

01:47

Aún era de noche. Volví a enterrar la cabeza en la almohada, deseando poder seguir durmiendo. Pero simplemente no podía dormir más. Me senté en la cama bostezando y estiré mis brazos hacia arriba. No escuchaba ningún ruido en la casa, por lo que supuse que Alex ya estaría durmiendo o leyendo alguno de mis libros. Corrí las frazadas a un lado y me senté en el borde de la cama para calzarme mis pantuflas con rostro de tigre. Salí de mi habitación y pasé por el living. Estaba en penumbras, las persianas subidas dejaban paso a la luz de la Luna, la cual estaba muy brillante esta noche. Noté las manchas de humedad en la pared que ya casi se habían secado. De cuando limpié la sangre de las paredes con Alex. Una parte de mí se recriminaba el no haberme dado cuenta que algo ocurría. Por suerte Alex lo manejó bien solo.

Alex estaba acostado boca abajo en el sofá. El sofá no era tan grande, por lo que tenía la cabeza apoyada en el posa brazos y sus pies colgaban por el otro lado. Su brazo derecho le rodeaba la cabeza y el izquierdo colgaba por el borde del sofá, sus nudillos tocando la alfombra. Su mejilla aplastada en el posa brazos hacía que le quedara la boca abierta en una mueca graciosa. Sonreí sin pensarlo. Se veía tierno y de algun
manera cómodo. 

No tenía idea de por qué no dormía en su habitación si tenía una cama allí. Se veía tan tranquilo que intenté pasar por allí haciendo el menor ruido posible para no despertarlo. Me dirigí a la cocina en silencio y mis tripas sonaron. Abrí la heladera, buscando lo que sea que pudiera alimentarme. No tenía demasiadas cosas. Saqué una fuente con canelones y puse tres en un plato, lo metí al microondas y marqué un minuto. Cerré la puerta de la cocina para que el sonido no disturbara el sueño de Alex, lo tenía muy ligero. Me serví un vaso de Coca-Cola y guardé la fuente con canelones en la heladera otra vez. La dejé abierta ya que era la única fuente de luz que tenía y en esta parte de la casa la luz de Luna no llegaba tanto como en la sala donde Alex dormía. Encendí la luz y cerré la heladera.

El microondas se detuvo con tres pitidos y saqué el plato. Acerqué una silla a la mesada y comencé a comer. No me di cuenta del hambre que tenía hasta que di el primer bocado, el resto de los canelones se fueron extinguiendo velozmente.

Mi celular vibró sobre la mesada en el mismo instante en que introducía el último bocado de comida en mi boca. Miré la pantalla. Era un mensaje de Zoe.

Emmm, ponía.

Zooo, contesté y tomé un sorbo de mi Coca-Cola.

Estas despierta?

¿Es en serio?

No, soy sonámbula, contesté. Sí, estoy despierta, qué pasa?

Acabo de enterarme de lo de Paul. Cuando pensabas decírmelo?

Me mordí el labio inferior y puse mis nudillos contra mi boca mientras alejaba el celular como si de alguna manera Zoe pudiera aparecer detrás de la pantalla y atacarme. Sinceramente había olvidado decírselo. Además, es posible que ni siquiera fuera Paul... ¿Cierto? Tampoco se lo mencioné a Amy, pero había tenido muchas cosas en la cabeza. Y si les dijera sobre la nota que encontré en el bolsillo de uno de los hombres que se aparecieron por mi casa iban a enloquecer. Es cierto que inicié un Código Rojo y muy probablemente Zoe ya lo supiera y fue por eso que llamó. Ella no debería preocuparse, técnicamente no era parte de la familia Schavelzon, sólo trabajaba con nosotros. Aunque si Paul actuaba como lo hizo hace un par de años... no sabría cómo podría terminar esto.

Protección SchavelzonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora