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Pasó una hora y yo lo único que hacía era dar vueltas en la cama. Estaba inquieta y a pesar de que tenía sueño no podía dormir. Alex no despertaba más y comencé a preocuparme. Me senté apoyándome en mis manos y miré a Alex unos segundos. Con que iba a despertar en un rato, ¿no? Pues tu rato se fue al carajo, José.

-Alex- susurré.

Seguía extrañada de que no haya venido nadie a la habitación. Hace una hora hubieron disparos, habían cuatro sujetos muertos en todo el lugar y posiblemente una masacre en algún lado gracias a José y el guardaespaldas de Arma-Falsa. Una alarma en la mente de Noelia se encendió. Traduciendo: una pequeña parte de mí estaba en alerta roja. Pero sólo una pequeña . Conociendo a José también debió haber matado al dueño de este lugar y cualquier otra persona que se encontrara. Eso explicaría el hecho de que nadie haya venido.

-Alex- volví a susurrar. Nada-. Querido Hércules de mi corazón- le dije para ver si reaccionaba. Nada-. ¿Te amo?- pregunté.

Nada. No estaba fingiendo estar dormido. Suspiré derrotada. No me dejaba más opción. Si hace una hora estaba por despertar supongo que algo fuerte lo hará despertarse de una vez por todas.

Le di una cachetada.

Fuerte.

Le quedó una marca roja en la mejilla.

-Ahhh- gritó con voz grave y se sostuvo la mejilla con la mano izquierda.

Alex me miró sorprendido y podría decirse que hasta horrorizado. O tal vez no, no siempre soy buena leyendo las emociones de los demás.

-¿Se puede saber POR QUÉ... me pegas?- preguntó molesto y mirándome con una expresión que me parecía de sorpresa, ofensa o espanto, todavía no me decidía. De acuerdo, espanto no. Creo que hay una palabra para esa emoción en su rostro, pero no sé cual es.

-No te despertabas- contesté.

-¿Y tenías que pegarme?

-Momentos desesperados necesitan medidas desesperadas. Vamos, tenemos que irnos- le dije antes de pararme y recoger nuestra ropa mojada de ayer. La metí en una bolsa que encontré en el saco de Alex, donde estaban las armas y algo de ropa.

-¿Ese hombre está muerto?- preguntó cuando se sentó en la cama.

Lo miré de soslayo.

-No, sólo le está donando sangre al suelo. Muévete- dije. Cuando pasó por mi lado, algo adormilado, en dirección a la puerta del frente, su olor me tapó completamente.

Casi doy un paso atrás.

-Apestas- le dije sin poder respirar bien-. Vamos a comprar desodorante. Urgente.

Se pasó las manos por las axilas.

-Mmm... no lo sé. No huelo nada- me dijo. Antes de que pudiera evitarlo sus manos estaban en mi cara.

Levanté la rodilla para golpearlo en Hércules Junior, pero anticipando mi movimiento, se movió hacia atrás. Rió.

-Uoouu. Casi alcanzas a mi amigo- dijo divertido.

-Eres un asco- le grité.

-Y así me quieres- dijo.

-S... No- recapacité a tiempo-. Vete. Largo.

Se fue riendo por lo bajo.

-¡Acá hay más donadores de sangre!- me gritó desde la otra habitación.

-¡Ya sé!- contesté mientras colocaba mi Beretta en mi cintura, escondida por mi sudadera con capucha.

Saqué una Magnum para Alex. Lo alcancé en la puerta principal, mientras abría la puerta. Le di el arma, la revisó y se la guardó en la espalda baja. La cubrió con su camiseta. Cerré la puerta detrás de mí y caminamos por el pasillo.

Protección SchavelzonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora