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Me desperté con la sensación de algo aplastándome. Traté de darme la vuelta pero no pude. El brazo y la pierna que estaban sobre mí me abrazaron con más fuerza. Tal parece que estaba encarcelada. Mi cara y la parte delantera de mi cuerpo estaba pegada a la pared. Detrás de mí supuse que sería Alex quien me envolvía como un mono. Intenté moverlo de nuevo, pero lo único que conseguí fue quedar aún más atrapada en su trampa personal. Me quedé quieta. ¿Qué hora era? Mi celular estaba bajo la almohada y no podía alcanzarlo.

Entraba luz por las rendijas de la persiana. Tendría que ser de tarde, o el medio día. Comimos las hamburgesas a las ocho, ¿no? Suspiré. No tenía ni idea. Me estaba muriendo de calor. Con las frazadas y una manta térmica corporal que se aferraba a mí como un piojo, era complicado estar a una temperatura normal. No es que estuvieramos en verano o algo. Estábamos en otoño, casi invierno. Ahora ya sé que si algún día me estoy congelando sólo tengo que conseguirme a Alex.

Agarré su brazo, que estaba sobre mis costillas, envolviéndome como si no hubiera mañana. Lo agarré y traté de quitarlo sin despertarlo. No hubo suerte.

—Aggg— susurré.

Supongo que iba a tener que despertarlo. Moví mi pierna para quitar la suya, pero sólo conseguí que quedara más sobre mi cintura. Suspiré molesta. Mi vejiga suplicaba ser liberada. Oí una risita en mi oído y el pecho de Alex tembló. ¿Se estaba riendo? ¿Estaba despierto? Oh, me encargaría personalmente de que se fuera al infierno. Su risa comenzó a sonar más fuerte hasta que pasó a ser un sonido ronco.

—¿Estuviste despierto todo el tiempo?— le pregunté molesta. Sólo se rió— Me dejaste intentar moverte sin éxito sólo porque quisiste— negué con la cabeza como si estuviera decepcionada—. Déjame salir, tengo que ir al baño.

Alex se movió, quedando de espaldas y salí de mi pequeño espacio. Pasé sobre él y fui directa al baño. Hice pis y me metí a la ducha. En el momento en que el agua comenzó a caer sobre mí recordé que no había llevado ropa.

Suspiré y terminé de bañarme.

Me sequé y me envolví con la toalla. Miré mi pijama. Podría ponermelo. También podría esperar que Alex estuviera con los ojos cerrados y agarrar más ropa. ¿Qué importa si me pongo el pijama y después agarro ropa? Sí, eso haría. Me puse el pijama sintiendome un poco sucia, había sudado anoche. Dormir con Alex era como dormir con una estufa.

Salí del baño. Daniel estaba durmiendo en el sofá. Se veía mucho más cómodo de lo que Alex había estado cuando dormía ahí. Entré en mi cuarto encontrandome con la mirada de Alex.

—¿Qué?— pregunté.

—Nada.

—Estas sonriendo— dije y saqué ropa de una de las cómodas.

—No lo hago— dijo, pero su sonrisa le llegaba hasta los ojos y no la podía ocultar.

Me apoyé en el mueble y lo miré fijo. Entrecerré los ojos.

—¿Estás drogado o algo?

Se rió.

—No, aún no. Te ves muy linda.

Me miré, no había nada que yo encontrara lindo además de mis pantuflas. De hecho podría decirse que me encontraba peor de lo que estaba normalmente. Mi pelo todo despeinado y húmedo, aunque no lo había lavado, el pijama era naranja... parecía que había salido de la cárcel. A lo mejor le atraían las mujeres de la cárcel.

—Estás drogado— le dije—. Es muy irresponsable drogarse cuando hay un niño en la casa. Tuviste un mes completo para hacerlo, pero a ti se te ocurrió hacerlo justo cuando hay un niño en la casa— bromée.

Protección SchavelzonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora