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Lo miré fijo. Mis cejas fruncidas. El impacto de lo que había dicho, lo que significaban sus palabras, aún no habían llegado a mi. Cuando llegó me quedé inmóvil y lo miré horrorizada. Me sentí violada. Abrí la boca para decir algo.

-¡¿QUÉ?!- grité, sorprendiéndolo a él, a Paul y a mí. Apenas podía hablar, pero ese grito salió bastante alto. Doris se sobresaltó. Mi grito retumbó en las paredes. La adrenalina es poderosa.

-Sí. No te sorprendas, por Dios. Tú sabías que no era Paul. Me lo dijiste- tenía el ceño fruncido como si estuviera haciendo un berrinche innecesario.

-Dije que no actuabas como Paul, que estabas más suelto, con más seguridad de la normal. ¡¿Cómo demonios iba a saber que era el puto hermano psicótico de mi ex-novio?! Porque ALGUIEN- miré acusadoramente a Paul- no me dijo que tenía un hermano gemelo. Peor: que tenía dos hermanos idénticos a él. Trillizos.

Paul bajó la mirada avergonzado, aunque de reojo miraba a Doris con rabia. Sin embargo también estaba muerto de miedo. Él no era de los que se quedaban callados cuando se sentía amenazado. Y en estos momentos... yo diría que atado y amordazado en una de las patas de la mesa, sí estaba amenazado.

-Él hace poco se había enterado. Pobrecito, no lo culpes. Ustedes ya estaban separados.

-¿Se puede saber por qué me estás contando toda esta maravillosa- dije esa palabra con toda la ironía que pude reunir-historia de vida?

Lo voy a matar. Juro por... por... juro por Alex, mi hermano, Amy, mi familia y cualquier otro que me importe que lo voy a matar. Voy a hacer que sufra. Va a sufrir tanto que me va a rogar que lo mate. Va a rogar... y no va a recibir nada. Podría hacer eso del pañuelo húmedo en la cara. No. Eso no era nada. Ya sabía exactamente lo que iba a hacer. Tenía un bisturí... en algún lugar. Lo usaría. No sé cómo me voy a soltar de esta mierda. Pero lo voy a hacer y lo voy a matar. Y luego a Zoe. No podía olvidarme de Zoe. ¿Y dónde se supone que estaba la zorra esa?

-Bueno, verás. Hay una persona importante para mí...

-Oh, tú tienes sentimientos- comenté con fingida sorpresa, como si estuviéramos en un ambiente natural hablando sobre lo mucho que habían crecido sus hijos. Me ignoró por completo.

-... a la que le prometí que iba a intentar ser mejor persona.

-Te doy mil puntos- contesté con sarcasmo-. Te sale de puta madre.

-Lo intento- dijo sin sentirlo de verdad-. Hasta te envié mensajes avisándote que iba a ir por ti. Tu perrito no me importa mucho, en realidad. No es una amenaza. Pero tú...

-No te hice nada- terminé por él-. Y los mensajes que me enviaste son una vergüenza. Si vivieras de mandar mensajes amenazantes ya estarías muerto. Te habrías muerto de hambre. Parecían los mensajes que envían los niños a otros niños cuando intentan amenazarlos de alguna manera para que les devuelvan su pelota.

-¿Los niños mandan cartas amenazantes cuando les quitan las pelotas?- preguntó alzando las cejas.

-No sé. No creo. Pero si lo hicieran serían algo como las tuyas.

-Estaba aburrido. Pensé en la promesa que le hice a esa persona y se me ocurrió que esto era un avance. No soy bueno amenazando gente. Sólo les digo lo que voy a hacerles... o simplemente lo hago sin avisarles. Soy nuevo en esto de la amabilidad.

-Como cuando mataste a mi hermano- dije entre dientes. Me era casi imposible decir las palabras en voz alta. Decirlo en voz alta lo hacía más real. Más doloroso. Me hacía entender mejor la gravedad de la situación. Me hacía un nudo en la garganta, la aplastaba, incapacitándome de algo tan natural y simple como respirar para darle paso a la angustia, al dolor. Comprendí que estaba por llorar.

Protección SchavelzonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora