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Eran las ocho de la noche y estaba caminando por las calles de Joplin hacia algún supermercado con Alex. No había muchas personas en la calle.

-¿Recuerdas qué es lo que teníamos que comprar?- le pregunté al ver el supermercado.

-Pan, leche, azúcar, fiambre... café...- miró al infinito intentando recordar. Llevó su mano a su trasero y del bolsillo del pantalón sacó una lista- acá está- dijo entregándomela.

La miré sin prestarle atención realmente. Eran muchas cosas. Espero que me alcanze el dinero. Las cosas tendrían que estar más o menos al mismo precio que en Oakland, ¿no? Viví toda mi vida en Oakland, pero he visto que en otros lugares las cosas salen más baratas o más caras... Espero que nos alcance.

Entramos al supermercado y tomé un carrito. Alex me iba leyendo lo que decía la lista y yo recorría todo el supermercado buscando lo que necesitábamos. En la parte electrónica del supermarcado habían varios televisores encendidos en el canal de las noticias. Al parecer había ocurrido algún accidente fatal de avion en California. Tres de los televisores mostraban un juego de golf.

-¿Qué sigue?- le pregunté a Alex cuando coloqué dos tarros de shampoo y acondicionador en el carrito. Éste estaba casi lleno, no debían faltar muchas cosas.

-Mmm... afeitadora femenina.

-Yo no anoté eso- le dije con el ceño fruncido mientras esquivaba a un niño con cara de ''me siento malo y me gusta'' que corría por los pasillos.

-¡Derek!- gritaba la que debería ser su madre, mientras lo perseguía- ¡Vuelve aquí!

-No anotaste nada- dijo Alex. Iba a replicar, pero tenía razón. Yo sólo le dije lo que faltaba y él lo anotó-. Esto me lo pidió tu hermano.

-¿Cual? ¿Sam?- pregunté. Era gay pero hasta donde yo sabía él no se...¿Qué? Sam no es mi hermano- No, espera- me detuve-, ese no es mi hermano. ¿Greg o Fausto te pidieron una afeitadora femenina?

-Sí. El rubio.

-Fausto.

-Ese.

-¿Para qué quiere una afeitadora femenina? ¿Qué se va a afeitar?- abrí los ojos como platos al pensar algo que no quería. Mierda. Sigue caminando Emilie, no pienses en esas cosas.

-¿Y yo qué voy a saber?- me preguntó y siguió caminando. Lo seguí por los pasillos del supermercado- Es posible que se esté pasando al otro lado. O tenga ganas de afeitarse las piernas- dijo esto último con el seño funcido.

-Está casado con una mujer a la que adora. Y cuando digo ''adora'' me refiero a amor puro y único. Tengo que llevar dos kilos de insulina conmigo cada vez que voy a verlos juntos. Y no es bisexual- lo miré a los ojos-. Estoy segura de eso. Además él nunca a sentido la... tentación de afeitarse algo que no sea la cara.

-Tal vez sea para su esposa.

-Ella se quedó en California. Puede comprar afeitadoras allá, también las venden.

Apreté los labios. Estaba pasando algo raro. Sacudí la cabeza. No le iba a dar muchas vueltas al asunto. Alex encontró las afeitadoras y puso una en el carrito. Caminamos hacia la caja y nos pusimos detrás de una señora. Miré las pantallas de los televisores que estaban cerca de nosotros. La voz del reportero en el televisor apenas se escuchaba. Se veía de unos treinta y algo, tenía pelo castaño oscuro y era bastante guapo. Pero lo que me llamó la atención no fue el hombre, sino el entorno en el que estaba.

Parecía haber ocurrido una explosión o algo parecido, sin embargo estaba segura de que lo que tenía a sus espaldas era el callejón de La Central.

Protección SchavelzonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora