CAPÍTULO XXIII

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El pitido de un claxon despertó a Hani de sopetón, haciendo que abriese los ojos con el corazón a cien por hora.

- ¡Imbécil! - gritó Yoongi al coche que le había adelantado por la derecha y casi le había golpeado al incorporarse nuevamente en el carril central.

Hani tardó un poco en situarse. Estaba en el coche de Suga de vuelta a Seúl después de pasar dos extraños días en la cabaña de Jimin, quién miraba por la ventana con curiosidad en el asiento del copiloto. Hani distinguió algunos de los hoteles de las afueras, percatándose de que estaban a punto de llegar a su destino. No fue hasta entonces que se dio cuenta que su mano izquierda estaba entumecida y le mandaba un desagradable cosquilleo por todo el brazo. Retiró la cabeza de la ventana, dónde la había tenido apoyada todo el viaje. Le dolía la frente y estaba segura de que tenía una enorme redonda roja en ella.

- ¿Qué...? - susurró, mirando su mano izquierda.

Sus dedos estaban entrelazados con los de un durmiente Jungkook. Su cabeza se apoyaba sobre el reposacabezas en un ángulo estrepitosamente incómodo, y tenía los labios ligeramente separados. Hani no pudo evitar sonreír, pues parecía un niño pequeño en medio de una larga siesta, aunque su sonrisa desvaneció cuando el dolor de su mano volvió a hacerse presente. Intentó sacar los dedos de entre los del chico, que eran cálidos y delgados, pero fue en vano pues el agarre era fuerte y extraño.

- Jungkook. - gimió la chica zarandeándole con el brazo que tenía libre, pero él no hacía más que dormir.

- Vaya, la tortolita ha despertado. - rio el peliverde contemplando a Hani a través del retrovisor central, risueño. Ella le devolvió una mirada asesina.

- Sóplale en la oreja.

- ¿En la oreja? - rio Hani ante el consejo del apuesto pelirrojo de lindos mofletes. Él asintió.

Hani se acercó lentamente al chico, pues el cinturón de seguridad no le facilitaba los movimientos. Notó el aroma del chico invadirle los sentidos a medida que entraba en su espacio personal, y el calor que emitía su cuerpo no tardó en hacerse presente. Hani tragó saliva. Se había puesto nerviosa. Negó con la cabeza, llamándose burra interiormente y acercó los labios a la oreja de Jungkook. Sus labios rozaron una de los fríos aretes que colgaban de sus perforaciones. Demonios, solo tenía que soplar y parecía que le estuviese comiendo la oreja.

- ¡JODER! - gritó incorporándose de golpe cuando ella insufló una gran cantidad de aire en el orificio de su oreja. Hani se acomodó en su asiento nuevamente, sonriendo mientras sus amigos se morían de la risa. - ¡¿Que haces?!

- Rescatar mi mano antes de que tengan que amputármela por falta de sangre. - dijo ella masajeando levemente la extremidad que había quedado liberada en el momento en el que él se había despertado.

- Bella durmiente. - rio Jimin sonoramente.

- Tortolito. - añadió Yoongi, a lo que Hani puso los ojos en blanco.

Jungkook pareció ser una de esas personas a las que les cuesta despertarse, pues estuvo ausente el resto del camino, y cuando pararon delante de casa de Hani después de seguir sus indicaciones, fue el único que no se despidió. Hani bajó del coche, algo molesta por la indiferencia del chico, se despidió de los demás con la mano y se dirigió a su portal.

- Hogar dulce hogar. - suspiró, mirando su reflejo en el ascensor.

Llevaba el pelo atado en una torpe coleta y la ropa arrugada por la siesta del coche. Las cicatrices que restaban en su piel eran leves, finos rasguños, excepto el de la mejilla derecha que había cicatrizado en una oscura costra. Chasqueó la lengua para después salir del ascensor mochila en mano y abrir la puerta de casa.

- ¡Ya estoy en casa! - chilló al ver la puerta de la habitación de Taehyung cerrada.

Eran las once de la mañana y le sorprendió que aún estuviese durmiendo, pues él solía levantarse pronto para estudiar. Dejó la mochila en el sillón del comedor, preguntándose dónde estaría su padre, pues hacía ya casi un mes que no aparecía por casa. Peores ausencias había tenido, pero no eran usuales.

Hani se encerró en el baño y encendió el agua de la ducha, lavándose entera para después rodear su cuerpo con una toalla. Se percató de que el moratón en el estómago que le había causado Haeri ya casi se había desvanecido. Hacía tiempo que no peleaban con nadie. ¿Cómo estaría Haeri? ¿Se habría metido en muchos líos durante su ausencia?

Cuando abrió la puerta del baño la puerta principal acababa de cerrarse. Hani parpadeó un par de veces, frunciendo el ceño.

- ¿Tae? - preguntó desde el pasillo, pues la puerta de su habitación estaba ahora abierta.

- ¡Hani!

Una alta y delgada figura se le echó encima, haciendo que tambalease hacia atrás amenazando con tirarla al suelo. Aun así, el chico no la dejó caer, estrechándola entre sus brazos y posando un leve beso en su mejilla.

- Feliz año nuevo hermanita. - sonrió Tae, mostrando sus blancos y alineados dientes. Hani volvió a parpadear, confusa, mirándole a él y después a la puerta, sólo para volver a poner la mriada en él y repetir el proceso.

- Habia... - dijo ella saliendo de la confusión- había alguien contigo?

- ¿Que? ¿Conmigo? ¿No? Digo...- Tae levantó las manos, moviéndolas en señal de negación. La realidad cayó sobre Hani como una piedra- No, estaba solo.

- Lo que digas. - soplço ella, algo dolida por la mentira de su hermana, pues era más que obvio que su hermano había pasado la noche con alguien. Aun así prefirió no decir nada al respecto.

- ¿Has estado bien en el lago? ¿Lo habéis pasado bien? - sonrió, juntando las manos para esconder el tembleque.

- Estupendamente. - respondió Hani con indiferencia cogiendo ropa del armario aleatoriamente.

No tenía planes para el resto del día así que se enfundó un cómodo chándal y se dejó caer en el sofá jugando con el teléfono móvil. Tae volvió a su habitación, a estudiar, supuso Hani, y ella estuvo viendo un dorama por internet.

Una llamada interrumpió su culebrón de turno. Deslizó el dedo por la pantalla, escuchando automáticamente esa voz que le resultaba tan conocida.

- ¿Hani? - Haeri se escuchaba algo entrecortada en el otro lado de la línea.

- La misma.

- Hani perdóname yo n- la voz de la rubia quedó cortada por una interferencia, pero Hani pudo notar el tono de alarma que transmitían sus palabras.

- ¿Haeri? ¡Haeri! - chilló levantándose del sofá, preocupada- ¡¿Estás bien?! ¡¿Que pasa?! ¡¿Dónde estás?!

- Sangre... instituto...corre...- fue lo único que Hani consiguió descifrar del mensaje de su amiga.

Corrió hacia su habitación, cogiendo la cazadora de las H escarlata con rapidez mientras se ponía unas deportivas negras. Tae la miró con la boca abierta, ella sólo le dio un beso en la frente y salió disparada hacia la calle.

- Vamos... vamos...- decía impacientemente mientras el intermitente pitido proveniente del teléfono móvil de Hyun le perforaba el tímpano.

El buzón de voz saltó por tercera vez, haciendo que Hani se diese por vencida. El atardecer pintaba el cielo de un sangriento rojo, solo manchado de blanco por las suaves nubes que escondían las primeras estrellas de la noche. Estaba a punto de anochecer y no tenía a nadie más con quien contar. Hani inspiró con fuerza antes de mentalizarse y salir disparada por las calles de Seúl.

The Last [JJK] - EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora