Capítulo V: Dolor.

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 Se miro al espejo del baño del cuarto de hospital. Apoyo su peso con las manos al lavamanos, su cabeza vendada levantaba sus rebeldes cabellos de su rostro. Sus mejillas estaban hundidas, su nariz algo más levantada, las ojeras eran enormes, sus ojos no tenían ese brillo característico que tenía el pícaro Chat Noir... El héroe que todos conocían había desaparecido. 

Su físico era patético, pero no podía pensar mucho en como lucía, aún estaba en un trance pensando que era sólo una pesadilla, que en cualquier momento despertaría y todo volvería a ser como antes. Pero en su boca había el sabor amargo de que no iba a ser así, que Hawk Moth los había derrotado y aplastado de tal manera que parecía que jamás volvería a ponerse de pie. 

 Volvió su vista al espejo, su rostro estaba más delgado al igual que su cuerpo, se veía desgarbado siendo él tan alto, en sus manos y brazos se notaban las venas azulejas, suspiró.

Hace dos días que estaba aquí, no había dirigido la palabra a nadie, ni a su padre que por primera vez en años lo abrazó y lloró, Adrien ni siquiera se tomó la molestia de devolverle el abrazo, de por sí que se encontraba terriblemente adolorido, eso había sido el día después, los doctores no dejaban que nadie lo viera, su padre pasó toda la noche esperando en la sala de espera, tuvo que hablar con distintas autoridades para que dejasen ver a su hijo y fueron solo quince minutos. 

—¿Adrien? ¿Dónde estás, cielo?—habló Jolie la enfermera que estaba a cargo de él.

Salió lentamente del baño, reprimiendo su cojera a causa del desgarramiento, sabía que no debía levantarse sin ayuda, era más terco que un niño, pero no tenía ganas de poner malas caras así que solo se disminuyó a sentarse de vuelta a la cama. 

 —Te traje tu merienda—le dijo con cariño, Adrien le regaló una media sonrisa, le agradaba     Jolie—. Sabes que no tienes que sonreír, cielo. 

Adrien bajó la mirada. Jolie fue tan amable cuando llego al hospital, la primera vez que la vio fue cuando despertó a media noche en la cama del hospital gritando, revivió el momento de la muerte de Ladybug, se levantó asustado y rompió algunos jarrones estrellándolos contra el suelo.

Jolie le pidió con amabilidad a los enfermeros que intentaban calmarlo con anestesia que se fueran, lo tomo con suavidad de un brazo y colocó la otra mano por su cintura mientras cantaba una dulce canción de cuna francesa, lo recostó en la cama, acarició su cabello y poco a poco su llanto cesó hasta que se tranquilizó y pudo dormir, no completamente. 

 —Te traje pudin de chocolate y mira—saco de su bolsillo de la bata un paquetito—, no le digas a nadie, te las compré de la máquina expendedora, sé que son tus favoritas. Galletas de chocolate. 

Como lo sabía, era un misterio. Pero se limitó a tomarlas con amabilidad y comer en silencio. Estos últimos días habían sido terribles, debían darle un millón de medicinas, tal vez hasta el pudin tenía alguna, lo obligaban a comer, o si no, le inyectaban sueros para que su peso no bajara. Jolie todas las noches le traía té con medicina para que lograra dormir y en las madrugadas sentía piquetes que eran inyecciones, de vez en cuando vomitaba y lloraba, algunos doctores se permitían mirarlo con pena y algunos simplemente se reducían a colocarle anestesia.

Plagg aún no aparecía, estaba preocupado por él, tal vez él de alguna manera podía darle respuesta a una de sus preguntas. No dejaba de pensar en ella, su recuerdo lo perseguía, no quería admitir que se sentía culpable por su muerte, al cerrar sus ojos solo la veía a ella y a su sonrisa en los atardeceres cuando iban de guardia, en sus risas cuando estaba relajada, en sus gestos de precaución, sus habilidades para enloquecerlo relamiendo sus labios cuando pensaba en un plan y lo peor que jamás la beso como el deseaba besarle.

Promesas. {MiraculousLadybug}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora