Capítulo IX: Misterio.

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Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro... Segundos.

Aún no se hacían las nueve, sólo faltaban veinticinco minutos. Pero el tiempo parecía pasar tan lento que la espera se hacía eterna. Una extraña sensación florecía en su interior, eran ganas de descubrir lo que según Jolie era sumamente importante, su curiosidad picaba por respuestas.

Evadía todo sentimiento de tristeza, lo suprimía como siempre, escondiendo lo que verdaderamente podía llegar a sentir. Sabía que no era necesario hacerlo en este momento, estaba solo (sin contar a Plagg, temerosamente escondido) pero quería y debía concentrarse en su "misión", si era para vengar a Ladybug debía enfocarse en una cosa. Intentaba mantener la cabeza en blanco pero cómo, si cualquier cosa le recordaba a ella,  como la oscura noche que asomaba seductoramente por la ventana que era igual a su suave y salvaje cabello y las tímidas estrellas a sus ojos brillosos rebosantes de alegría y decisión, su piel, su seguridad, su labios... 

No. Debía centrarse en lo que tenía que hacer, en más nada. Claro que eso no evitó que sus ojos se volvieran agua y el reconocible dolor agudo en el medio de su pecho reapareciera.

Volvía a mirar el reloj de pared en frente de él. Sólo siete minutos, debía estar consigo mismo y con el deprimente estancamiento siete minutos más y descubriría la verdad.

Algo muy dentro le decía que eso no arreglaría nada, no la traería de vuelta a él ni lo haría más feliz, quizás hasta empeoraría su dolor. Pero quería saber esos secretos bien guardados de su "familia" si podía llamarla así, además de que se involucraba la muerte de Marinette.

—Lo prometo, Marinette—susurró, su cabeza se apoyó en la pared—. Prometo descubrir quién te hizo esto, sabré quién te alejó de mí.

Tres minutos. Dos. Uno. 

Tick Tack.

Llegó el momento.

—Plagg, las garras—ordenó tranquilamente.

Plagg obedeció, Adrien era de nuevo Chat Noir, se sentía extraño, era como volver a la escena del crimen, volver al día donde la asesinaron, la sangre saliendo de su cuerpo delgado ya pálido. El recuerdo de sus últimas palabras perforó en su cabeza y suspiró mordiéndose el labio.

Se asomó por la puerta, su pierna no estaba sana del todo pero no le impidió salir cuando comprobó que estaba despejado, se apoyaba en la paredes para caminar en silencio, llegó a las escaleras y colocó su mano en el barandal, su pierna ardía al subir, el corazón le latía con fuerza y su respiración acelerada era innegable, gracias a su agilidad pudo llegar rápido, caminó con lentitud a la ventana, todo estaba en silencio y en oscuridad, se camuflaba como gato negro en los callejones de la ciudad, antes de subirse a la ventana, vio montones de luces brillar en la cuidad. 

Salió saltando, cayendo en una vuelta sobre el piso y sin detenerse empezó a correr ignorando cualquier tipo de dolor que sentía, salto sobre los tejados, algunas personas que caminaban lo señalaban con sorpresa, pero estaba algo vacía, quizás se dirigían a Trocadéro.

Se camufló entre una esquina del monumento de la plaza, no quería llamar la atención, estaba completamente lleno. Y la vió. Su urna estaba cerrada con decenas de margaritas alrededor de la caja en frente de la torre Eiffel, hasta la Eiffel lucía triste. 

Cada persona llevaba una prenda blanca y en sus rostros se veía el dolor, habían perdido a su heroína, la que muchas veces dio la vida por ellos y eso no era fácil. Se acercaban con orden a la urna y colocaban margaritas. Recordó que Marinette odiaba las rosas y las margaritas las amaba, sus padres lo adornaron primero y luego todos lo siguieron. 

Promesas. {MiraculousLadybug}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora