Capítulo XX: Jolie.

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Salió a trotar en la mañana, los pájaros cantaban melódicamente al andar de sus pisadas constantes contra el cemento. Se dedicó a no pensar en nada, distrayéndose con las palpitaciones de su corazón. Extrañaba a Jolie, no se había contactado con ella desde que salió del hospital, sabía dónde vivía pero no tenía idea si podía estar ahí. 

Un destello de la sonrisa de su madre pasó con su cabeza. Hacia tanto que no la recordaba, era doloroso, su ida fue tan hiriente como un cuchillo filoso, una parte de su ser se había ido con ella. No recordaba como olía, pero sí la sensación de sus manos en su cabello rubio, no recordaba cómo cantaba pero sí el sonido de su carcajada. Temía que en algún punto no pudiera ni siquiera recordar su rostro. 

Respiro hondo deteniéndose, puso sus manos en sus rodillas, el sudor recorría como rocío en su frente. Levantó la vista y ahí estaba, la escultura que habían hecho en honor a ellos junto con muchísimas flores alrededor de Ladybug, no sabía que lo había hecho venir hasta acá, pero sentía esa necesidad.

Bam.

Se sobresaltó, el disparo había sido terriblemente cerca, casi en frente de él. Escuchó el peso caer en el suelo. Rodeó la figura de cemento con cautela para encontrarse con un cuerpo sin vida, sangrando desde la cabeza. Con los labios y ojos abiertos, terrorífico. Aun del modo en que estaba lo reconoció. La piel morena, cuerpo robusto.

—Armored...

Fue como volver a pasar en su cabeza el momento de la muerte de Marinette, una y otra vez, infinitamente. Le faltó el aire, manos sudorosas, la cabeza dándole vueltas. Alguien le puso la mano en un hombro, ya habían personas alrededor del cuerpo.

—¡Adrien! ¿Estás bien?—la dulzura de la voz le hizo reaccionar, las sirenas ya se oían cercanas al lugar, todo se arremolinó, las voces, el sonido de la sangre mientras se derramaba más en el pavimento, las agujas del reloj marcando el tic tac.

Miró a Jolie, con ojos desesperados. Sus suaves ojos color miel lo guiaron a la banca más cercana. Las palabras no salían de su garganta. ¿Cómo era posible esto? ¿No lo habían capturado? No le importó que muriera, sino que en el fondo de él sabía que esto podía significar algo, debía ver a Fu, esto no daba respuestas, sólo más preguntas extrañas. Cerró sus dos manos en un puño y apoyó los codos en las rodillas.

Los policías dispersaron a las personas alrededor, el cielo gris marcaba comienzo de lo que podía ser una tormenta. No despegaba sus ojos del suelo, Jolie acariciaba su espalda de arriba a abajo en un intento de mantenerlo bajo control, si Jolie lo soltaba iba a estallar. Alguien se acercó a ella con palabras que no pudo escuchar.

 —¿Esto tiene significado para ti?—en su campo de visión entro una carta, levantó sólo sus ojos para ver al oficial.

—Adrien, cariño. ¿Esto significa algo para ti?  

—¿Por qué debería?—preguntó encogiéndose de hombros.

—Esto tiene tu nombre—con rapidez arrancó el papel de la mano del policía, la letra dorada y perfectamente curvada con su nombre trancó su pecho, el papel rústico como una hoja de otoño. 

—Gracias, oficial. Deberíamos ir a casa, cariño.

Necesito ver a Fu, pensó.  Su cuerpo era como de cemento, era imposible responder o protestar a la sugerencia de Jolie, si el tiempo le gritaba que se diera prisa esta no era la mejor forma. 

La casa de su enfermera olía a canela con algún fruto rojo, paredes blancas y ventanas donde se refleja el sol de la mañana. La mesa estaba cubierta por un mantel tejido, sillas cómodas, su hogar le hacía sentir cierta paz, todo lo contrario que le provocaba la mansión Agreste, fría y lúgubre. Tenía una taza de té caliente enfrente de él, junto con su mirada perdida y su cabello revuelto, sostenía la carta en su mano desocupada sin abrir, el papel se sentía como fuego en su palma.

—¿Crees que debería abrirla?—preguntó a Jolie sentada a su lado.     

—La primera vez que te vi—sus ojos sostenían dulzura, tenía las manos finas, algo arrugadas por su edad, pero seguían siendo delicadas—. Eras tan pequeñito.

Levantó su rostro con confusión. Jolie sacó de su regazo un libro descolorido de color marrón y lo deslizó para llegar ahí. La primera fotografía era de él y su madre en el hospital, su madre lo acunaba en sus brazos cubiertos por una manta.

—Emilie era tan fuerte. Cuando supimos que estaba embarazada todos estábamos tan felices, no podía tener hijos, fue difícil. Todos los días me preguntaba qué hacer, estaba tan preocupada por ti—se acumularon lágrimas en sus pequeños ojos, llenó de aire sus pulmones entrecortadamente controlándose, quitó los lentes de rostro—. Pero cuando te vio. Oh, Adrien. No dejaba de decir lo precioso que eras, a pesar de que naciste un poco antes de lo esperado. Mi Emilie y yo conocíamos la verdad, serías un chico fuerte. Un sobreviviente.

Mientras hablaba, Adrien no evitó que en su rostro se asomara la sonrisa que tenía escondida desde hace tanto. Veía las fotos pasando su mano en cada una de ellas, como imaginando estar de nuevo ahí con su mamá, su padre y Jolie también estaban ahí, cargándolo o dándole de comer conforme crecía. Creyó entender a que se refería Jolie.

—Jol... ¿Eres mi abuela?—con lágrimas de felicidad en sus mejillas, asintió.

—Sí, mi amor.

 Se abrazaron, Adrien rió. Todo a su alrededor brilló de nuevo. Jolie era su familia, la madre de su madre. No quería soltarla por miedo a que el viento se la llevara.

—¿Cómo es posible? ¿Por qué no te vi más? ¿Qué sucedió?—indagaba con el nudo en la garganta, unió puntos. Se parecía a su abuela, la nariz larga y perfilada.

—Era muy peligroso, Emilie quería protegernos. Ya debes saberlo, sé que viste al maestro Fu. Ella murió por nosotros, Gabriel tampoco lo permitió después de un tiempo, la primera vez que saliste como Chat Noir, sospeché que podrías ser tú. 

Sacó del álbum recortes de periódico, todos eran sobre él y de Ladybug, a cada villano que habían vencido. El orgullo hinchó en su pecho, su abuela lo amaba, sabía que hacía cosas buenas, como Emilie.

—No dejé de estar contigo, pequeño. Debes entender que tú nunca, jamás estarás solo. Tu padre, con todos los errores que pudo haber cometido, te ama. Tus amigos, yo. El tiempo de luchar se acerca, si algo sale mal, si sale bien, todos estaremos ahí. 

La atrajo hasta su pecho protectoramente, la sintió frágil a su tacto, iba a proteger todo lo que amaba, no iba a perder más de lo que había perdido ya a su corta edad.

—Hay que destruir ese miraculous. Todo se está saliendo de control.

—Plagg me contó la historia de Kevin. ¿Por qué entonces Plagg no se fue con él?

—Porque Kevin decidió renunciar. Él en su último aliento de su vida, en un instante de cordura soltó el miraculous pero nos dejó por el poder que ya contenía dentro de sí. Si tu padre obtiene tu miraculous es probable que pase lo mismo, si logramos quitarle el de Ladybug y que renuncie al suyo, estará su vida a salvo.

—Sabía que tenía el miraculous. Vi cuando un hombre se lo entregó en la ceremonia de Marinette. 

—Nooroo también tuvo que ver. El kawami de tu padre puede llegar a controlar mentes, el hombre de encargado es mi amigo, es un caballero, no se deja manipular por algo tan banal como el dinero. Gabriel lo hizo para no levantar sospechas—eso explicaba mucho, se iban llenando los agujeros, Jolie levantó sus ojos a él, temerosa—. Adrien, abre la carta.

La miró con la misma expresión, pensaron exactamente lo mismo. Con cautela, despegó el borde de la carta, se vio el borde de una hoja de papel.

¿Esto es suficiente?

Esas tres palabras eran las únicas escritas en la página.

Promesas. {MiraculousLadybug}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora