Capítulo XIX: Emilie.

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No se molestó en esperar hasta las doce, sentado en el tejado mirando las estrellas brillar. Allá, lejos de todo lo que conocía, lejos del dolor, del sufrimiento. Sentado como un gato, pensaba en su padre. No sirve de nada volver a pensar en cosas del pasado, en cosas que ya no tienen arreglo, pero era difícil evitarlo. No quería esta vida.

—Tenía el presentimiento que no ibas a esperar a las doce—declaró a sus espaldas Fu, siempre misterioso. Una triste sonrisa pasó por el rostro de Adrien—. Creo que debes de tener la llave.

Asintió. Sus nervios no se hacían notar, pero su respiración era firme y audible, de nuevo se escuchaba el escalofriante sonido de la soledad en la habitación, aun cubierta por la capa de polvo, quería limpiarlo, se dijo a si mismo que vendría y limpiaría su habitación.

—Entonces, a lo que vinimos... Toma asiento, por favor—por un segundo su traje le incomodó, la sangre en su cuerpo corría más rápido como intento escapar de lo que venía. Sin embargo, tenía que enfrentar esto y actuar como el adulto que siempre se la había pedido ser.

—Necesito saber que sucede.

—Todo comienza desde el momento del fallecimiento de tu madre. Tu padre, evidentemente no ha superado su muerte. No sé si lo sabes, Adrien. Pero tu padre tiene en su poder dos miraculous. El de la polilla y el de pavo real.

—Quiere decir entonces que mi papá sí es Hawk Moth—dio un asentimiento que lo cambio todo, dejó caer su peso en la silla y pasó las manos por su rostro. Lo esperaba, pero no quería aceptarlo—. ¿Cómo los consiguió?

—Era recuerdo de su viaje al Tibet. Fue con inocencia, ellos no lo sabían. Luego tu padre se obsesionó tanto en su magia, en saber de su poder que rayó en la locura. Tu madre en cambio luchaba, ese miraculous estaba destinado para ella.

—¿Entonces por qué no se sabe nada de ella en las calles?

—Ese es el detalle, no habían akumas. Emilie trabaja discretamente, asuntos enormes pero secretos. Era una gran mujer. Como tú eres gran hombre—contestó con respeto.             

De solo imaginar a su mamá, la mujer perfecta, peleando como él lo hacía, se llenó de orgullo. Tantos secretos de parte de su padre, jamás se lo hubiese imaginado. Los secretos son un arma peligrosa, de doble filo, pueden proteger o destruir.

—Luego de que Emilie murió en una misión, Gabriel regresó al Tíbet. Su kwami bajo la tortura le confesó sobre un libro. El libro que se me encargó y el que perdí—la sombra de la vergüenza invadió su rostro, Adrien tenía curiosidad de saber qué había pasado, el señor Fu no aparentaba ser descuidado ni despistado—. Le dijo que ahí estaba la respuesta para recuperar a su esposa. Por eso tu padre se convirtió en Hawk Moth. Él no quería usar el miraculous, solo estudiarlo y saber de dónde provenía su poder. Pero sus planes cambiaron.

Se tomó una pausa. Los pensamientos de Adrien maquinaban, intentando digerir lo que se le decía. Era información valiosa. No sólo cargaba el peso de salvar a su ciudad y quizás al mundo. Sino también a su padre de sí mismo.

—¿Cómo sabe usted todo eso? ¿Por qué no me lo dijo antes? Pude prevenirlo. Ladybug y yo pudimos prevenirlo—las palabras se sintieron como puñaladas en el corazón.

—Te lo dije, chico. El tiempo es algo complicado, impredecible y cambia el destino de cada uno de nosotros dependiendo de lo que hagamos. Y es un viejo amigo, tuve que cambiar algunas de mis cosas por esas respuestas.

—¿Qué tipo de cosas?

—Años. Él no quería aceptar, pero para ganar hay que sacrificar.

Para ganar hay que sacrificar.  Respiró profundamente, ya había perdido la cuenta de sus respiraciones, su deber era afrontar la situación, si fue escogido para esto, para ser Chat Noir, lo cumpliría hasta sangrar.

—Estamos llegando al momento de que pase, Adrien. No podemos dejarlo. Tu padre fue corrompido. Cuando un miraculous es usado para el mal, extrae todo lo bueno de la persona, lo consume y lo pudre como una fruta. Ya lo he visto antes, y con lo que cargas puesto en tu dedo—declaró con urgencia, hablando velozmente pero con firmeza, para que cada palabra quedara tatuada. Miró su anillo, el que le otorgó libertad de salir de la cáscara asfixiante de su vida perfecta—. Por esa razón lo tienes, Plagg te contará la historia. Debes buscar en los rincones de tu hogar, busca y encontrarás los miraculous. Como protectores debemos llevarlos a un lugar lejos. 

Pasó sus manos por sus hombros de forma paternal. Lo sintió como un apoyo, como cuando Jolie lo abrazaba en el hospital, las largas charlas con Nino y Alya. Sus amigos. Su familia. No los une un lazo sanguíneo sino el simple cariño. Haría lo necesario para protegerlos.

—Eres fuerte, chico. Lo sé. Te conozco desde hace mucho más tiempo que tú a mí. Las personas como tú están destinadas a la grandeza. Marinette te amaba, ustedes estaba irremediablemente destinados a ser lo que son, nuestros protectores—lo miró a los ojos y vio que no mentía. Se sintió capaz, poderoso. Por todo lo que pasó, lo que estaba pasando en su vida era necesario para convertirse en lo que es—. No murió en vano, lo juro como un guardián y también como tu amigo.

 Las estrellas se queman, sufren y sin embargo admiramos su belleza, están a lo lejos resplandeciendo. Con un propósito.

Abrió cuidadosamente la ventana de su habitación con una mueca sigilosa, no era nada temprano, aún seguía la luna en el oscuro cielo. Cayó con la sutileza de un felino a la vez que se desaparecía su traje en luz verde.

—¿A dónde fuiste?—lo sorprendió una severa voz a su espalda. La silueta de Gabriel con gruesas gafas de pasta y el cabello revuelto se levantó del costado del sofá. Todo se detuvo por segundos.

—Di una vuelta.

—No me engañes, Adrien.

—Pues entonces creo que es de familia mentir—la respuesta fue el reflejo de su frustración, se acercó a él con ferocidad levantando una mano, Adrien lo miró sin temor.

Gabriel apretó con ira los labios y tomó un respiración mientras cerraba su puño con arrepentimiento. En el último instante se dio cuenta que era un hipócrita. Y su hijo tenía razón, era un mentiroso, Adrien nunca entendió la belleza del engaño como él, era tan sincero como lo era su madre.

—Hay cosas que nunca entenderás.

—Eso es lo que piensas—no le gustaba ser grosero, pero prefería ocultar la angustia con indiferencia.

—Ten buenas noches—antes de salir le dio un largo vistazo a su anillo.

La habitación quedó sumida de nuevo en silencio, no dejaría que los planes de Gabriel dañaran el mundo, y lucharía sea cual fuese el costo.

—Chico, tienes una cara muy larga.

—Lo sé, sólo pienso—respondió taciturno a Plagg.

—No quiero admitirlo, pero te extrañé... Un poquito—Plagg era su amigo, siempre estaba a su lado y estaba un cincuenta por cierto seguro que lo quería, el otro cincuenta era por las reservas de queso en la cocina.

—Yo también, amigo, sólo un poquito—dijo achicando los dedos—. Creo que sabes que debes contarme algo.

—Él era un bueno muchacho, Adrien. Pero quería vengarse, sufrió demasiado y en parte entiendo por qué lo hizo.

—¿Qué pasó con él?

Sus verdosos ojos le dieron una respuesta indirecta.

—Cuando un miraculous es corrompido a ese nivel, no hay vuelta atrás.                     




N/A:

¡Hola! Sé que he estado ausente mucho tiempo, no sabía como terminar de desarrollar este capítulo porque era crucial para el final y esta algo cerca. Muchas gracias por sus votos, ayudenme a recomendar la historia para llegar a más personas. Los quiero.


Promesas. {MiraculousLadybug}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora