Capítulo XIII: Óleo.

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—¿Qué acabas de decir?

—Que tiene las copias del libro. Marinette me contó sobre eso, tiene descritos los poderes de los miraculous.

—Sí, así es—quedó pensativo, con que ahí fue a parar el libro cuando lo perdió—. Tenemos que buscarlo, Alya, es muy importante.

—Creo que debes ir tú solo, Marinette dijo que sólo los portadores pueden ir.

—Fuiste Rena Rouge...

—Sí, pero no es lo mismo. Fue algo momentáneo, aunque me hubiese gustado ser como ustedes—brilló por un instante la tristeza en sus ojos, pero la quitó rápidamente.

—Eres como nosotros y mejor—Adrien la palmeó en la espalda y la abrazó.

—La extraño.

—Sí—suspiró—. Yo igual.



Jolie repartió muchos besos sobre su cara, advirtiéndole que se cuidara y que no hiciera ninguna locura. Ya se había puesto sus zapatos y sus lentes oscuros, recogió sus pertenencias y las guardó en el mismo bolso que su padre le trajo. El cuarto había quedado justo como cuando llegó, las paredes blancas y beige, la cama grande junto a la mesa de noche. No extrañaría el lugar, pero se dio cuenta de que tal vez ahí empezó a descubrir verdades que cambiarían su vida por siempre.

Su padre esperaba por él en la entrada del lugar mientras él se despedía y le agradecía (con algo de vergüenza) a las personas que lo cuidaron. No quería oler cloro de nuevo en su vida.

Saludó a su guardaespaldas y creyó ver una pequeña sonrisa de su parte, también estaba alegre de verlo. Ya atardecía, el clima era algo frío para su gusto y sólo escuchaba las ruedas del carro andar y el tecleo de su padre en la laptop.

—¿Cómo te sientes?—preguntó Gabriel.

—Mejor.

—¿Podrías hablar conmigo?—lo miró con disgusto.

—Estás ocupado.

—Pues, ya terminé—cerró con paciencia su computadora, como si respirara antes de explotar.

—No sólo hablo de hoy...—volvió su vista a la ventana.

—Quiero arreglar las cosas contigo, hijo.

Adrien lo miró con el mismo frío que cuando le dijo que dejara de ser Chat Noir. Él también quería arreglar las cosas con su padre, había estado en un peligro tremendo, además de que él podía ser Hawk Moth. Pero el orgullo muerde y destruye, eso lamentablemente lo había sacado de él, perdonar y olvidar no era fácil, pero lo intentaba.

—No sé qué sucede últimamente, pero has estado extraño—le dijo, ya estaban en casa.

Bajó del auto y cerró la puerta más fuerte de lo que debió, esperaba los pasos de su padre intentando alcanzarlo como siempre lo hacía después de una discusión. Si hubiese tenido siete años esto le hubiese causado temor, pero el temor lo había enterrado en lo más profundo de la tierra.

Llega el momento en tu vida que miras lo mucho que has crecido. Que cosas que te hacían huir ahora las enfrentas con el arma en la mano, más poderoso y atrevido. Los demonios te hacen surgir, te hacen más fuerte, los problemas que podías llegar a tener te quebraban por el peso, pero ahora eres de acero.

Y era exactamente lo que Adrien sentía en ese momento.

Espero a su padre parado a la mitad de su cuarto con la vista en la alto. No intentaba ser grosero, era su padre pero debía enfrentarlo, él era uno de sus temores.

—Adrien...—dijo con aquel tono que advertía problemas.

—No dejaré de ser Chat Noir—la vista de Gabriel se heló, aunque no parecía enojado ni ofendido.

—No intentaré de convencerte. Es mi deber como padre cuidarte de los peligros—apretó el puente de su nariz para luego soltar una risa nasal—. No sé qué estoy pensando, ya no eres un niño.

Tenía la sensación de que su padre lo manipulaba, pero por otra parte quería que siguiera tratándolo como ahora. Era lo que necesitaba en aquellas primeras noches de llanto junto a las fotografías de su mamá, el calor de su padre diciéndole que todo estaría bien.

Pero eso jamás llegó, solo la ausencia y el dolor en los rincones oscuros de su habitación, susurrándole de lejos lo inútil que era.

—Papá... Sonará extraño, pero no sé qué estás tramando. Hay algo raro en esta situación y pienso descubrirlo.

—Bueno—se encogió de hombros—. Tal vez sea hora de enmendar viejos errores.

Beso la frente de Adrien para salir del lugar. Sus palabras dieron vueltas una y otra vez en su cabeza, permitiendo aferrarse sólo unos instantes a la más pura idea de tener una buena relación con su padre.

Con el hombre con el que soñaba sentarse a ver partidos de fútbol y reírse de chistes, como hacían Nino y su padre. Pero la ausencia de lo que necesitas te convierte en lo que eres.

Ya rondaban las tres de la mañana y mientras Plagg roncaba en su cabeza no podía pegar un ojo. Pensaba en como hubiese sido la vida si las cosas salieran como quería.

No se refería a cosas superficiales, sino a tener lo que se le había quitado. Su mamá, Marinette. 

El precio de ser un héroe era alto, el dolor tiene premio.

Pensó en la mirada de su mamá y en su risa, sólo había podido sentir amor hacia una risa con otra persona y tampoco estaba, estaba solo inmerso en el dolor y vacío que dejaban las personas que amaba al verlas irse.

El frío calaba en sus huesos a pesar de su grueso suéter, así que decidió levantarse a dar una vuelta por su casa. A esta hora estaba seguro que no habría nadie que pudiera ordenarle.

Los pasillos estaban oscuros, iluminados por el resplandor de la luna como si fuese un beso, se arrepintió de no ponerse calcetines.

—¿No es muy tarde para pasear?—le dijo Plagg a la vez que frotaba uno de sus ojos.

—No tengo sueño.

Pasó por el pasillo que conducía a la habitación de su padre, donde muchas fotografías ahora colgaban en las paredes, todas estas tenían en común la felicidad ahora faltante en su casa.

Las miró de lejos, admirando los detalles de los cuales no les había prestado atención.  La primera era de su padre y su madre juntos en lo que parecía ser un lugar frío, el Tíbet quizás. La segunda eran todos juntos, seguida de esta, su padre y él en la foto de luto, recordaba el día de esa fotografía como si hubiese sido ayer. 

Su vista volteó a la derecha, donde había lo que se veía como una pintura. Se acercó, estaba recubierta con una fina manta blanca que la recubría, quería verla, tenía un ligero olor a óleo, antes de poder quitarla escuchó el sonido de vidrio en el suelo, provenía de la habitación de su padre.



N/A:

¡Hola! No saben cuánto siendo haber dejado de escribir esta historia. ESTOY DE VACACIONES Y YA PUEDO ESCRIBIR BASTAAAAAANTE SEGUIDO. Así que esperen capítulos muy emocionantes.

Gracias por su paciencia y su apoyo.

Promesas. {MiraculousLadybug}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora