Plagg entró a la cerradura colándose dentro de la pintura. Los engranajes chocaban unos con otros mientras Adrien masticaba la uña de su dedo índice con nerviosismo, la temperatura del lugar se elevó cuando sorpresivamente se abrió.
Las repisas de caoba contenían objetos ordenadamente, desde la copia del libro hasta lo que él esperaba encontrar, el miraculous del pavo real. Le dio una mirada a Plagg por debajo de las cejas. Una foto de su madre resbalaba por la pared, casi rota y algo polvorosa. La tomo entre sus dedos como si fuera capaz de romperse al toque, el traje pegado al cuerpo de su madre la hacía lucir misteriosa, del color del océano. Como sus ojos. Convertida en una heroína llegó a verse amenazante.
—Hola, mamá.
Dejó la foto justo como estaba no sin antes repasarla e imaginar a su madre luchando secretamente. Unas pequeñas campanas estaban a su lado, probablemente de recuerdo de su viaje al Tíbet. No veía nada en especial en ellas, excepto que podían parecer de oro. Arrastro el libro hacia sí, pasó una mano por su cubierta, su padre no revisaba esto quizás desde hace bastante tiempo, el polvo lo recubría como nieve en invierno.
Plagg se acostó en su hombro, ojeó las páginas amarillentas de este, cuanta historia y secretos aun no revelados tendría el texto, algunas décadas entrelazadas a su historia con la actual, como ramas de un fuerte árbol.
Cada uno de los portadores existentes estaban tatuados en sus hojas, hasta Kevin. El muchacho delgado americano que perdió la vida por la codicia. Se encontró con la mirada profunda de Marinette, el peso del libro casi se resbalaba entre sus manos.
—Se escribe solo. Está conectado con el santuario y los kwamis—respondió Plagg a su asombro. Su nombre estaba escrito con letras doradas, al costado del dijo estaba escrito su nombre en chino y en francés—. Si sigues siendo tan bueno como eres, algún día estarás ahí. Tu historia se sigue escribiendo.
Pasó la hoja con calma, mirando como el cabello azabache de su compañera era extinto por la oscuridad. La historia del luto de los kwamis llegó en la siguiente capítulo, en conjunto con las consecuencias de usarlos para el mal. Sintió ira. ¿Acaso su padre no había leído esto antes de decidir convertirse en su villano? Recordó la sangre goteando en la estatua del parque, espesa. Como lo es la muerte. Gabriel había asesinado a ese hombre. Y a Ladybug. Y desconocía a quien más, pero evitó que por su cabeza pasara cualquier cifra de números.
—Esto debería estar al inicio del libro.
—Cuando se dan los miraculous se les confía a los guardianes de dárselos a gente buena. Esto es más para los guardianes que para los portadores.
El nombre y el retrato de cada una de las criaturas apareció. Una criatura igual a Plagg de color rosa era la primera.
—¿No sabes nada de este kwami?—señaló.
—Su portador murió. Aunque si es requerido y su joya se usa, tendrá que salir.
—¿Cómo provocaste la extinción de los dinosaurios, Plagg?—interrogó sin dejar de leer el párrafo de su amigo oscuro. Se encogió de hombros, tan sonrojado como un kwami puede estarlo. Se acercó levitando hasta la joya azuleja.
—Esto no parece muy bien, Adrien.
La expresión en su rostro se contorsionó en confusión. El libro cerró sus páginas dejando salir un nube de polvo que se mezcló con los últimos rayos de sol que entraron en la habitación. Deslizó sus dedos para tomar el objeto. No se veía diferente a su anillo, no tenía un color vivo. Era como si se hubiese apagado. Una grieta lo atravesaba, oscura, extraña.
—¿Por qué está así? ¿Qué sucedió?—preguntó Adrien. Su padre no tenía oportunidad de usarlo con el miraculous aparentemente roto, eso le aligeraba la carga que estaba sobre el como un fantasma. Pero su madre fue la portadora.
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Promesas. {MiraculousLadybug}
FanfictionLo sellaste con una promesa, necesito que la cumplas, no puede haber solo un oscuro y frío vacío como el final de tu vida, Chat. Posiblemente no me escuches, pero quiero que sepas que estoy aquí, soy solo viento, pero aún estoy para hacerte resp...