Capítulo VII: Romperse.

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Ojos azules.

Cabellos azabache, piel de porcelana, pecas... Muchas pecas.

La tenía en frente, mirándolo con ligero sonrojo en sus mejillas y una tímida sonrisa. La reconocía, buscaba en su mente, nadaba hasta su interior intentando averiguar quién era la chica que tenía en frente, la chica de cabello oscuro y dulces ojos. Veía a una versión de él hablando con la muchacha, él sólo era testigo de la conversación de sí mismo y la chica, sólo veía el movimiento de los labios. 

El Adrien que estaba hablando pasaba con nerviosismo la mano por su cabello en un intento de peinar su abundante melena y sonreía mostrando los dientes. No podía negar que la chica lo miraba diferente, quizás como si perdiera la respiración cada vez que posaba la vista en sus tiernos hoyuelos o en cómo sus verdes ojos brillaban al sonreírle.

Mari.

—Marinette...—susurró el Adrien testigo.

Se encontraba como la última vez, playera negra y jeans, sin zapatos o medias, cabello sin peinar. Sintió un pinchazo en el pecho, llevó su mano hasta ahí sin evitar la expresión de dolor en su rostro. La Marinette del sueño lo miró, no al Adrien con que el que hablaba, al testigo, al que se suponía que nadie veía, se acercó a él y puso una mano en su hombro.

—¿Estás bien?—preguntó preocupada, Adrien balbuceó pasmado—. ¿Puedo hacer algo para ayudarte?

—Eh...—fue lo único que salió de su boca antes de reaccionar, estaba hipnotizado, la chica no era pequeña, pero debía bajar la cabeza para observarla, ella sonrió aún con la mano en su hombro—. Sí, estoy bien, supongo... ¿Puedes verme?

—Claro, ¿por qué no lo haría?—ladeó un poco la cabeza, la campana sonó—. Debo irme, espero verte pronto.

Retiró su pálida mano con lentitud y caminó en dirección hacia las escaleras, su cabello suelto volaba junto con el suave viento de la mañana. Su pecho volvió a doler, no entendía que estaba pasando, algo le decía que no la dejase ir, que la tomara de la mano y la besara, algo se lo impedía.

—E-¡espera!—le dijo corriendo hacia ella y tomando su mano, al voltearla se encontró en la escena cuando besó por última vez a Ladybug.

Vio de nuevo sus ojos azules y quedó tan fascinado como la primera vez que los vio. Era como revivir el momento, el ardor en los músculos, el sombrío ambiente, el constante latido de sus corazones, todo igual. Ladybug movió los labios, pero no podía escuchar que decía, acercó el oído para intentar descifrar que es lo que decía.

—Despierta...—dijo con voz lejana.

—¿Qué...

—Adrien, despierta—interrumpió.

Abrió los ojos con asombro, Jolie estaba delante de él tocando su hombro para despertarlo. Cada vez que cerraba los ojos soñaba con Ladybug y despertaba con las mejillas humedecidas, quizás lloraba dormido. Se encontró extraño, algo le decía que no estaba bien, necesitaba colocarse el anillo, es lo que le decía algo muy en el fondo de él. Se sentía extraño con respecto a esos sueños.

¿Por qué soñaba con Marinette? ¿Sería el sentimiento de culpa que no lo dejaba estar tranquilo? Quizás sería el dolor que aún estaba fluyendo dentro de él al recordar que ya Ladybug no estaba, que ahora estaba solo.

—¿Te sientes bien, cariño?—le preguntó Jolie, Adrien asintió.

La enfermera le sonrió con dulzura, le extendió un vaso con agua que posiblemente tendría algún medicamento extraño que lo haría dormir de nuevo. Pero él no iba a dormir. Eran aproximadas las siete de la noche, ya habían estrellas en el cielo y el frío era evidente, apoyó la cabeza en la almohada mientras que Jolie lo arropaba y pensaba en lo que iba a hacer, no entendía por qué estaba nervioso, era su compañera de clases, era más que eso, tal vez podría acercarse a ser su mejor amiga. 

Promesas. {MiraculousLadybug}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora