Alberto Munizaga es un viejo amigo mío de la infancia, los dos somos unos sanjuaninos que llegaron a Capital Federal en busca de un mejor futuro. Nos volvimos a encontrar hace unos dos años, por mera casualidad. Alberto es un renombrado psiquiatra en la provincia, y siempre que necesito que intervenga en algún caso mío o de algún colega siempre accede de forma gratificante, con solo decir que en varios casos el fue el que encontró la llave hacia la verdad. Esa vez lo necesitaba de nuevo, así que estábamos sentados en un bar de Palermo tomando un café cada uno, con un gran ventanal a nuestro lado con vista a la ciudad.
Es un hombre holgado, de tez trigueña y ojos azules. Siempre se viste de forma despreocupada, algo que envidio sanamente. Mientras el estaba relajado, yo estaba de traje y el único gusto que me había dado ese día fue no usar corbata.
—Te ves cansado ¿Estás bien?—me preguntó mientras le echaba azúcar a su café.
—No dormí nada. Tengo un caso muy complejo encima, podría decir que el más confuso de mi carrera, hasta ahora.
—Contame.
—Es más o menos lo que te conté por e-mail.
—Ah si. Es compleja la cosa, eh—comienzo a revolver el café con la pequeña cuchara y levanta la mirada hacia mi.—Contas conmigo.
—Buenisimo, negro.
—Mandalo para mí consultorio, necesito hablar con el. Y si se salva ¿De cuántos años de cárcel se zafa?
—Tranquilamente de unos 40 años. Le metieron denuncia hasta por daños morales, temo que 40 años es poco.—di un sorbo a mi café.
—¿Café amargo? Qué asco. Para amarga está la vida, dijo mi abuela.
Me reí en conjunto con el.
—Creo que vas a tratar con un esquizofrenico.—le comenté.
—Capaz—se encoge de hombros y niega—No se. Me estás dando un pantallazo, pero capaz sea real ¿Qué sabes vos?
Me quedé mirándolo y comencé a reír, no podía creerlo.
—¿Vos me decís que de verdad este tipo fue obligado por "el hombre del cuadro" para que matará? Es un cuento o un síntoma de algo jodido, Alberto, dejate de joder.
—Esas cosas existen, boludo, lo sabes. El escepticismo no te va a llevar a ningún lado. Voy a tratar con este tipo, pero si me da la pauta de que no tiene nada relacionado con un problema mental, y ninguna característica de engaño o mentira, voy a tirarlo a la suerte.
—¿"Esas cosas existen, boludo"? Tan sanjuanino que duele. Cuestionalo bien, capaz sea la luz mala o el pomberito—bromeo y Alberto no muestra ni un rasgo de aceptación ante la clara burla.
—Que raro vos no sintiéndote orgulloso de tus raíces.
—Fue un chiste, Alberto. Yo soy orgullosamente sanjuanino.
—Si, por eso mismo el acento porteño se te pego al mes. Vos mismo me lo contaste.
Puse los ojos en blanco y di un suspiro.
—Bueno, puede ser—admiti.—Pero no estamos acá para charlar de la vida.
—Ah ¿No? Che, acordate que no soy un cliente tuyo, soy tu amigo. Relajate un poco ¿Sabes que?—lo vi apartar el café y hacerle una seña al mozo, este se acerco rápidamente.—Traeme una quilmes, y dos vasos. Nada de copas, haceme el favor, flaco.—le ordeno al mozo, y este salió directo hacia la cocina.
—Son las...—mire mi reloj—10 de la mañana ¿Estás loco?
—No, vos lo estás. Con los pibes del barrio cuando pintaba birra pintaba, ahora que sos "el señor Stancovitch" ¿Perdiste la memoria? Y haceme el favor de sacarte el saco, que si no usas por un día eso en público no se te va a caer el título por la ventana.
Le dedique una sonrisa y por primera vez después de mucho tiempo, me sentí bien. Cómodo. La amistad siempre nos salva del olvido.—Doctor, yo entre a robar a ese lugar por pura necesidad ¿Entiende? Yo no consigo laburo, el país está para la mierda y si no llevo de comer para mis hijos se me mueren de hambre ¿Entiende? Yo soy un buen tipo, labure toda mi vida pero me quedé sin trabajo y está era la única salida, tengo que mandar los chicos al colegio ¿Entiende? La cosa no es fácil, capaz para usted si, pero para nosotros no ¿Entiende?
Cuántas veces dijo "¿Entiende?" ¿Cuatro o veinte? Me quedé mirándolo y me saco los lentes para leer. Su caso era jodido, muy jodido. Asalto a un matrimonio en Avellaneda, y durante el forcejeo apuñalo al hombre del matrimonio. El ante el asombro salió corriendo y la policía lo alcanzo a las cinco cuadras.
—Si, entiendo.—remarco el "entiendo"—Voy a ser sincero con usted, señor López. Va a ir preso, inevitablemente, pero puedo lograr que le den menos años. Lo único que voy a necesitar es que me entregué un certificado para comprobar en el juicio que usted fue despedido hace poco.
—No sé si me lo den, yo trabajaba en negro—se encogió de hombros y negó.
—Bien ¿Y de que trabajo ahí? ¿De que trabajaba?
—Era remisero, pero una remisera de esas truchas ¿Entiende?
Asiento y me quedé mirándolo.
—Voy a ver qué puedo hacer al respecto.
—Yo no puedo ir preso.—noto que su tono de voz se vuelve pesado, y agresivo. Tense los hombros y me puse derecho, como un casi auto reflejó.
—Claro que puede.
El hombre se puso de pie y saco un cuchillo de su vieja campera. Mire el cuchillo y luego lo miro a el. Me puse de pie, tranquilo, tratando de no poner en evidencia la sorpresa y el miedo que comenzó a recorrer hasta mis huesos. No importa cuántos años lleve ejerciendo está rama del Derecho, siempre me siento un poco asustado ante estos improvistos. Tengo la obligación de mostrar frialdad y valentía frente a él.
—A ver, doctor, yo no puedo ir preso, yo le explico ¡Mi familia me necesita! Me gritó, apuntando el cuchillo directamente hacia mi abdomen. El estaba del otro lado de mi escritorio, así que eso me obsequio la temporal seguridad de que el asunto no va a pasaría para mayores.
—Lopez, yo lo entiendo perfectamente. Pero soy abogado, no juez, ni manejo la justicia del país, ni soy mago. Baje la voz, porque sino me veo obligado a dejar su caso.
—Yo le estoy pagando a usted.
—Obviamente, pero eso no quiere decir que yo soy su dios.
López dió una patada a la mesa, y me percate de que no realizó el mínimo esfuerzo en cruzar la mesa ni se molesta en hacer algún tipo de acercamiento hacia mi persona. Esto es la clara evidencia de un hombre desesperado, me certifica que su relato es verdad.
—Escucheme, López, voy a ayudarlo. Voy a hacer lo mejor que sea posible por hacer justicia, pero la justicia es igualitaria. Lo justo es que usted vaya preso, porque cometió faltas a la ley.
—Pero yo...
—Pero usted no quiso cometer ese asesinato. Lo entiendo perfectamente, pero lo cometió y en medio de un robo. Yo me voy a encargar de que no lo priven tantos años de su libertad.Aquella noche me quedé de pie en balcón, mientras fumaba un habano y tomaba un vaso de wisky, mirando hacia la enorme ciudad que se dibujaba frente a mi. Buenos Aires siempre es buena dispersión para los pensamientos, así que me deje hundir en un mar de edificios, autos, luces, sonidos, Capital Federal es un poema escrito a puño ligero.
De repente me encontré pensando en el caso de Manrique, me percató de algo que se instala en mi mente, un pensamiento. Deje de fumar y me quedé anonadado, miro a mi alrededor como si buscará la afirmación a lo que se viene a mi cabeza. Ingresó a la casa y dejo el vaso sobre la mesita ratona de la sala, para acto siguiente agarrar mi celular, marqué el número de Alberto.
El celular suena tres veces.
—¿Roberto? Son las 3 de la mañana, loco—escucho a mi amigo con una voz cansada del otro lado, lo acabo de despertar.
—Alberto, Manríque me cambio el relato de la historia en la segunda cita. Esta mintiendo.
—Mm puede ser.
—¡Negro, por favor!
—Tengo dos teorías. Te mintió o te dijo la verdad en la segunda cita, ya te tuvo confianza, se percató de que vos no querés ahondar en el tema, eso le dio la seguridad que necesitaba para hablar con la verdad. Me guío por la segunda, es más: la confirmo.
Me dejé caer en el sillón sin soltar el teléfono.
—¿Entonces?
—No se, Roberto. Mañana tengo mi primer cita con Manrique, dejame que lo analice un poco y después te doy un acercamiento a mi "veredicto", te lo digo así para que entiendas.
—Bien. Disculpa la hora, Alberto.
—No te hagas problema. Anda a dormir y deja de pensar un poco.
Dicho esto corte la llamada, tire el celular sobre el sofá, me puse de pie y caminando hacia el bar que está del otro lado de la cocina, saque otra botella de wisky y no lo deje caer en el vaso, sino que tomé directamente del pico de la misma.
Pensar de más se vuelve un problema, pienso, si: no hago más que pensar. Hasta el día de hoy.

ESTÁS LEYENDO
VOCES DEL SILENCIO.
ParanormalRoberto es un abogado penalista de 40 años con un gran prestigio en su ámbito. Lleva una vida bastante rutinaria y recta, donde todo está planeado y nada puede salir mal; hasta que un día la visita de un nuevo cliente hará que todos sus planes e ide...