Estacione frente al museo de bellas artes, y me quede ahi unos minutos mientras en la radio sonaba "Crímenes perfectos" de Andres Calamaro. El cielo estaba nublado y hacia mucho frio, la noche estaba cayendo dolorosamente sobre el cielo porteño, y como siempre la gente caminaba ligeramente por las veredas como si el lugar a destino los estuviera tirando de una soga, reclamandoles atención descaradamente. Yo era eso, o aun lo soy, pero muy dentro mio. Estaba dormido en algun oscuro lugar de mi alma, el tipo que me obligue a ser estaba dormido, y sinceramente no se a quien le tenia mas miedo. La respuesta se dio por si sola al mirarme en el espejo retrovisor.Al entrar al museo me encamine directo hacia la mesa de recepción. Una chica de cabello turquesa me atendio y me dio un folleto.
-Son $20, señor-me dedico una sonrisa amable.
-¿veinte pesos? ¿que cosa?-alce una ceja y frunci el ceño.-¿El folleto?
-No, no, la entrada.
-¿La entrada? Esto es estadual, lo pago todos los meses con mis impuestos, señorita.
-Señor, por favor. Tiene que pagar, encima son solo veinte pesos nada mas, no le llega ni a los talones al precio que le deben haber vendido esa campera de cuero que trae puesta, por cierto ¿es cuero natural?
Puse los ojos en blanco, para acto consecuente suspirar. Saque mi billetera y le di los benditos veinte pesos.
-Si quiere puedo giarlo.
-No gracias, capaz que terminas y me cobras veinte pesos mas.
Agarre el folleto entre mis manos, luego de guardar la billetera en el bolsillo de mi campera.
El silencio que colmaba las salas me abrazo por completo. No habia mas que un par de parejas caminando lentamente, observando los cuadros que colgaban de las paredes. La gente del arte es lenta, pero en el buen sentido de la palabra; lenta para disfrutar mas, lenta para sentirle el sabor a la vida, lenta para vivir; Se quedan de pie frente a cuadros que no hacen mas que estar quietos, pero supongo que lo que atrae es pensar que hay en la cabeza del ser que pinto ese cuadro. Todo lo que no tenga que ver con analizar nuestras propias mentes suena mejor. O tal vez buscar similitud en alguna de esas cabezas, para no sentirnos tan solos.
Alguien toco mi hombro y me gire sobre mi mismo algo sobre saltado.
-Hola, doctor.
De inmediado identifique quien era, la rubia de mi sueño con la obra de "La tentación". Me quede quieto mirandola como si se tratara del mismo cuadro frente a mis ojos. Era hermosa, el arte puro era su rostro y yo un simple expectante, de golpe como si se tratara de un suave susurro acariciandome el oido, deseoso de verdades recorde la rubia que me describio Alberto, esa famosa rubia que lo atendió en mi casa. Retrocedi automaticamente.
-Hola-salude-Disculpe, pero no se quien es.
-¿Que hace acá? Usted no es de estos lugares-dibujo una sonrisa que podria desarmar hasta batallones de guerras. Pero no a mi, yo ya estaba desarmado desde antes de verla.-No esta tan desarmado.
Abri los ojos sorprendido. No otra vez, no de nuevo.
-Yo...
-Venga, doctor-tomo mi mano y su suave piel parecía detonar oleadas de calor sobre la mía. Eléctrica, así podía definirlo.-Voy a ser tu guía ¿puedo tutearlo cierto?
-Si.
Me dedico una sonrisa y nos sumergimos entre medio de las diferentes salas.
El único sonido que acompañaba era el de nuestros pies marcando los pasos por las salas. La soledad es testigo inesperado de nuestro paseo improvisado, lo cual me deja bastante relajado; de alguna forma se que estoy en el ojo del huracan, pero no me importa.
-¿Como te llamas?-le pregunto.
-¿Crees en dios, Roberto?
-Creo en mi mismo.
-Ese es un problema importante-se detiene, suelta mi mano y me mira de frente-¿Te sentís capaz de asumir tus responsabilidades?
-Claramente.
-Mmm-me sonrie con picardia, mirando directamente a mis labios y como acto consecuente reposa su dedo indice sobre mi labio inferior-No te veo tan valiente. Sos bastante inquieto de mente, pero esta boca calla mucho.
-No lo creas. Hablo demasiado-enarco una ceja-Se cuando hablar y cuando no. Esa es la diferencia.
-¿Crees en la realidad, Roberto?
-Terriblemente.
Ella se aleja de mi y dandome la espalda la veo caminar lentamente hacia una sala diferente. No necesito que me diga que la siga, actuó por inercia y sigo su camino.
Todo esta iluminado por tenues luces frías. Todas las paredes son rojas, y los cuadros surrealistas.
La mujer ya no esta, en su lugar me encuentro con el hombre del cuadro de espaldas a mi. Me detengo por completo, y cuando busco huir me encuentro con la inexistente puerta.
《Quieto, Roberto》
Escucho una voz en mi cabeza. Comencé a respirar entre cortado y corrí directamente hacia el lado contrario, busque salida pero no lo habia. Para mi sorpresa la habitación se colmo de hombres flotando, todos eran el hombre del cuadro, todos, absolutamente. El aire comenzo a faltarme, sin poder hacer nada mis pulmones comenzaron a quedarse ausentes de aire, me estaba asxficciando.
《No corras mas, Roberto, la habitación ya no tiene salida y esta colmada》
-¡Papá!-un grito agudo me hizo levantar la vista desde el piso, y abri la boca sorprendido al ver a mi hija de pie frente a mi.-Corre, corre por favor, busca a mamá ¡por favor!
-Hija...yo-los ojos se me llenaron de lagrimas cuando de mi boca se desprendió aquella simple palabra, pero tan llena de necesidad de perdón.
Antes de poder proseguir, la habitación quedo vacía nuevamente, y de pie frente a mi estaba la rubia. Esta se puso en cuclillas, y me dedico una sonrisa.
-La vida imita al arte ¿no te parece?
-¿Donde esta mi hija?-pregunte desesperado, logrando al fin ponerme de pie como pude. La agarre de la muñeca y la aprete, sin dejar de mirarla a los ojos-Decime donde esta.
-Muerta, Roberto ¿perdiste la memoria?
Negué. La empuje y salí corriendo de la habitación, directamente hacia la salida del museo.
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VOCES DEL SILENCIO.
ParanormalRoberto es un abogado penalista de 40 años con un gran prestigio en su ámbito. Lleva una vida bastante rutinaria y recta, donde todo está planeado y nada puede salir mal; hasta que un día la visita de un nuevo cliente hará que todos sus planes e ide...