Capitulo 5

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Llegué hasta mi oficina casi arrastrandome, me dolian las piernas y las gafas de sol hacían de secuaces para tapar la verdad. El alcohol tomó ventaja nuevamente, me siento de cien años más. Abrí la puerta con la mirada hacia el piso y levanté mis ojos hacia el frente. Me detuve en seco al ver un hombre sentado en mi escritorio, un hombre angustiado y nervioso. Su tez es morena, cabello negro y de contextura delgada.
No sabía qué hacer, no me miraba, estaba inmerso con la vista hacia abajo, hacia sus pies. Trague saliva. "Es un ladrón" pensé.
-No.
Contesta, si, acababa de contestar a un pensamiento mío. La piel se me puso de gallina, trague saliva y me oblige a caminar hacia el. Su atuendo era amarillo, muy amarillo.
-¿Quien sos? Voy a llamar a la policía-lo amenacé, extendí la mano para descolgar el teléfono, y este me agarra con fuerza la mano. Sigue sin mirarme a los ojos pero ahora está de pie.
Tiemblo, tiemblo por dentro, su mano era fría, tan fría como la muerte.
-Mi señora está embarazada-susurro con tristeza, sentí como si el nudo de su garganta se comenzara a formarse en la mía.-Mi esposa y yo teníamos que ir juntos a un casamiento a fin de mes.
-No se de que habla.
-Íbamos a comprarnos ropa y...
Escucho el sonido de un disparo que se hace oír en toda la casa, miré asustado para todos lados. El llanto de una mujer comienza a llenar la habitación.
Siento pánico, bronca, dolor, angustia, mucha angustia.
Levanté la mirada y me encontré con los ojos del hombre. En sus ojos están "el espejo falso" en llamas.
Escucho el sonido seco de un grito pidiendo auxilio, por consiguiente pude ver como el piso empezaba a quebrarse, el estupor me abordó por completo y me envuelve en un miedo nefasto. Cerré los ojos asustado
-¡NOOO!
Abro los ojos. Estoy acostado en el sillón de mi oficina, solo.
Miré a mi alrededor asustado, aún me sentía un tanto sumergido. El cuadro estaba en el suelo.
Decidí titular el suceso como una pesadilla, culpando al alcohol, y también un poco a la angustia.

Era el cumpleaños número 5 de mi sobrino. Estacione el auto en la puerta del hotel y bajé, abri el baúl y saqué dos bolsas de regalo. Me desajuste la corbata. Al entrar al hotel optó por tomar el ascensor, mi cuerpo está agotado. Me detengo en la puerta de la habitación 508, golpeó solo dos veces y esta se abrió inmediatamente, mi sobrino se abraza a mi. Es un nene de tez morena y grandes ojos marrones, tiene un par de pecas en las mejillas y su cabello está lleno de rulos.
-¡Papá! Llegó tío Roberto-anuncio y me agarró fuerte de la mano.
-¡Eh loco! ¡Feliz cumpleaños!-le dije agarrándolo entre mis brazos en un fuerte abrazo.-Mira lo que traigo-le mostré las bolsas.
Joaquín abre los ojos sorprendido y me quita las bolsas, corre entre risas hacia la mesa y se sienta ahí.
Sonrió un poco ante la escena y me encuentro con la figura de mi hermano saliendo de lo que supongo es el baño. Se notaba cansado, agotado y tenía los ojos hinchados. Lo conozco tanto que no necesite preguntarle si había estado llorando.
Me acerco a él y se lanzo en mis brazos, como si buscara que lo protegiera. Andrés es el menor y yo el mayor de una pequeña familia adoptiva. Cuando lo abrazo me parece traer al recuerdo cuando lo tuve por primera vez en mis brazos, el era un bebé de 6 meses y yo un nene de 4 años que hacía nada lo habían abandonado en una iglesia católica. Tuve la suerte de que los hermanos del cura que llevaba la parroquia de Andacollo estaban tramitando para adopción y les di lástima, así que se empeñaron en darme un hogar. Andrés es mi hermano, mi hermano de crianza, de la vida, mi hermano. El era el claro ejemplo de que a veces la vida quita, pero da para mejor, ninguno tenía familia sanguínea pero nos teníamos a nosotros, eso bastaba.
-Gracias por pagar el hospedaje, Roberto. Estoy destruido.
-Te pido perdón por no poder llegar al velorio ni al entierro, tuve un juicio hoy temprano. El trabajo me está matando-me disculpé. Ambos nos sentamos en el sofá.
-No pasa nada-dijo desanimado-Paso todo muy rápido. Ella ya venía mal, al último no quiso hacer la quimioterapia así que se entregó a la muerte. No le importamos, Roberto-lo último lo largo con bronca, como si ella estuviera enfrente de nosotros y se lo reprochará.
Apoye la mano en su espalda cuando lo vi esconder su rostro entre las palmas de su mano, y comenzó llorar como un nene.
No podía abrazarlo, me costaba abrazar a la gente desde que tengo uso de razón. Solo mi sobrino recibe ese afecto de mi parte... Joaquín y alguien más.
-Andrés, ella lucho hasta el último. Estaba cansada, deteriorada, ya no era vivir eso.
-¡Faltaba nada para el cumpleaños de Joaco, Roberto!-grito, y veo como Joaquín se asoma por la puerta del cuarto. Mi hermano lo miró y secó sus lágrimas.-Anda a jugar, hijo, más tarde pedimos pizza.
-¡Siii!-exclamo alegremente el niño, que con clara evidencia no entendía nada de lo que está pasando.
Lo veo irse nuevamente al cuarto y yo y Andrés quedamos nuevamente solos.
-Tengo miedo de ser poco, Roberto.
-No lo vas a ser, sos un excelente hombre-lo alenté. -Quedate a vivir acá en Buenos Aires.
-Ni en pedo-dice negando-antes muerto.
Me rio al escucharlo, y noto una suave sonrisa asomándose en sus labios.
-¿Cómo está San Juan? ¿Cómo está todo por allá?
Decidí desviar el tema un poco, se que mi hermano seguramente estuvo preguntándose durante todas esas horas sobre la muerte de su esposa, y se avecinaban días aún más difíciles. Así que opte por darle unas previas vacaciones a su mente.
-Igual que siempre pero más ciudad. Está muy lindo. Por ahí me encuentro a tus amigos, y siempre me preguntan por vos, que cuando vas a ir.
-Hablo con ellos siempre por facebook o WhatsApp-dije de forma despreocupada. Me acomodé en el sillón y suspiré.
-No es lo mismo, Roberto, el cara a cara siempre es más entretenido.
-Obvio. Pero el laburo no me deja.
-¿El laburo? Me parece que lo tenés como excusa. Sos tu propio jefe, tomate unas vacaciones y andate para allá.
-Si, ya voy a ver.
Veo de reojo a Andrés hacer una mueca y negar.
-Deja de escapar.
-No escapó-respondí encogiéndome de hombros.
-Sabes que si, a mí no me lo niegues. Yo estuve al lado tuyo cuando decidiste irte. Ya pasaron 20 años, Roberto.
Mire mi reloj de muñeca, ni siquiera vi que hora era, pero sentía la necesidad de irme.
-Para.-me detuvo apoyando su mano en mi hombro, eso es una vida uno junto al otro, sabia que estaba pensando y cuál iba a ser mi siguiente acción.-Perdoname, no quise ser tan estúpido. Me olvidó que fue alguien importante para vos.
-A veces quisiera que este muerta.
Murmuré, y siento como mi hermano quita su mano de mi hombro.
-¡Roberto!-exclamo sorprendido, y un poco enojado.
-Perdón, pensé en voz alta.
Dije casi en un susurro agachando la mirada, mire las palmas de mis manos. Siempre sentían la ausencia de las suyas...las de ella.

VOCES DEL SILENCIO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora