Siete y cuarto de la mañana.
La alarma sonó anunciando el nuevo despertar, me retorsi y me hice una bola en la cama. No queria abrir los ojos, no queria levantarme, no queria tomar café, no queria cambiarme y no queria salir a la calle para hundirme entre medio de una infinidad de masas, en las cuales jamás quiero participar.
Un rayo de sol se filtra a través de la pesada cortina, que desconecta mi exterior con mi interior.
La alarma vuelve a sonar y me indigno. Quite con bronca las sabanas que me cubrían, para luego sentarme automáticamente en la cama.
Mis pies recorrieron el trayecto de la sala a la cocina, con pesades llegue hasta el teléfono de casa y puse a reproducir los mensajes, mientras que a la vez abría las cortinas y ventanas luego de cinco meses de estar prácticamente sumido en una profunda ¿depresión? Carajo, el psicólogo lo había dicho asi, pero yo sentía que no era tan dramatico, sino era mas bien un shock, algo que tuve que afrontar de golpe, aunque sabia con exactitud que era algo dormido dentro de mi, un sentimiento no tan libre de culpa ya que siempre estuvo ahí y yo me dedique a esconderlo debajo de la alfombra. Un monstruo.
Los mensajes se reprodujeron hasta que llego el numero 20, mas o menos. Era Paula.
-Roberto...se que no deberia, no tendria que estar llamando pero estoy preocupada. Hable con Alberto, tu amigo ¿te acordas?-tenia depresión, no alzheimer, pensé. Puse los ojos en blanco y negué-Bueno, me dijo que estabas con depresión y que te negas a hablar con nadie ¡ay querido! ¿yo provoque esto en vos? No quiero hacerlo de nuevo. Camila...Camila, ella...-escuche como su voz se hacia un hilo y culminaba en un suave llanto. Me hacerque lentamente hasta el telefono, como si en vez de aquel artefacto Paula estuviera de pie ahí.-Perdoname. Perdón. Te amo...
Lo ultimo me tomo por sorpresa, tanto que reproduje ese mensaje unas diez veces. Al ultimo termine desconectando el telefono y reventandolo contra la pared.
《No, Roberto, los sentimientos no se callan rompiendolo todo》
Susurro una voz dentro de mi cabeza y di un grito, dejandome caer sobre el piso tapando mis oidos.
Silencio.-¡Roberto!-los brazos de mi amigo me rodearon en un fuerte abrazo. Me sentia como si acabara de llegar de la guerra y me reencontrara con mi familia, mi pasado no tan pasado.-Veni, pasa.
Al entrar a la casa de Alberto, y verme reflejado en uno de los espejos, me senti algo debil. Hacia tanto que no me enfrentaba con un espejo, que al verme note las secuelas de meses de ausencia, pero de mi mismo. Estaba delgado, demasiado, ojeroso, con barba y el cabello me llegaba casi a los hombros. No podia mirarme mas, era como verme de lejos con un desconocido.
-Gracias-murmure al sentarme en una silla, que me ofrecio Alberto. Estabamos sentados en el jardin de su casa. Un lugar lleno de canarios, todo tipo de plantas y un pequeño lago hecho por el mismo loco sentado frente a mi. Su mucama no tardo en traernos una jarra de jugo, y servirnos a cada uno en un fino vaso de vidrio.-¿Y que onda?-pregunte al ver como la mujer se alejaba.
-¿En serio preguntas? Hermano, hace cinco meses que no se nada de vos y estamos viviendo en la misma ciudad. No sabes lo preocupado que estuve, me canse de irte a buscar.
-Lo se, el timbre sonaba todo el día. Que hincha huevos que sos.
-Me preocupe. Tenias depresión.
-Menos mal que son "secretos profesionales"-murmure negando y di un sorbo al jugo.
-Ay Roberto ¿por que sos asi, loco?
-Decime si no estoy en lo cierto.
-Lo estas, pero eso podemos charlarlo mas tarde ¿por que carajo fuiste tan frio?
-Porque me sentia muy mal, queria morirme. Es mas, creo que todavia quiero morirme. Necesitaba estar solo, Alberto, mataron a mi hija y estuve defendiendo a su asesino ¿entendes? Aparecio la otra imbecil, siempre que aparece trae desgracia.
-¿De quien hablas?
Nos quedamos mirando. Sabia hacia donde iba.
-Paula.-su nombre se me hacia amargo, pero lo peor era que me hacia moverme incomodo en mi silla.-Esa hija de re mil...
-Para-me detuvo-¿Charlaste este tema con el psicologo?
-Si.
-¿Y?
-Hablo pelotudeces que yo ya se. Para lo único que sirvio fue para decirme que tengo depresión y derivarme a un psiquiatra. La psicología, después de la politica, son las ciencias mas innecesarias del mundo.
-La verdad. Y el derecho ¿que onda?
-Me chupa un huevo.
Mi amigo se hecho a reir y sirvio mas jugo a mi vaso. Luego de ello encendí un cigarro.
Nos mantuvimos así en silencio por largos minutos, mirando hacia la nada. Ninguno se atrevió a romper el silencio, yo ya iba por el cuarto cigarrillo, así que Alberto fue el de los honores.
-Estas fumando muchísimo.
-Empezamos.
-¿Como te sentis?
-Ya te dije que me quiero morir.-murmure, sin levantar la mirada-No dejo de escuchar las voces. Todo el tiempo.
-¿Le hablaste de eso al psicologo?
-Si. Me derivó al psiquiatra, pero nunca fui.-trague saliva-Todas las noches veo un tipo que va a visitarme y se sienta en la punta de la cama. Al principio me daba miedo, pero ya no, es como ver a un ángel negro. Capaz el infierno y el cielo existen, yo me merezco el infierno-levante la mirada hacia mi amigo-Veo sombras que me siguen del baño a la cama, como unos escoltas.
-Roberto, es ezquisofrenia.
-No-me negue-Estas cosas son reales. Manrique me lo dijo ¿te acordas? El me dijo que era el principio de todo, y yo me reí-me moví desesperado en mi silla y me acerque mas a mi amigo, agarrandolo de su remera.-Alberto, el tipo fue a buscarme a casa.
-Para, Roberto, soltame-yo aprete mas los puños-Soltame que me estas haciendo mal. Tranquilo, yo estoy aca ¿si?
《Nunca hay nadie》
-Alberto, ayudame-susurre.-El fue a visitarme y me dijo que...
-¿Que te dijo? ¿quien fue?
-El hombre, un hombre-lo solté lentamente.-Ese hombre.
-¿Manrique?-negue-¿Quien?
-El señor del cuadro. Y me regalo esto-meti mi mano dentro de mi bolsillo, sacando de el un pequeño trozo de papel.-Mira.
Alberto lo agarro entre sus manos, para luego leer el contenido. Levanto la mirada hacia mi.
-Es la dirección del museo de bellas artes. Y tiene el numero de la sala.
-Si.
-Roberto...¿vas a ir?
Me quede mirandolo, y asenti.
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VOCES DEL SILENCIO.
ParanormalRoberto es un abogado penalista de 40 años con un gran prestigio en su ámbito. Lleva una vida bastante rutinaria y recta, donde todo está planeado y nada puede salir mal; hasta que un día la visita de un nuevo cliente hará que todos sus planes e ide...