Di un respingo y me di la vuelta inmediatamente. La pequeña niña tenía el cabello oscuro ondulado y unos grandes ojos verdes, su tez era no blanca sino pálida. Cerré los ojos y los volví a abrir deseoso de que se tratara de una alucinación.
-¿Quien sos?-pregunte con la voz temblando. La nena me regaló una tierna sonrisa, pero yo sentí pánico.-¿Como carajo subiste a mi auto? ¿Quien sos?
Pregunté nuevamente.
-Soy Ángela.
Su voz dulce y aguda me hizo preguntarme hasta por qué había estudiado Derecho. La mire un momento, no sabía de quién se trataba, pero eso no me importaba ¿Como había entrado?
-Aja, Ángela ¿Quien sos?
-Tu hija.
-Yo no tengo hijos.
-Si. Si tenés, soy yo.
-¿Me vas a querer discutir sobre mi vida sexual, nena?-le pregunté indignado.-Yo no...
Detuve mis palabras en seco. El recuerdo me golpeó el inconsciente y abrí la boca sorprendido.
-Si, soy hija tuya y de Paula.
-No sé quién es Paula, así que bajate del auto.
Mi tono de voz no abandonaba la ira, y mi cabeza muchísimo menos.
La nena se acercó más a mi, clavando sus ojos verdes en los míos me sonrió. Su sonrisa era exactamente igual a la de su madre, tuve que quitarle la mirada para no sentir la necesidad de golpearla también.
-"Y a mí me volvió loco tu forma de ser, y a mi me volvió loco tu forma de ser, tu egoísmo y tu soledad..."
Su canto fue como una apuñalada en el medio del corazón; mi cabeza comenzó a traer recuerdos míos y de Paula bailando esa canción en el baile de egresados, cuando los dos estábamos enamorados y todo se mostraba próspero; me parecía sentir todavía su suave piel bajo mis manos que destilaban una invitación lujuriosa sin ni siquiera mediar palabras.
Sacudí la cabeza y trate de bajar del auto, pero al querer abrir la puerta está se encontraba con seguro, trate de tirar de el pero estaba trabado.
-¿Como podés defender al asesino de tu hija?
La voz infantil me hizo girar nuevamente. La mire sin comprender sus palabras, expectante de lo consiguiente que fuera a decir.
-¿Qué?
-Lo estás defendiendo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, mi gesto se suavizó y no se por qué, pero me sentí angustiado con una enorme necesidad de abrazar su pequeña persona.
El fuerte estruendo de la ventanilla rompiéndose me tiró de la enorme atmósfera de misterio que me rodeaba. Los vidrios volaron, y yo me tire bajo los asientos escondiéndome.
Observe una larga mano meterse desde la ventanilla de los asientos de atrás, está tiró del seguro abriendo la puerta. Alberto me miro desde allí afuera.
Unas luces azules me deslumbraron la vista, haciendo que entre cerrará mis ojos.
-Roberto, salí. Estamos acá para ayudarte, hermano.
Temeroso salí del automóvil, pude divisar una patrulla policial. Alberto estaba junto a unos policías. Mire hacia los asientos traseros de mi auto, recordando a la pequeña niña, la cual ya no estaba.
Sentí la mirada de todos sobre mi, los mire preocupado absorto en lo que acababa de pasar.
-Alberto, la nena no está ¿No la viste salir? Estaba llorando.
-¿Que nena, Roberto?
-Una nena que había sentada en los asientos de atrás.
Dirigí mi mirada hacia todos lados, en busca de encontrarla entre medio de los árboles o casas. Mi amigo tomo por los hombros llevando mi mirada hacia el y me zamarreo un poco.
-Roberto, escuchame bien. Estabas solo en el auto, no había más nadie.
Negué consecutivamente.
-No, yo la vi, no es joda. Por favor creeme, negro-le rogue. Los ojos se me inundaron de lágrimas y apreté los párpados, evitando comenzar a llorar.-No fue una locura.
Espete y me lance a llorar en los brazos de Alberto, este me abrazó con fuerza contra su pecho.
-Tranquilo, amigo, tranquilo. Vas a salir de esto, te lo prometo.La tercera pastilla de clonazepam del día. Hacia dos semanas de lo sucedido con la nena detrás del automóvil. Hacia dos semanas que escuchaba voces por todos lados, que solo eran silenciadas por una pastilla. Hacia dos semanas que las pinturas cobraban vida llenando la casa de caóticas alucinaciones.
Hacia seis meses que mi vida era un puto loquero viviente.
Me pasaba las noches pensando que el silencio frente a tantos años de dolor al fin estaban provocando sus primeros destrozos, esto solo era el comienzo de una vida llena de penas; yo era el culpable de todo, era totalmente punible frente a todas estas acciones, y todo eso me estaba comiendo la psiquis lenta y dolorosamente.
Aquella mañana decidí ir a visitar a mi hermano al hotel. Hoy era su último día en Buenos Aires, lo cual era la excusa perfecta para llegar de forma improvisada al hotel.
Al llegar a la puerta golpeé y este inmediatamente abrió, me estaba esperando.
-¡Rober...!-su sonrisa se desdibujo, dedicándome un gesto preocupado.-¿Roberto? ¿Estás bien?
Negué.
-No. Estoy loco, Andrés, siento que no hay vuelta. Me estoy muriendo en vida.
Las palabras salieron como represa de agua atascada en el dique.
No tarde en sentir los brazos de mi hermano tomarme y acobijarme entre ellos.
La noche la pasé en el hotel junto a él y mi sobrino, tratando de evadir las inevitables sensaciones que comían mi cabeza. Increíblemente todo marchaba sobre un excelente orden, nada desbordaba fuera de ello.
Una vez que Joaquín estuvo durmiendo en su cuarto, yo y Andrés nos fuimos al balcón a tomar unas cervezas. Le comenté sobre todo lo que venía aconteciendo, desde principio a fin.
El viento de la noche porteña me embriagaba dulcemente, a la vez que la ciudad y sus eternas luces se dibujaban como un sin fin de sensaciones bajo nuestros ojos.
Observé a mi hermano de reojo, los dos estábamos contemplando la ciudad. Luego de mi relato el silencio se hizo llegar, pero no tuvo mucho protagonismo.
-Me siento mal sobre algo-murmuro Andres, dando otro sorbo a su cerveza.
La luna hacia su presencia a duo con una noche estrellada, desde esa altura me sentía tranquilo, como si los problemas solo llegarán cuando tocaba el suelo de la ciudad.
-Yo sabía que tenías una hija.
La voz de mi hermano destruye por completo la paz. Guie mi mirada por completo hacia el.
-¿Qué?
-Si. Eran rumores, pero yo sabía que era hija tuya. A la nena la conocí hace como quince años atrás o mas, sinceramente ya ni me acuerdo. Cuando la vi te me viniste a la mente de golpe, es igual a vos.
-¿Como pudiste, Andrés? La puta que te parió ¿Como no me vas a decir?
-Perdoname, Roberto, es que vos estabas hecho un quilombo. Te alejaste muchísimo de la familia, te fuiste de San Juan escapandote de Paula ¿Que querías que haga? ¿Que levantará el tubo y te dijera que la llames por qué tenía una posible hija tuya? No me olvido más de la vez que te despedimos con papá y mamá en la terminal, estabas hecho un desastre, los ojos cansados, desprolijo, ojeras. Roberto, el amor te hizo caer hasta en el alcoholismo ¿O ya te olvidaste? Por más que evadas tu pasado, eso está ahí todavía. Te viniste para acá en busca de un futuro, una vida nueva, y yo no quería terminar de matarte en vida. Esa hija lo único que iba a hacer era enquilombarte más la cabeza. No lo merecías, y no lo mereces.
-Mas enquilombado que ahora, no creo.
-Te guardaste mucho, metiste cosas debajo de la alfombra, era obvio que todo eso te iba a pasar factura tarde o temprano, de alguna u otra forma.
Me moví incómodo por el balcón y me detuve en el otro extremo, dándole la espalda.
-¿Ella se volvió a casar?
-Si. Se volvió a casar unas cuantas veces.
Apreté los párpados, agachando la mirada. Sentí los pasos de Andrés acercarse, hasta ponerse a mi lado, dió unas cuantas palmaditas a mi espalda y levanté la mirada hacia el.
-El amor por ahí duele. El amor sabe ser muy duro algunas veces, pero te voy a decir una cosa: el amor deja de ser amor cuando empieza a destruirte la vida.
-Lo se, pero no sé cómo pelear contra eso.
-Es que vos nunca peleaste contra esto, Roberto, venís hace veinte años casi, evadiendo todo. Es hora de que le hagas frente, la única solución está en el enfrentamiento.
Hice una mueca de aceptación, y le quite la lata de cerveza. No tarde en escuchar la alegre risa de mi hermano escapar de sus labios. Y yo después de varios días, volví a sonreír.

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VOCES DEL SILENCIO.
ParanormalRoberto es un abogado penalista de 40 años con un gran prestigio en su ámbito. Lleva una vida bastante rutinaria y recta, donde todo está planeado y nada puede salir mal; hasta que un día la visita de un nuevo cliente hará que todos sus planes e ide...