Capitulo 18

10 1 0
                                        

22:30 de la noche.
Me encontraba sentado en el piso de mi casa leyendo libros sobre arte surrealista, buscando en internet información sobre los autores de los cuadros que colgaban en mi oficina, buscando algo que me hiciera reafirmar mi escepticismo y no alimentará el miedo hacia "ese algo" que estaba creciendo dentro de mi.
El teléfono de la casa sonó. Pude escuchar como Matilda atendia, unos minutos después esta me acerco el inalámbrico.
-Señor, creo que debería atender. Es Alberto.
-¿Es muy urgente?
-Si.
Le recibí el teléfono a Matilda y conteste.
-Loco.
-Roberto, tengo noticias-contesto mi amigo, del otro lado-Manrique.
-¿Que paso?
-Se escapo del psiquiatrico hace unas horas. Tene cuidado, haceme el favor y...
-¿Como que se escapo? ¿quien cuida a los psiquitrico? ¿dos duendes disfrazados de milicos?-grite enfurecido.
-Calmate, Roberto.
-¿Como queres que me calme? ¿Como? El asesino de mi hija se escapo ¿y vos queres que me calme?
-Roberto es que...
Corte la llamada y lance el telefono contra la pared. No lo podia creer. Comence a respirar entre cortado y apoye la espalda contra la pared.
Me deje deslizar hasta quedar completamente sentado en el piso.
¿Por que la vida se esmeraba tanto en destrozarme? ¿acaso nunca es suficiente? Me pregunte internamente, una y otra vez, tratando de crear de alguna forma un respuesta que me llevara a una lucidez espontanea. Nunca habían respuestas, pero siempre existían preguntas. Y cuando la vida lograba calmar mis ansias, las preguntas se cambiaban y yo volvía a caer. La caída jamás terminaba; me sentía aturdido, cansado, triste, agobiado.
-¿Señor, esta bien?
Solo asenti ante la pregunta de mi empleada, y cerré los ojos un momento, para luego volver a abrirlos.
-Matilda, voy a pedirle un favor.
-Si, señor.
-Llame a Dana y avisele que esta semana no voy a ir a mi estudio.
-¿Le justifico con algo?
La mire un momento y enarque una ceja.
-Soy el jefe.

Bailaba como quien no quiere recordar el pasado, y se reía como dios. Supongo que dios se reía así, por la majestuosidad de su escencia, y el eterno deseo del paraíso. Un ángel.
《Que hermosa mujer》 pensé una y otra vez, mientras daba mi ultimo trago a mi octava botella de cerveza de la noche. Me desprendí la camisa, dejando entre ver un poco mi pecho.
La chica de cabello ondulado y achinados ojos color miel dirigió la mirada hacia mi, lo cual me certificó lo que estaba esperando.
《Buscala》 susurro una voz, pero no hice caso. Le quite la mirada, y dirigi mi mirada hacia el mozo para que me trajera otra cerveza mas.
3:30 de la madrugada. Si no existe escape de la realidad, entonces el alcohol me va a hacer crear una nueva.
Tambaleé por el bar, como pude salí de el y me encamine hacia mi auto. Detuve mi paso en seco al ver a la chica de hacia unas horas, caminando sola en dirección contraria. Como pude la segui, esta apresuro aun mas el paso. Las calles estaban oscuras y silenciosas, de cierta forma envidie la fachada.
La tome por la muñeca y la gire.
-¡Suelteme! ¿que hace acá? ¿por qué me sigue?-grito la morena. Aunque su rostro transmitía gran inseguridad, yo sonreí.
-Me estuviste mirando. Vi como bailabas, no te hagas.
-¿De que carajo habla usted?
-¿No me vas a dar un beso?
-¡No!
Me empujo un poco, y trastabille. La ira se apoderó de mi; sin mas nada que decir la agarre con fuerza de los brazos llevándola directamente hacia detrás de uno de los arbustos que estaban entre medio de la oscuridad.
-Quedate callada porque te juro que te mato, hija de puta ¿me entendiste?
Antes de que terminara la oración la chica dio un grito. Tape su boca con la palma de mi mano y la mordió.
-¡Auxilio!
-¡Callate!-la tire contra el piso y me lance sobre ella.
Ante su nuevo intento de socorro, cerré el puño y la golpeé en el mentón; lo cual la silencio, dejándola casi inconsciente.
Baje mi jean como pude, levante su corta pollera, y sin mas la penetre.
-¿Por qué?-pregunto con un hilo de voz debajo mio-¿Por qué, Dios mio?
Coloque mi mano derecha sobre su cuello, apretando, y comencé a embestirla con fervor a la vez que la oía llorar desconsoladamente.
No se cuando, pero su llanto cesó.
Levante la mirada y descubrí dos cosas:
Acababa de matarla. Y era mi hija.

VOCES DEL SILENCIO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora