Le quite la mirada y trate de contener las ganas de reírme en su cara.
—Manrrique, creo que se está yendo de tema.—me dedique a contemplar la ciudad; se que debería estar con la mirada en el tipo que estaba detrás de mi, se trataba de un asesino, violador y ahora empezaba a sospechar que se trataba de un posible esquizofrenico. Pero estaba acostumbrado a tratar con clientes así, de ese rango de peligro. La rama de lo penal en el derecho siempre con llevaba a este tipo de situaciones.
¿Por qué no le tenía miedo? Simple, si algo había aprendido de la experiencia de mi carrera era que el si te estás ahogando corres hacia la salvación, nunca vas a ir en contra. Y yo soy la salvación.Aquella noche termine pasandole el presupuesto a Manrique y una vez que lo despedí en la puerta de mi casa, cerré la puerta para sumergirme directamente en mi oficina. La tenue luz de la habitación regalaba un merecido descanso para mí vista. Sobre el escritorio, como siempre, habían expedientes, notificaciones, algún que otro libro de juristas y un anotador en el cual anotaba nombres y direcciones de forma totalmente desorganizada. Siempre fui un tipo desorganizado, pero el Derecho me había regalado la obligación de organizarme, aunque uno siempre revalza en alguna que otra parte: en mi caso, ese bendito anotador.
Me recoste sobre el sillón, sacandome los zapatos, estos hicieron un fuerte ruido al caer, el silencio fue interrumpido medio segundo. Cerré los ojos en busca del porque todo estaba resultandome tan pesado últimamente ¿Los años? ¿Las vacaciones que hace ya 15 años no me tomo? ¿Asignaturas pendientes con la vida?
Alguien golpeó la puerta de la oficina y me sobresalte un poco, me senté en el sillón mirando directamente hacia la puerta.
—Adelante.
Nada. Me saque los lentes de descanso y me puse de pie, del escritorio cayeron un par de papeles. Un segundo golpe, que pareció moverme todo por dentro, haciendo un eco en mi cabeza. Carajo.
Me apresure está vez y abrí la puerta de un solo tirón.
Matilda me miro un poco asustada del otro lado.
—Matilda sos vos—cerre los ojos relajandome y suspire, para luego abrirlos.—Pense que hace rato te habías ido. Ya te pasaste de tu hora.
—Si, señor. Disculpe, resulta que usted me había pedido que trate de contactarme con el plomero por el temita del gas ¿Recuerda?
—Cierto—asenti.—¿Pudiste comunicarte?
—Si, señor. Mañana a las 10 de la mañana va a estar acá. Ahora me pasó a retirar.
—Gracias, Matilda. Que descanse.
—Que descanse, señor—se despidió con una sonrisa e hizo su camino hacia la puerta de salida.
Cerré la puerta de la oficina sumergiendome nuevamente en la soledad, está vez una soledad cierta.
Me acerque al escritorio y me incline para recoger los papeles que se habian volado producto de alguna brisa que se colo por la ventana.
Un expediente que por suerte no se desordeno, un dibujo de mi sobrino, el número de un cliente, ¿Y un papel en blanco?
Deje los demás papeles y concentre mi atención en ese papel, lo gire para encontrarme un corto escrito:"Asignaturas pendientes con la vida"
Levanté la vista mirando lentamente por toda la oficina, a la espera de encontrarme con algún intruso. Camine hacia la ventana para comprobar que está estuviera abierta, dando evidencia. La ventana se encontraba cerrada.
Regrese la mirada hacia el papel que ahora mis manos apretaban con fuerza.¿Que había sido eso?
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VOCES DEL SILENCIO.
ParanormalRoberto es un abogado penalista de 40 años con un gran prestigio en su ámbito. Lleva una vida bastante rutinaria y recta, donde todo está planeado y nada puede salir mal; hasta que un día la visita de un nuevo cliente hará que todos sus planes e ide...