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7:50 pm

Observo en la pantalla de mi móvil la hora. Era la hora perfecta, el momento justo en que el atardecer hacía mayor acto de presencia y comenzaba a dejar rastros de su partida.

Era perfecto observar tan bella escena desde mi lugar de siempre, la azotea del edificio donde vivo.

Llevo el bolígrafo a mi boca y por acto inconsciente muerdo del tapón, como si dicho acto atrajera la inspiración que justo ahora necesito. Sonrío al nuevamente ver ante mi esos desconocidos ojos, esa mirada que desde tanto tiempo me persigue y se reproduce en mí mente como una necesidad básica.

Escribo, comienzo a escribir en mi pequeño cuadernillo un par de líneas que cruzan por mí mente al finalizar el viento me despeina un poco y me orilla a observar con más detalle el como el Sol se esconde entre los edificios que me impedían ver con claridad su partida.

Y nuevamente vuelve a reproducirse aquella mirada, dejándose ver ante mi tan lejana, borrosa e indiscutiblemente hermosa. Lo único detestable de ello era el hecho de que jamás en mi vida haya tenido la oportunidad de encontrar tan bello mirar; siempre rondaba ante mi aquellos ojos pero al buscar en las calles, en el subterráneo, el centro o el mall, todo era en vano; no existía nadie que tuviese esos ojos ni la singular mirada que por tanto busco. Simplemente no lo hallaba y me hacía cuestionar con mayor insistencia quién era el dueño de esa mirada o tal vez era mi retorcido subconsciente.

Y vuelvo a escribir otro verso que a llegado a mi mente. Llevaba tanto tiempo escribiendo versos, pequeños versos que al final se convertían en canciones, canciones sin sinfonía; ya que el único instrumento que sabía tocar no con exactitud, era la guitarra, pero con la cuál no contaba por motivos económicos. La última que tuve murió al dar su vida y salvarme de haber sido abusada por un tipo a media noche.

Pero no me resultaba impedimento el escribir, no mientras tuviese la melodía de cada una de las canciones dentro de mí, no mientras siga teniendo la fe en que la música me liberará del basurero al que he estado encadenada todo este tiempo.

•••

Un Seúl perfecto lo es de noche. Era una noche de viernes, una noche fresca y joven, era el ambiente perfecto para buscar inspiración y distraerme un momento de todo.

Caminaba por las calles con mi libreta bajo el brazo y la mirada plantada al frente, con la necesidad de encontrar algo que me motive a escribir y quedarme con la sensación de una nueva sinfonía creada en mi mente.

Las personas iban y venían, todos iban a su ritmo y algunos otros disfrutaban del momento y del entorno que les rodeaba. Yo deseaba encontrar piezas diminutas de inspiración.

Un grupo de chicas llama de mi atención y me obliga a observarlas recrear una pequeña coreografía. Tal vez de algún grupo de idols o tal vez coreografía propia, no lo sabía pero sus movimientos eran tan sutiles y tan agradables de ver, ellas habían logrado reunir un pequeño grupo de espectadores verles danzar ese noche. Mi total atención centrada en ellas me causó chocar con una persona y derramar el café que llevaba consigo en su chaqueta.

–¡Ay no! –exclamé–. De verdad lo siento, lo siento –me disculpé con varias reverencias continúas y con un intento fallido por acercarme a esa persona e intentar limpiarle el café derramado.

–No, déjalo –respondió con tono de molestia pero yo continuaba insistente en ayudarle–. Déjalo, ¡Déjalo! –exclamó–. Eres una idiota, fíjate.

–De verdad lo siento –una reverencia más y alcé mi mirada en búsqueda de alguna expresión de aprobación en el rostro del contrario.

Pero aquel cubrebocas me limitaba tomar con totalidad la expresión de su rostro, además de que aquel flequillo en tono turquesa le cubría en su mayoría sus ojos, los cuáles se dirigían a su chaqueta y no me permitía leerle con mayor precisión.

–Eres una idiota –lanzó molesto.

–Lo siento –susurré desviando mi mirada con miedo.

Así su mirada fue a dar a mi rostro y yo me permití mirarle avergonzada. Y como si de algún clase de terror le invadiera, me observó con asombro y podía jurar que debajo de aquel cubrebocas su expresión concordaba con el mismo sentimiento que su mirada me dejaba ver.

–Q-qué... ¿Que mierda? –titubeó desconcertado.

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Quiero invitarlas a leer mi nueva historia, SATURNO. Una fanfic igualmente con Suga:

Tuve tantos momentos felices que olvido lo triste que fue darte de mi alma, lo que tú echaste a perder.
Yo no quería amarte, tú me enseñaste a odiarte, Min Yoongi.

Yo no quería amarte, tú me enseñaste a odiarte, Min Yoongi

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Sugar Melody | SUGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora