5.

140 16 3
                                    

Jimin llegó a mi apartamento después de su trabajo. Al parecer por su apariencia, primero tomó una ducha y después decidió venir a verme.

—Fue un día agotador —dice él echándose en el sofá que hacía función de cama para mí.

—¿Qué tal? —pregunté sentada frente a mí pequeño escritorio, revisando las escritos en mi libreta.

—Hoy conocí a unos chicos que son trainers. Están comenzando apenas. Seré el coreógrafo de varias de sus canciones.

—Eso es increíble, Jimin —me giro a observarle—. ¿Ya tienen algo nuevo?

—Me temo que no, aún no tienen letras para sus canciones —Jimin observa mi habitación con detenimiento—. Primero aprenderán baile y después comenzarán a trabajar en las voces.

—Ya veo —respondo distraída escribiendo unos cuantos versos en mi libreta.

—¿Me estás escuchando? —Jimin me pregunta ofendido y asiento—. Siento que no es asi.

—Te estoy escuchando —respondo.

—¿Qué tanto haces? —lo escucho levantarse y caminar hasta mí, yo cierro la libreta e ignoro su cercanía— ¿Dulce? —y ahora él de encuentra a un lado mío, de cuclillas.

—Na-nada —miento escondiendo mi libreta.

—¿Qué es eso? —pregunta Jimin— ¿Canciones?

—No —respondo de inmediato a su pregunta.

Jimin se levanta y suspira.

—Creí que ya habías dejado eso —dice él—. No puedes continuar con eso, Dulce.

—¿Por qué no? —le contradigo— No veo lo negativo en ello.

—Tan sólo es no —responde con cierto nerviosismo Jimin—. No.

—Te estoy pidiendo un por qué.

—Y yo te he dicho que no —se aleja de mí y va directo hacia mí ventana donde se mantiene serio y en silencio.

Me levanto de la silla de mi escritorio y camino hasta Jimin. Le sonrío tímida y acaricio su cabello húmedo aún por la ducha que tomó. Él me observa detenidamente.

—No entiendo porque deseas tanto que deje la tonta idea de mis canciones pero no lo haré —acaricio ahora su mejilla y él me observa con preocupación reflejada en su rostro—. Buscaré la manera de aprender a hacer música y cuando eso suceda Jimin, —le sonrío— seré una enamorada de la música y sus encantos.

Jimin frunce el ceño preocupado, me atrae hacia a él y me envuelve entre sus brazos con cierto toque de desesperación. Siento el aroma de su colonia inundar mis fosas nasales y el tacto de sus labios sobre mi frente me dejan ver lo mucho que puede preocuparse por mí.

—Sólo quiero que vivas feliz —habla él—. No quiero que...

Se detiene y me deja en suspensivos.

—¿Qué? —me aparto de él y le observo a los ojos

—No es nada —sonríe—. Es pasado así que ahora mi presente eres tú —no comprendí sus palabras.

—Jimin, yo —me interrumpió el sonido de su móvil.

Él se alejó aún más de mí y respondió sin siquiera mirar de quién era dicha llama llamada. Le escucho hablar y se marcha a la otra habitación de la cocina.

Resoplo y camino hasta la ventana Demi habitación justo donde momentos antes Jimin observaba. Miro la calle en la cual se encontraba mi edificio y la encuentro tan vacía.

Los barrios donde vivíamos no eran los mejores y el ambiente no era el más acogedor, todo era tan fuera de tono además de lo sucio que podía dejarse ver en las calles.

Me abrazo a mi misma y observo con detenimiento a la anciana que caminaba sola cargando una pequeña bolsa de supermercado. Sus pasos eran lentos y su andar sin fijar rectamente.

Le observo y por algún breve instante me cuestiono:

¿Y mi familia?

¿Qué se suponía que debía saber acerca de mi familia? ¿Qué es lo que pasaba? ¿Tengo familia?

—Tengo que irme, Dulce —habla Jimin interrumpiendo mis pensamientos—. Debo ir a la empresa a checar unas cosas, no tardaré mucho —se acerca hasta mí y me abraza por detrás—. Ponte hermosa hoy, iremos a cenar más tarde, —me deposita un beso en la mejilla dañada— es una cita.

Y sonrío atontada.

Jimin posiblemente pueda guiarme en mi ausencia.

Sugar Melody | SUGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora