9.

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–¿Suga? –Jimin repitió con preocupación.

Él se detuvo al momento en que de mis labios salió aquel nombre. Yo no reaccionaba por miedo, no sabía a lo que ahora me encontraba. ¿Quién era Suga y por qué he dicho ese nombre?

–Yo, no sé –respondí temerosa.

–Has dicho Suga –se apartó Jimin de mí y lo sentí sentarse en la orilla de la cama–. ¿Te encuentras bien? –su voz me denotaba preocupación.

–Estoy bien, Jimin –respondo–. No sé por qué he dicho...

–Dulce –me interrumpe–. Yo... Yo no puedo estar en esta situación ahora –y todo el peso en mi cama desaparece

–Jimin –le llamo–. No te vayas.

–No me iré, Dulce. Tan sólo necesito pensar.

•••

¿Qué era lo que había pasado? No lo sé.

Jimin se marchó después de aquello él me cuestionó por última vez acerca del por qué había dicho aquel nombre. No respondí al no saber ni yo misma el por qué. Tan sólo se marchó.

Hoy en la mañana él regresó nuevamente para tomar de su apartamento sus pertenencias, eso pude ver al estar saliendo yo de casa con el propósito de ir a la cafetería de siempre.

Mientras Jimin tenía entre sus manos una caja me observó al pasar y yo por instinto desvié la mirada y aceleré el pasó, no me sentía completa como para encararle después de anoche. Sentía vergüenza.

Al salir del edificio me encontré frente a éste, un automóvil de vista lujosa. Al parecer esperaban por él y eso fue lo que observé al interior del automóvil. La persona que se encontraba dentro decidió salir y se mostró dejando ver a una hermosa chica rubia. Lucía cómo modelo además de la atractiva figura que se cargaba.

Por un instante mis pensamientos me llevaron a pensar en que posiblemente ella llegase a estar atraída por Jimin, porque en realidad él no era feo, resultaba ser demasiado apuesto además de tratarse de un chico con modales hacia una chica.

Me deshice de esa idea y tan sólo continúe mi rumbo caminando un par de cuadras hasta llegar a a cafetería donde siempre acudía a tomar un buen momento de inspiración.

Llego al establecimiento y pido mi orden, un Capuccino de vainilla y un bizcocho era suficiente. Con mi orden ya lista me cercioro de no encontrarme nuevamente con aquel tipo engreído del cabello teñido y al estar firmemente segura, tomó asiento en uno de los gabinetes del rincón.

Coloco mi pedido en la mesa y saco mi libreta de la bolsa interna de mi chaqueta. Hacía días que no me llegaba una oleada de inspiración y que había dejado de lado el hecho de volver a escribir canciones sin sinfónia.

Hojeo mi libreta y llego hasta una hoja en blanco, busco algún indicio para comenzar a escribir, una palabra, persona u objeto pero nada venía a mí. Me encontraba vacía en el sentido de la inspiración.

–Suga –digo para mi misma–. Suga –repito llevándome el bolígrafo a los labios y comenzar a jugar con éste entre mis dedos.

Escribo la primera palabra que viene a mi mente al momento.

Dream

Realmente era austera y no me decía nada.

–Esto es una basura –vuelvo a hablar para mí. Hago a un lado mi libreta con la única intención de colocar mis brazos encima y esconder mi rostro entre la pequeña barricada que mis brazos formaron.

Escucho mi libreta caer al suelo y realmente no me interesaba, sólo quería paz. De cierta manera no la obtenía al encontrarme tan frustrada por todo; mi personalidad, mi físico, mi estabilidad emocional y económica, mi inspiración y mi vida en general. Todo.

Jimin se iría y no sabría hasta cuando volvería... Por mí. Era estúpido el pensar aquello.

Siento unos pasos cercanos a mí, se detienen a un lado mío y por el sonido de las hojas de mi cuaderno frotarse unas con otras al momento de ser cambiadas, me indican que aquella persona había tomado mi libreta y ojeado sin permiso alguno.

–Esto es increíble. ¿Son poesías? –escucho la voz de un hombre. Y por algún motivo conocía ya ese tono de voz.

–Son simples canciones.

–¿Tienes tú las notas de cada una? –descubro mi rostro alzando mi cabeza y dejando ver sentado frente a mí al tipo de cabello teñido en azul. Su mirada prestaba total atención al contenido de mi libreta.

–N-no –respondo tímida. De su rostro se expresa desentendimiento–. Son canciones sin melodía.

–¿Haz dicho canciones sin melodía? –ojea nuevamente.

–Tengo le melodía en mi mente pero me es imposible expresarla físicamente.

–Sabías que para escribir canciones debes tocar por lo menos algún instrumento ¿No? –dijo irónico.

–No me considero una chica prodigio por que no es así pero –pauso descendiendo mi mirada, observando cómo mis manos se entrelazan y comienzo a juguetear con mis pulgares– si se presentase la oportunidad de interpretar alguna de las melodías de esas canciones yo... Podría hacerlo.

El tipo mostró una ladeante sonrisa y negó con cierto toque de diversión.

–¿Qué te hace pensarlo? –Y esta ocasión su atención fue a dar directamente a mí. Intentó descifrar mi mirada al momento de alzarla pero me limité, tenía miedo–. Grecia.

Su cabeza se ladeó y me mostró una sonrisa burlona. Su flequillo teñido de azul turquesa no me permitió observarle además de mi miedo por ser vista antes sus ojos como una deforme nuevamente.

–Ta-tan sólo déjame en paz –le arrebato mi libreta con brusquedad y me levanto de la mesa con la intención de huir.

–¡No te marches! –le escuché decir.

Pero sencillamente no podía continuar más tiempo. Él realmente me intimidaba.

Sugar Melody | SUGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora