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 Ya habíamos adaptado la costumbre de salir cada tarde al punto del atardecer. Llevábamos cinco días con esta misma rutina. Salir a la misma hora e ir al mismo sitio a tan sólo estar en silencio. Una que otra ocasión compartir diálogos y permanecer un largo rato en ese solitario sitio.

Era un pequeño parque a cuadras de la casa de Elliot. Por la poca cantidad de habitantes, el lugar siempre lucia vacío.

—He tenido sueños extraños últimamente —dijo Dulce llamando de mi atención.

La observo mientras doy la última calada a mi cigarrillo.

—¿Qué has soñado? —pregunto y arrojo el cigarrillo al suelo terroso de este parque.

—Un hombre, he soñado con un hombre —responde—. No puedo ver su rostro pero... Siento una conexión con él de una forma inexplicable.

Quedé un tanto sorprendido a tal declaración por parte de Dulce.

¿Acaso ella soñaba conmigo? ¿Con Taehyung?

Era imposible lograr averiguarlo pero por un momento la esperanza de ser yo, me volvió grato.

—¿Qué clase de sueños son?

—Estar con aquel hombre. Juntos, tomados de la mano, momentos muy borrosos pero tan familiares —pausa y me observa fijamente—. ¿Tú conociste a mi prometido?

Permanezco en silencio sin desear responder a ello. Hablar sobre Taehyung no me resultaba lo más grato y más sabiendo con gran certeza lo que él fue para ella.

—Sí —respondo al fin—. Lo conocí.

Por desgracia, cariño.

—¿Cómo era él? Me refiero. ¿Mi relación con él era maravillosa?

—¿Tus sueños te hacen verlo? —pregunté con un total interés. Porque de cierta forma, había esperanza aún en mí.

—No lo sé. Por ello busco respuestas. No sé quién es el dueño de mi felicidad en aquellos sueños. No puedo ver su rostro —dice en susurro.

Me acerco hasta ella. La observo y de igual forma ella a mí. Sus manos se mantienen juntas sobre su pecho. Sonreí enternecido y recordé lo sensible que ella era ante las temperaturas bajas y hoy era una tarde fría. El cielo lucía nublado y el viento soplaba frío.

Tomé sus manos entre las mías y me dediqué a intentar brindarles calor. Con pequeñas exhalaciones sobre estas y mirando una que otra ocasión a ella. Sus mejillas se habían tornado un rosa aperlado y pese a las cicatrices en su rostro, no dejaba de verse hermosa.

—E-estoy bien —titubeó.

—Hace frío, Dulce —hablo observándola fijamente.

—Así es —desvía su mirada y observa otro punto tras de mí. Ella se encontraba totalmente avergonzada.

—Deberíamos volver —intento hacer que me observe nuevamente.

—No —responde con rapidez y me observa—. Q-quiero estar aquí un poco más.

Le sonrío y no puedo evitar observarle de la forma como lo hago ahora. Ella sonríe nerviosa buscando alguna forma de entretenerse y olvidar su nerviosismo pero sé que eso sería imposible.

•••

—Te amo.

Le susurro al oído y beso sus labios. Salgo de ella y suelta un último y agotado gemido que me dejó en claro lo satisfecha que se sentía de igual forma que yo.

Me recuesto a su lado y paso mi brazo por su cintura, atrayéndola a mí. Ambos intentamos recobrar el aliento, su pecho sube y baja con rapidez, la observo y sus ojos permanecían cerrados y en sus labios una sonrisa plasmada.

Acaricio su abdomen hasta llegar a sus senos y los acaricio con la mayor sutileza posible, subo un poco más hasta llegar a su cuello, asciendo un poco más y acarició su rostro.

Ella sonríe aún más y se coloca quedando frente a frente. Abre sus ojos y me observa con todo el amor del mundo. Le sonrío de igual forma y besa mis labios con ternura.

—Te amo tanto —dijo con una tenue voz—. Eres el hombre de mi vida, Suga.

Me siento sonrojado y le acaricio su mejilla. Ambos continuamos observándonos, ninguno aparta la mirada y el calor de nuestros cuerpos continua después de haber hecho el amor.

—Tú eres la mujer de mi vida —respondo y sus ojos se iluminan con un destello único.

El timbre de llamada suena, era su móvil. Ella bufó fastidiada y se acerca a mí escondiendo su rostro en mi pecho, me abraza con fuerza y yo la abrazo por la cintura posando mi brazo sobre aquella maravillosa curva que formaba su cintura al estar acostada de lado.

La acaricio la espalda y el móvil dejó de sonar pero no duró ni un minuto más cuando nuevamente volvió a sonar.

—Debes responder —hablo.

—No deseo hacerlo —responde y la siento apegarse más a mí.

Desde mi posición puedo ver al otro lado de la cama, con exactitud, la mesita de noche de su lado y sobre ésta su móvil, el cual tenía la pantalla encendida indicando la llamada entrante. Desde mi posición pude ver de quién se trataba.

Ella, sin ganas ni deseos, se aparta de mí. Se levanta de la cama y toma su móvil para acto seguido responder.

—Diga —responde con calma—. Sigo en el trabajo, —mintió y era más que obvio quién era— llegaré en una hora, cariño. —Siempre me dolía escuchar ese seudónimo salir de sus labios y no ser dirigido para mí—. Nos vemos en un rato, Tae.

Finalizó la llamada, se giró a observarme y me sonrío avergonzada.

—Debes irte, supongo —hablo por ella.

Ella asiente.

No digo más y sólo la observo colocarse su ropa nuevamente. No podía dejar de observar su silueta, ella era la mujer perfecta, la mujer perfecta para mí y lo sabía. Era una desgracia que no fuera completamente mía. 

Sugar Melody | SUGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora