—Baja del auto —le exigí cansado.
Detuve el auto a unos metros de la entrada a su edificio ni siquiera tuve la molestia de aparcar bien.
—Oppa —se quejó.
—¡Baja del maldito auto, Nancy!
Su mirada y sonrisa burlona se borraron por completo de su rostro y con ello una mueca de desagrado me hizo dar cuenta que había logrado con éxito el liberarme de esta mujer por un tiempo.
Ella bajó sin decir más. Azotó la puerta y caminó con furia hasta su edificio. Partí en cuanto ella se alejó del auto unos centímetros y conduje con dirección a un lugar ya muy usual para mí.
Me detengo en una de las luces rojas de tránsito y observo el pasar de las personas frente a mí auto. Me aburro y decido poner algo de música para amortiguar el silencio que había en mi automóvil.
Observo un poco a mi alrededor y como por alguna maldita jugada del destino, nuevamente vuelvo a dar con esa chica, que escondiéndose tras un cubrebocas negro, me reflejaba tanto misterio y a la par, recuerdos y un sinfín de emociones con aquella mirada que portaba con tanta tristeza. Su mirada de cierta manera me hacía recordar tanto a aquella mujer que alguna vez amé y que ahora ya no existe más.
Observo a Grecia cruzar con cierta calma el cruce peatonal que no se da cuenta que la luz verde ha sustituido a la roja de tránsito. No sé inmuta en observar a ningún lado, sólo observa el suelo y de vez en cuando alza la mirada. Realmente me causaba cierta lastima.
Ella llegó al otro lado de la acera y se perdió en la multitud y fue cuando la curiosidad por saber a qué lugar iría, me atacó. Pero el estruendoso sonido de la bocina del automóvil detrás mío me volvió a la realidad y me obligó a continuar con mi camino, teniendo aún en mente a la misteriosa Grecia.
•••
—¿Lo de siempre? —preguntó el barman al verme sentar en la barra.
Asentí con la mirada y me acomodé inspeccionando con la mirada el lugar.
Frecuentaba este club desde hace algunas semanas. A lo único que venía aquí era a beber, apostar y en la última ocasión, a darle una tremenda golpiza a un sujeto que intentó hacerme pasar por idiota haciendo una mala jugada. Pero esta ocasión no sería así. Realmente quería alejarme de todo ese embrollo y únicamente bebería un par de copas y regresaría a casa a tomarme una buena siesta, la necesitaba.
El barman dejó el vaso de whisky frente a mí y bebí de éste en un sólo trago. La garganta me ardió y el amargo sabor del líquido me causó cierto asco. No tenía ni una maldita idea del porque continuaba bebiendo lo mismo si el sabor jamás cambiaba ya hasta el quinto vaso de whisky, cuando ya comenzaba a sentirme mareado y más relajado de lo normal.
Pido otra ronda y unas grandes carcajadas se escuchan en coro detrás mío, me giro un tanto para observar a un grupo de tres chicos celebrando en un brindis algún logro. Realmente tomé poca importancia a lo sucedido. Al final no debía importarme lo que otros hagan.
Vuelven a dejarme el vaso de whisky frente a mí y repito el mismo proceso de beberlo todo de un sólo trago y pedir otra ronda y otra y otra y así hasta que sentí aquel mareo que tanto conocía y me gustaba sentir. Sentía mis extremidades demasiado débiles como para poder moverme con buena coordinación. Definitivamente el alcohol comenzó a hacer su efecto en mí.
Pedí otra ronda y al beber de ésta el maldito mismo recuerdo me invade la cabeza. Nuevamente vuelve a aparecer ella tan malditamente hermosa como siempre lo era. La observo en mis recuerdos y la desesperación mezclada con la frustración de haberla perdido me causa rabia.
—Otra botella de Whisky —escucho a mi lado izquierdo la voz de un tipo.
Por alguna extraña razón, yo ya conocía ese maldito tono de voz.
Observé de reojo al sujeto a mi lado y una sonrisa burlona se dibujó en mi rostro. Bebí de mi whisky y juguetee un poco con el vaso para después hablar y dirigirme al sujeto.
—Park Jimin, cuanto tiempo sin verte, —coloco el vaso sobre la barra con agresividad, provocando así un sonido hueco que hizo alarmar al ya mencionado— imbécil.
Giró mi rostro para observarle y su expresión al igual que la mía, mostraba amargura.
—Min Yoongi, cuanto tiempo —sonrió con falsedad.
—Me es tan placentero verte la maldita cara ahora mismo —me levantó del banco de la barra y quedo cara a cara frente a Park—. Porque no tienes idea del rencor que he acumulado hacia ti.
Jimin únicamente comenzó a reír y negar con leves movimientos. Eso aumentó más mí enfado.
—No, Yoongi, no —tocó mi hombro como si aquel acto lo mejorara todo—. El rencor entre nosotros desapareció hace tanto tiempo. Tres años atrás para ser exactos —la risa en su rostro se borró por completo y me dejó ver qué de igual manera le desagradaba nuestro infortuno encuentro—. El rencor y la rivalidad entre nosotros murió cuando ella lo hizo, —pausó para despegar su vista de mía y observarme de pies a casa con cinismo además que una maldita sonrisa burlona se plantó en su estúpido rostro— murió al igual que Dulce.
No pude contenerme más y le lance un tremendo golpe en la cara que le desestabilizó y causó su caída. Las personas en el club prestaron su total atención hacia Park y a mí. Ahora mismo montaríamos una grandiosa escena donde justamente le partiría la cara a este imbécil y él imploraría piedad porque me detenga, pero no sería así.
—Te mataré, desgraciado y te arrepentirás de haber sido un maldito obstáculo. ¡Te arrepentirás!
Pude golpearle aún más al tenerle en el piso hasta que llegó la seguridad del recinto y me alejó de él. Comienzo a forcejear por liberarme y terminar lo que había comenzado pero me resultaba imposible.
Jimin, con ayuda de otros dos tipos y con cierta dificultad se levantó del suelo y nuevamente se volvió a plantar en su rostro aquella sonrisa burlona. Limpió la sangre de su labio y me observó retante.
—Créeme que no me arrepiento de nada, Yoongi, de nada.
Poco a poco comienzan dejarse ver un poco las cosas. Aún faltan muchas cosas más por averiguar y de verdad que amo su apoyo. Poco a poco comienzan a aumentar las lecturas y eso me motiva demasiado . Nos leemos pronto <3
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Sugar Melody | SUGA
FanfictionYa he terminado tu retorcida melodía. Rasgué las páginas y puedo finalmente respirar. Sólo sé que todo fue una dulce melodía que tarde o temprano debía terminar.