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—Entonces haz dicho que no sabes de dónde ha salido todo eso —menciona el tipo de cabellos teñidos.

Ambos íbamos rumbo a la cafetería donde, al parecer, siempre frecuentábamos.

—Así es —suspiro.

Ambos nos detenemos en el cruce de peatones y esperamos a que la luz verde nos indique pasar.

—¿Desde hace cuánto tiempo escribes? —me giré a observarle por un breve tiempo. Él mantenía su vista al frente.

—Aproximadamente tres años —respondo y acomodo mi cubrebocas.

—Es tan poco tiempo —responde—. Pero para algunos nos es demasiado.

La luz verde de los peatones se iluminó y con ello el sujeto comenzó a caminar varios pasos más rápido que yo. Troté un poco hasta llegar a él.

Se mantuvo en silencio al igual que yo. No deseaba preguntarle el por qué a lo dicho anteriormente. Sabía perfectamente que eso era entrometerme en su vida privada y no debía permitirme eso incluso él podría llegar a responder de una forma inadecuada por preguntar algo que no.

Caminamos en silencio un par de cuadras más y llegamos por fin a la dichosa cafetería. La cual, en esta tarde, se encontraba solitaria.

Nos adentramos al interior de ésta y el aroma a café y panecillos recién horneados me provocaron hambre. Tenía aproximadamente más de doce horas sin probar bocado.

Llegamos al mostrador y nos atendió una joven señorita. Le sonrió alegre al tipo a mi lado y habló.

—¿Lo mismo de siempre, Yoongi? —preguntó la chica refiriéndose a él. Éste sólo asintió.

Con que su nombre era Yoongi. Después de tanto fue que me vine enterando de su nombre. Debía haberme tomado esa molestia desde mucho antes. Aunque él realmente no sabía mi verdadero nombre. Grecia sólo era el nombre de pila que utilizaba para ocultarme. No sabía el por qué pero sentía la necesidad de hacerlo.

Me quedé unos largos minutos pensando hasta que la voz del ahora conocido Yoongi me regresa a la realidad.

—¿Qué ordenarás, Grecia? —pregunta Yoongi.

Yo observó avergonzada al menú ubicado por encima mío e indecisa pido un café americano y una tarta de mora.

Tras de eso, ubicamos una mesa un tanto lejana y en un rincón solitarios donde pudiese ser posible hablar para ambos. Él me cede su asiento y se sienta frente a mí. Suspira para después tomar un sobre de azúcar de la mesa y comienza a juguetear con éste.

El silencio se hace presente y únicamente la música de ambiente de la cafetería nos amortigua un poco la incomodidad. Yo observo a mi alrededor, evitando toparme con la mirada de Yoongi.

—¿De dónde eres, Grecia? —pregunta de repente. Yo le observo por un breve instante.

—De... —me quedó callada y trato de pensar. No debería decir todo de mí a un desconocido, después de todo, Yoongi continuaba siendo un desconocido ¿O no?— Vengo de un lugar.

—¿De verdad? ¿De un lugar? —suelta una sonrisa burlona— ¿Qué tipo de lugar?

—D-de por ahí —respondo sintiendo como me hago pequeña en mi asiento por su forma de cuestionar acerca de mí.

—No eres coreana, —se detiene a pensar por un momento— ni tampoco asiática. ¿De que lugar en específico eres?

—¿Por qué el interés? —pregunto de repente.

—Sólo quiero conocerte —continua jugueteando con el sobre de azúcar a tal punto de arrugar por completo el sobre de papel—. Además...

—Aquí está su orden —interrumpe la chica del mostrador y deja en nuestra mesa nuestro pedido.

Yoongi agradece y la chica desaparece tras la barra del mostrador. Yo tomo mi café y mi tarta y con cierta inseguridad observo mi pedido.

—¿Sucede algo? —pregunta Yoongi.

—Yo... N-no puedo comer así.

—Tan sólo quítate el maldito cubrebocas —sugiere de una forma poco cordial.

Le observo con timidez y desciendo mi cabeza no queriendo verle. Ahora mismo me sentía inferior y diminuta. Más que nada, insegura.

—¿Por qué lo llevas puesto? Nunca he visto tu rostro completamente —dice Yoongi rompiendo el silencio.

—No... No puedo —susurro en respuesta.

—Bien —suspira y por fin alzo mi rostro observándole estirar en el asiento—. Iré directo al punto —se acomoda en su lugar y del bolso de su chaqueta saca su móvil—. Tienes un maldito talento que sinceramente, me resulta imposible de entender cómo lo obtuviste.

—Desconozco totalmente mi habilidad —hablo jugueteando nerviosa con mis manos.

—Te propongo un trato —menciona serio. Observa otro punto de la habitación y vuelve su vista hacia mí—. Trabaja conmigo. Vuelvete mi mano derecha.

—¿Qué? —digo impresionada— ¿Trabajar contigo?

—Mi nombre es Min Yoongi. Y cómo sabes, soy un compositor musical de Big Hit. Digamos que ahora, —se recarga con comodidad en el respaldo de la silla y se cruza de brazos— me encuentro en un estado de lapsus estando en la mitad del proceso de creación de un álbum.

—Un álbum. ¿Tuyo?

Sentía curiosidad, no lo negaba. Min Yoongi, conociendo al fin su nombre. Era compositor, resultaba ser un músico y eso era una gran oportunidad que se me presentaba para poder conectar con lo que siempre he sentido me ha unido a la música sin razón alguna. ¿Será acaso este el momento clave?

—No, este álbum es de unos chicos que debutarán en un año y necesito tener todo listo en tres meses —observa su móvil y pausa brevemente, teclea algo y vuelve su vista hacia mí—. Ayúdame a escribir canciones nuevas.

Me siento emocionada. Era algo que de cierta manera esperaba y que me podía brindar la ayuda que siempre he necesitado. Pienso perfectamente todo y definitivamente no podía negarme.

—¿Realmente deseas que sea yo quien te ayude en ese trabajo?

—Así es —suelta un suspiro—. Tú trabajo no sería en vano. Incluso... Te pagaré, lo que tú me pidas estoy dispuesto a darte.

—No lo sé —dijo dudosa

—Piénsalo, es un oportunidad que no todos los días de presenta. Incluso, —pausó y se acercó un tanto a mí por sobre la mesa— soy capaz de darte el crédito que mereces.

—¿Lo harías? —pregunté mirándole fijamente

—Soy un hombre de palabra.

—Entonces... —pienso en mi respuesta—acepto.

Y una sonrisa se le dibujó en sus labios. Pero no fue una sonrisa cualquiera.

—Perfect —dijo él.

Sugar Melody | SUGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora