—No te desprecio —respondí de inmediato.
—No lo sé a ciencia cierta y ni siquiera debe importarme —dijo observando otro punto del parque. Cruzó sus piernas y recargó su espalda totalmente en el respaldo de la banca.
Permanecimos en silencio por unos largos minutos. Me decidí a no observarle más y volví a centrarme en mi libreta, observé la portada cerrada de ésta y jugueteé con la pluma.
—¿Aún escribes tus canciones sin melodía? —me cuestionó con cierto aire de desinterés.
—Sí —respondo.
Le escuché suspirar pesadamente, volví mi vista a él con cierto disimulo y pude observar como sacaba una cajetilla de cigarrillos del bolso interno de su chaqueta, tomó uno y lo llevó hasta sus labios donde lo sostuvo por unos momentos en lo que su mano buscaba con cierta paciencia el encendedor.
—¿Fumas? —me pregunta y niego con leves movimientos de cabeza— Me imagine.
Da una larga calada a su cigarrillo y después exhala deja el humo de su cigarro. De alguna forma aquello me llevó a reflejar involuntariamente algún tipo de visión.
—¡¿Crees que me importa poco la cercanía de este imbécil?! —gritó neurótico el hombre frente a mí señalando a otro sujeto detrás suyo— No vale ni lo más mínima perdida de tu tiempo.
Y ahí estaba aquel humo cubriendo por completo el rostro del sujeto incriminado.
—¡Hey! —gritó el tipo de cabello teñidos regresándome a la realidad de una forma brusca— ¿Me has escuchado?
—¿Eh? ¡Oh!, sí —mentí mirando mis piernas, me percaté de que mi libreta no se encontraba conmigo— Mi libreta, yo...
—La tengo aquí —me interrumpió mostrándome mi libreta, él la tenía entre sus manos y por lo que me percaté, había ya comenzado a leer mis escritos.
—Regrésamela —reclamé con cierta desesperación intentando arrebatársela.
—Dices tener la melodía en tu mente, ¿Cierto? —pregunta hojeando y buscando más contenido en mi libreta sin siquiera importarle mi forcejeo por obtener mi libreta nuevamente. Me regresa a mi antigua posición al empujarme con brusquedad al tenerme lo suficiente cerca pero eso no pareció importarle, él continuaba con su vista en las palabras escritas en aquella hoja de mi libreta, que ahora él leía con tranquilidad.
Me acomodé en mi lugar en la banca y dejé de insistir. Aquel tipo comenzaba a exasperarme y su insistencia en encontrarme siempre me causaba cierta inquietud.
Exhalé fuertemente y me cercioré de que mi cubrebocas estuviese en orden.
—¿Cuál es el nombre de esta canción? —pregunta de repente.
—¿A cuál te refieres?
—No escuche una sola palabra de las que has dicho, sólo escúchame antes de huir porque no puedo tomar este dolor. Soy una adicta la locura, soy hija de la tristeza.
Finalizó la lectura de aquel pequeño fragmento de una de mis canciones y me hizo dar cuenta que no sabía a lo que se refería. En esta ocasión si logré arrebatarle mi libreta y leí con cierto arranque aquella estrofa.
"He estado aquí muchas veces antes
He sido abandonada y tengo miedo ahora
No puedo con otra caída
Soy frágil, acabo de arrastrarme a la orilla".
Leí una y otra vez la letra de aquella canción y la cantidad de veces que lo hice no fue de ningún remedio, yo no recordaba en absoluto nada de esta canción. ¿Cuándo fue que escribí esto? ¿Por qué no recuerdo nada de esto?
Un sinfín de imágenes comenzaron a llegar, demasiadas imágenes a procesar. No podía decidir que suceso podía llegar a ser verdadero ni tampoco que otro era falso. Simplemente observaba como el sin fin de imágenes me dejaba inerte y me hacía sentir sofocada, con una sensación de ahogo ante tanta información por recabar y analizar.
La cabeza me comenzó a doler además de que mi entorno daba vueltas.
—¿Te encuentras bien? —escuché tan lejana la voz del sujeto que me acompañaba.
No respondí y me límite a dar indicios de mi estado, como pude me coloqué de pie con dificultad. Mi libreta cayó y no me importó porque a los instantes todo se desvaneció volviéndose oscuro.
•••
—No, no, Hooseok ahora mismo no puedo... ¿No pueden esperar?... ¿Crees que me importa?... Diles a esos imbéciles que no tengo nada nuevo ahora... No... Ya pensaré en algo... Ya... ¡Tan sólo déjame pensar!
Esa voz me trajó de vuelta a la realidad. No sabía que sucedía. Apenas despertaba y todo era confuso. Lo primero que ví fue un techo blanco y una sensación extraña me embargó. Llevé mis manos a mi rostro y sentí mi cubrebocas, era algo tonto puesto que no sentí el cubrebocas por un momento.
Observé mi alrededor y pude ver que no era mi habitación ni mucho menos mi casa. Me recosté en la cama para apreciar con mejor detalle. Esta habitación era amplia y luminosa. Las paredes blancas y muebles modernos me dejaban ver un cierto lujo. Aún había poca luz del Sol pero trás la ventana ubicaba a mi lado izquierdo, observé un hermoso amanecer.
¿Qué había sucedido y dónde estoy?
Escuché pasos y venían hasta esta habitación, la puerta se abrió y el sujeto de los cabellos teñidos se adentró observándome con ese semblante suyo, tan ilegible.
—¿Don...
—Estás en mi apartamento. Te haz desmayado en el parque y decidí traerte a un lugar seguro —dijo acercándose a mí, llegando hasta la cama.
—¿Qué me garantiza que este lugar es seguro? —me cubrí con la frazada como signo de protección.
—Desconfía de mí, idiota —respondió cortante y demasiado grosero—. No me interesa sólo debí dejarte tirada en el parque —se alejó y comenzó a caminar nuevamente hasta la entrada de la habitación—. Puedes irte cuando quieras. Si es ahora mucho mejor, —se giró a observarme y me observó al momento en que acomodaba yo mi cubrebocas— y para que te sientas mejor, no me atreví a mover ese ridículo cubrebocas de tu rostro. No sé qué es lo que ocultas pero siempre te he visto con el. Así que no me atreví a ver algo que no.
No dije más, sus palabras me impresionaron y me dejaron estática. Lo miré salir de la habitación.
Solté el aire que contenía, no sabía el por qué pero contuve mi respiración en cuanto él entró a la habitación. Simplemente ahora era un tipo diferente. Tal vez ahora se muestra como realmente es... Un simple patán.
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Sugar Melody | SUGA
FanfictionYa he terminado tu retorcida melodía. Rasgué las páginas y puedo finalmente respirar. Sólo sé que todo fue una dulce melodía que tarde o temprano debía terminar.