Capítulo XXVII: Lo Saben.

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Marco me miró y suspiró.

— Ya tú tienes la llave, así que puedo irme en paz. —Dijo Marco, como si no le importara el hecho de que posiblemente moriría.

— ¿A qué te refieres? ¡No te vamos a dejar morir! —Exclamé.

Él le indicó a su esposa que nos dirigiésemos a una puerta trasera. La verdad no podíamos hacer nada, era su decisión.

— Escapen. —Ordenó Marco.

Grecia y yo salimos por la puerta trasera, y caminamos un poco más hasta salir de los terrenos de la casa de Marco, sin embargo, yo me sentía un poco mal, no podía dejar morir al señor Rigzow.

Le dije a Grecia que siguiese y llevara la llave al hotel, donde Halsey y Alessia. Al principio no quiso ceder pero lo hizo.

Me regresé a la casa de Marco Rigzow. Tenía que asegurarme de que él y su esposa estuviesen bien.

Noté que la puerta estaba abierta, y se oían unas voces. Había una furgoneta oscura estacionada en las afueras de la casa. Yo, por suerte, podía verlos a todos, y supongo que no a mí.

Estaba cada vez más cerca de la casa. Me senté en el suelo, debajo de una ventana, simplemente para escuchar a Rickman, o como yo le llamo, Judas.

— ¿Dónde está mi hielo? —Preguntó ese hombre espantoso, su voz sonaba tal cual como la última vez que la escuché... El día que murió mi mejor amigo.

— Si te refieres al Arma de Cristal, nunca fue tuya. —Le espetó Marco, con una voz llena de furia.

— El hielo me pertenece, como todo lo que lo rodea.

— Sí, el cofre y las llaves son tuyas, pero el arma no, y si estás buscando algo aquí, pues no lo tengo. —Oí un suspiro.— No tengo el arma.

— ¿Dónde está la llave? —Preguntó Judas con rabia.

— ¿Cuál llave? ¡Yo no tengo nada de eso!

— ¿A quién le has dado la llave? —Preguntó nuevamente.

— ¿De qué hablas?

— Me he enterado de que alguien busca las llaves... Y no es de mi equipo.

— Pues, yo también me acabo de enterar. —Marco hizo una voz de sorprendido.— ¿Quién es?

— No seas estúpido. —Escuché cómo una mano se estrellaba con la piel de alguien, y seguido de eso, un gemido... Habían golpeado a Marco.

Me moví un poco de mi puesto, traté de asomarme por la esquina de la ventana, para así tener mejor visualización de Judas y su grupo Betrayer.

— Que ni siquiera he hablado con mi familia... ¿Usted sí? —Dijo Marco.

— Tu familia está muerta. —Mencionó sin ningún tipo de respeto.

A Marco, a pesar de ya saber la noticia, se le llenaron los ojos de lágrimas. El simple hecho de recordar que su familia estaba muerta era una enorme ola de tristeza, que lo ahogaba en sus lamentos.

— Yo mismo me encargué de asesinarlos.

— ¿A todos? —Susurró Marco, su llanto era tan real...

— Pues sí... Aunque... —Hizo una pausa.

«No, tú no puedes saber que James está vivo»

— ¿Aunque? —Repitió Marco.

— Hay un chico... Uno joven, el hijo de George Rigzow, no lo he encontrado... Aún.

«No...»

La Adolescencia de Willow CreswelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora