Capítulo XXXIII: La Cuarta Llave.

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Mi corazón empezó a latir muy fuerte.

— ¿Mi madre? —Repetí.

— Tu madre era amiguísima de nuestra familia... ¿No lo sabías?

— No... —Respondí.

«Mi padre no me había comentado nada»

— Pues sí, incluso antes de conocer a tu padre, ella salía con George.

«El padre de James»

«Oh por Dios »

— Pero George le fue infiel, se alejaron, al mes tu madre conoció a tu papá, y hasta llegó a llevarlo a la casa de mi padre, fue aceptado con todo el cariño, ya que George ya había entablado una relación con la amante. Tu madre ignoró el hecho de que esa mujer era la otra cuando ellos salían, porque estaba enamorada de William Creswel.

— ¡Esto no lo sabía! —Exclamé.— Mataré a mi padre.

— Resulta que, tu madre salió embarazada. —Dijo y agarró la taza de café para tomar un sorbo.— Y cuando nos enteramos de que ella estaba embarazada, llega Carla «La madre de Carter» y dice que también está embarazada.

— ¡Carter y yo nos conocíamos de antes de nacer! —Exclamé.

— Sí...

— Espera... ¿Y por qué tú estabas en esa casa si se supone que eres hija de la primera mujer del abuelo de Carter?

— Mi madre murió de cáncer, así que mi padre tuvo que hacerse cargo de nosotros, pero cuando mamá murió, mis hermanos tenían 16 y yo 15. Conoció a su segunda mujer, y la embarazó de Samantha, luego del padre de Carter, y de último tuvo a George.

— No entiendo por qué los ancianos follaban como conejos en sus épocas.

— Métodos anticonceptivos escasos. —Rió.— Marco se había ido a Brasil con Leonardo antes de que tu mamá saliera embarazada, luego Marco se mudó a Nigeria por su esposa. Cuando tu madre salió embarazada, yo me vine a Australia, por trabajo.

Grité cuando vi a las chicas despiertas, lucían como brujas. Me miraron de mala manera y subieron a sus habitaciones «a bañarse supongo».

— Loraine... ¿Por qué cuando te robaron no te asesinaron? —Pregunté.

— Porque me robaron dos idiotas Betrayer, no vino Rickman. —Murmuró.— Pero pronto me iré a Corea del Sur, ya que él está esperando para venir a matarme.

— ¿Y ellos no saben de Aretha? —Pregunté.

— Sí saben, pero a ella no la han podido asesinar ni robar porque está las veinticuatro horas del día en el hospital, pero no dudo que nos buscarán.

El teléfono de Loraine sonó, era una canción conocida del momento. Lo tomó y contestó.

— ¿Si? —Murmuró.— ¿Han salido? —Asintió levemente.

Yo me le quedaba viendo, con detenimiento.

— ¿La tienes? Muchas gracias, Logan, okay, adiós. —Y colgó.

No iba a hacer pregunta alguna de la llamada, pero al parecer era beneficiosa.

— Willow, es momento, Rickman y sus secuaces han dejado el hotel. —Me dijo mientras se levantaba de la mesa.

— ¿Qué debo hacer? —Pregunté.

— Dirás, debemos, porque dejaré en este instante la casa.

— ¡¿Por qué?!

— Willow, vienen en camino, vienen por mí.

Me quedé helado.

La Adolescencia de Willow CreswelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora