La Adolescencia de Willow Creswel

Capítulo XXXVIII: Mamá.

La puerta se abrió completamente, la mujer entró y encendió la luz, las lágrimas cegaban mis ojos, hasta que pude reconocer de quién se trataba.

Era mi madre.

No lo puedo creer.

¡Era ella!

— Mamá... —Murmuré... Llorando.

— Hijo... —Ella me sonrió, estaba feliz de verme, hacía muchos años que no podía abrazarme.— ¡Te he extrañado como ni te lo imaginas!

Me abrazó fuertemente, yo le correspondí el abrazo.

Ella al ver que yo estaba atado como una mascota, se acercó y golpeó con un objeto la cadena y la rompió.

«Es fuerte»

— ¡Mamá! ¡Gracias! ¡Debemos salir de aquí!

— ¡Por supuesto!

Me quité toda la cadena y el collar, para salir corriendo de ese sótano.

Miramos el acantilado que recuerdo del día que murió mi amigo, pero esta vez, me di cuenta que había un río en lo más bajo.

Mi madre tomó mi mano y corrimos hasta salir del bosque, la adrenalina estaba llegando a mi corazón.

«¿Mi madre no era una enferma mental?»

Me iba preguntando hasta que salimos de la frondosidad de los árboles, había un auto rojo, muy común.

— ¿Qué? ¿es tuyo? —La miré.

— Lo tomé prestado. —Me guiñó un ojo y sonreí, subiéndonos al auto y arracando.

Miré a mi madre, ella lucía delgada, no tanto como en la foto que tengo en mi casa, pero sí.

— ¿Cómo has escapado del psiquiátrico?

— Con ayuda.

— ¿No se supone que tienes problemas cognitivos?

— ¡Willow! ¡Eso no importa! ¡Lo que importa es destruir lo que Rickman busca!

— ¿Cómo sabes eso? —La miré extrañado.

— Todo llegó al psiquiátrico, me lo dijeron, y por eso salí, porque sabía que los Rigzow te iban a dejar el trabajo a ti, y quise ayudar.

— Pues, muy tarde, ya viajé a todos lados.

— Lo sé, pude comunicarme con Loraine.

— Vale, mamá, me debes muchas explicaciones... ¿Por qué Loraine dijo que tú eras la única que me podía decir por qué estoy metido en todo esto?

— Porque Rickman fue el que hizo que yo tuviese el accidente, por él, tú nunca me tuviste en tu vida.

— ¿Él te metió en el psiquiátrico?

— Casi me mata, pero no pudo y yo quedé con parálisis cerebral, no podía moverme, ni nada.

— Qué horrible, es un maldito.

— Lo sé, hijo, lo sé.

— Supongo que pudiste librarte de esa parálisis hace pocas semanas.

— Pues sí, tenemos que acabar con ese idiota.

— Y vengarnos porque te hizo eso.

Llegamos a mi casa unos segundos después ya que no estaba tan lejos.

Toqué el timbre y abrió James.

— ¡Por Dios! ¡Willow! ¡Estábamos preocupados! —Me abrazó y luego miró a mi madre. — ¿Quién es?