I| VENDIDO

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Naruto.

Han pasado más de nueve lunas desde que su propio Padre lo dejó a su suerte en medio del desierto y de las dos ciudades que tanto odia.

No sabe que ciudad es peor. Si Neapolis o Pompeya, Roma. En ambos lugares es seguro encontrar corrupción, vendedores de humanos como si fuesen ganado y mercancías supuestamente de buena calidad pero son más falsas que las promesas del Emperador.

Maldice a los Dioses por escoger a un hombre así para mandar y escupe a su lado al mismo tiempo que se cubre más con sus taparrabos.

Huele mal, de eso está seguro, su cuerpo musculoso y repleto de cicatrices está completamente adolorido, tiene demasiada hambre, y su único sustento, que es el agua, ya es escasa, mientras que sus pies imploran por un descanso lo antes posible.

Su mirada azulada observa la fortaleza de Neapolis, tan grande como le había contado su Padre hace años atrás, echa completamente de madera engrasada para que el enemigo no pueda entrar.

Ironicamente él está a punto de hacerlo.

Medita unos segundos, sin embargo aunque le diera miles de vueltas en su cabeza sobre cuál es su mejor opción no tiene elección.

Esa ciudad es la más cercana a su hogar, podría robarle a un pobre inocente y así descansar en un buen lugar con lindas mujeres; cuando estuviera completamente descansado y con su estómago lleno iría con su Padre a pedirle perdón por lo sucedido.

Sonríe con socarronería cuando se da cuenta que el castigo de su propio clan no fue tan malo después de todo.

La enorme fortaleza abre sus puertas de madera dejando entrar al tumulto de personas que buscan refugio o alimentos porque en sus villas y pueblos no hay, gracias al nuevo "mandato" que proclamó el Emperador de Roma: dar la mitad de las ganancias para emendar gastos de la Guerra.

El rubio se acerca ayudar a una ancianita para no llamar la atención de los guardias que se encuentran arriba de los pilares que custodian la entrada, no da ni cinco pasos cuando de inmediato ve una escena deplorable.

Las calles están llenas de lodo gracias a las lloviznas que caen en la noche, todo apesta a pescado podrido, los comerciantes solo tienen fruta pasada y carnes con moscas porque nadie puede comprarla, hay vagabundos en todas partes y que decir de los soldados que se aprovechan de eso.

Empieza a caminar lentamente, buscando algo agradable que tomar sin permiso pero no hay nada que llame su atención.

Bufa.

Gira en una esquina y enarca una ceja cuando se encuentra una fuente con una decoración de dos hombres casi desnudos, no obstante esa fuente está repleta de chicas que lavan ropa con el agua sucia del lugar.

Él se sienta en una roca para verlas. Sus pies le agradecieron de inmediato con un hormigueo placentero. Todas las chicas allí reunidas son de un bajo nivel social, lo notó gracias a sus ropas desgastadas, y sus caras pálidas y huesudas, pero a pesar de lo anterior mencionado se notan felices con cosas insignificantes, como contando secretos, estando juntas y hablando sobre los guardias "agraciados" que están en la esquina mirándolas de reojo.

Naruto ladea su cabeza con confusión.

¿Acaso no me han visto?, piensa él y rápidamente se golpea la frente por su absurdo pensamiento.

Por supuesto que no lo han visto porque parece más un vagabundo, y no el hijo de Minato el Gladiador más fuerte de toda Grecia y Roma juntas.

Está dispuesto a limpiarse  con esa agua sucia de la fuente para obtener una buena noche con alguna de esas chicas, sin embargo cinco Guardias que salieron de la nada se acercan a ellas, algunas felices y otras no tanto...

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