VII: LIBERTAD

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«Un grito de mujer lo despierta de golpe.

Humo negro aparece en su campo de visión y ocasiona que tosa a cada segundo. Se levanta de las pieles que lo mantenían caliente y se da cuenta que ha hecho lo que no tenía que haber hecho.

Gruñe.

Los recuerdos lo golpean fuerte con un dolor de cabeza insoportable.

Una zorra llamada Juliete llegó a interrumpir su vigilancia estricta incitándolo a los pecados más bajos: follar, tomar y descuidar el mirador en momentos vulnerables.

Los Romanos desean atrapar a su Padre por ser uno de los cinco hombres que están en contra del Emperador, se escuchaban rumores de que los Soldados Romanos se escondían entre las montañas y que estaban a punto de atacar, capturarlo y sacarle toda la verdad sobre sus planes, pero no sabían con exactitud qué día.

Con tropiezos, gracias al alcohol que aún está en su sistema, llega hasta el mirador que se encuentra localizado en la punta de una montaña donde, desde ahí, se puede ver todo el perímetro de toda su Tribu.

No respira por unos segundos.

Los hogares de su Tribu se están incendiando, los soldados con su capa rojo sangre se llevan a las mujeres hacia las chozas que aún no se incendian con un solo propósito, asesinan con sangre fría a los niños degollándoles su frágil cuello y los hombres están encadenados y muertos en el campo de batalla que se lleva a cabo.

Busca desesperadamente a su Madre y Padre, no obstante ninguno de los dos están entre la gente de su Tribu. Hay dos opciones rondando en su mente: huyeron o los asesinaron.

Naruto se deja caer a la tierra, se jala su cabello en forma desesperada, sin embargo deja de hacerlo cuando escucha trotes de caballos, levanta su cabeza, entre cierra sus ojos azules y ve cientos de tropas que vienen en camino dirigidos por un hombre de semblante serio: Minato Namikase.

Jodidos dioses.

Su Padre lo matara con sus propias manos por ser un imbécil de lo peor. El único deber que tenía era dar la alarma para enfrentar a los Soldados del Emperador y no lo hizo, ahora todo es un caos y siempre será así.

Ya no soporta su cabeza

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Ya no soporta su cabeza.

—¡Solo te pedí una maldita cosa!—Exclamó Minato, arremetiendo contra él con violencia desenfrenada— ¡murieron muchas personas hoy! ¡Niños, Naruto! ¡Niños inocentes! ¡Todo por tu culpa y tus vicios!

Su Madre solloza en una esquina por él.

Ella, como toda guerrera que es, intentó detener a Minato con sus propias manos, pero no pudo hacerlo ya que su esposo es más fuerte. Ahora solo está sentada y observando como su único hijo es "castigado".

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