Vl: PEDIR

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Hinata

Desvía su mirada hacia una copa de agua por aquella intensidad de esos ojos azules.

—Ellos— habló Jiraiya, apuntando a los hombres que están más quietos que las mismísimas estatuas de su hogar—, se enfrentaran en unas horas para pertenecer a mi Ludus y harán el juramento para serme fieles toda su vida.

Hiashi aplaudió, acercándose un poco a su mejor amigo y levantando su copa en forma de brindis, las mujeres y el peliblanco lo imitan, exceptuando Hinata que está en un trance.

—¿Domina, está bien?—Cuestionó Sakura, dejando la charola de fruta que cargaba entre sus brazos en una mesa de madera con muchos aperitivos.

—Sí, no es nada.

La peli azul se coloca derecha, deja reposar sus manos en su estómago y con ayuda de la peli rosa poco a poco se sienta en la silla más cercana sin llamar la atención de los mayores, no obstante no lo logra, porque la voluminosa rubia se sienta a su lado.

—Eres encantadora—le susurra ella, tomando un mechón azul entre sus dedos—. La viva imagen de Hana...

Hinata, inmediatamente, levanta su mirada ante el nombramiento de su Madre.

—¿La conocías?

La rubia suelta una risilla y asiente.

—Éramos... amigas—contestó la mayor, acercándose un poco más a la menor para no ser escuchada por los demás—. Lamento mucho su muerte, ten por seguro que los Dioses hicieron una fiesta fenomenal para recibirla.

La peli azul asiente y se aclara la garganta intentando quitar ese nudo doloroso que se va intensificando a cada segundo. No le gusta hablar de su Madre, no cuando el recuerdo sigue latente y fuerte en su cabeza porque los hechos se aglomeran como si fuesen demonios saliendo desde lo más profundo de su mente.

—Dime, ¿cuántos años tienes?

Esa pregunta la salva de divagar entre esos recuerdos...

Hinata observa esos ojos mieles, hay una pizca de algo en ellos, sin embargo no logra adivinar lo que es ese algo.

—Estoy por cumplir los 17.

La rubia abre sus ojos completamente, sorprendida ante esa contestación.

—¡Por los Dioses! Ya casi te conviertes en una Señorita completamente formada— la ve de abajo hacia arriba con una sonrisa socarrona—. Aunque para serte sincera, ya estás muy bien formada; tus curvas y esos grandes pechos ya serán la envidia de las demás chicas, solo te falta tener experiencia...

La menor la ve de lado.

—¿Experiencia de qué?

La rubia suelta una risilla, como si la menor hubiese dicho un grandioso chiste.

—Un día antes de tu cumpleaños ven a visitarme—le susurra, levantándose de la silla poco a poco—. Solo tú y tus esclavas de confianza. Escogerás tu regalo.

Y se va con los mayores, dejando en total confusión a Hinata.

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