VII: Iniciación

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Tenía frio
Tenía frio y todo mi cuerpo parecía no parar de temblar. Llevaba alrededor de treinta minutos sentada en el modesto baño de la habitación en donde había dormido, Leslie me dejo algunos útiles de aseo. Pero el calor de la tela de este vestido que parecía haber sido hecho para otra persona no me reconfortaba. Quería a Leia diciéndome palabras de aliento y el deseo de enviarle un mensaje era grande. Pero no, no podía ser tan egoísta. No podía involucrarla en algo que yo realmente no acababa de comprender.
Tengo miedo.
Tengo miedo y todo mi ser lo siente. No se realmente a lo que estoy renunciando para agarrar algo que esoscuro.
Pero una nueva vena de valentía, que hace unos días no poseía, hervía con los recuerdos de esa mujer siendo atacada. Podía hacer un cambio. ¿Pero a que costo?
Floyd toco suavemente la puerta, tal vez para no alterarme más de lo que ya estaba o para no interrumpir lo que parecía ser un mantra que salía de mi boca.
Tú puedes.
Tú puedes, eres fuerte.
Tú puedes.
Tú puedes contra esto.
Tú puedes.
Cuando lo dije tantas veces quemi garganta se secó abrí paso a lo que sería mi nueva vida. Leslie me miraba ahora con nuevos ojos, como cuando un niño pequeño mira a su súper héroe favorito. Caminamos por lo que pareció ser una eternidad. Floyd me daba leves empujoncitos cuando parecía notar como todo mi cuerpo se tensaba en intención de devolverme y llorar. Seguimos caminando hasta que miles de murmureos se escucharon. Una mujer con aspecto ancestral se encontraba en un estrado de color marfil, poseía cientos de pulseras y sus ojos almendrados casi rasgados me miraban con dureza. Había tres asientos en la tribuna.
Dos ya estaban ocupados, uno por un niño que pareciese tener unos catorce años, y el otro por una mujer de unos treinta y algo. Supuse que el puesto vacío era el mío. Floyd y Leslie se retiraron para dejarme en el mullido sillón blanco. Todos los asistentes se callaron en un silencio sepulcral, cuando la mujer pareció batir su bastón de madera.
—Hoy estamos todos aquí por una razónen común. Estas tres personas descubrirán cual es su sentido en la vida, cuales su propósito que es lo que los identifica. Cuál es su señal—. Vitoreos y gruñidos se escuchaban en la audiencia miles de ojos miraban con admiración la escena.
La extraña mujer comenzó a decir unas palabras en un idioma que no entendía y se acercó al pequeño niño. La mirada del pequeño era tan decidida, como si esto fuera su único objetivo. Me imagine yo a su edad escribiendo en mi diario de vida y llorando por algún amoradolescente. En cambio este niño combatiría contra el mal de la tierra.
Sentí vergüenza, vergüenza de haber tenido una infancia normal.
La mujer que había pronunciado una serie de palabras que lucían como oraciones tomo un tazón de vidrio con un líquido lechoso. Se lo acerco al pequeño y este bebió hasta detenerse y cerrar sus ojos. Gruñidos guturales se sentían desde lo más profundo de sus intestinos. Un grito ahogado salió de mi garganta. ¿Qué es lo que hacía es líquido?
Su expresión se contrajo levemente, en lo que yo creí fue un intento de demostrar valentía. Hasta que todo movimiento se detuvo y la mujer le ordenó que abriera sus ojos.—Ábrelos y muéstrale al mundo cuáles tu camino pequeño Troy—.
El joven abrió sus ojos en un impacto, para mostrar unos hermosos ojos amarillos. Un segmento del 'público' gritó fieramente.
El joven se alejó rápidamente del estrado.
—Señal amarilla—. La mujer gritó.
Ahora su imagen se acercaba a mi cara. Su ceño fruncido me indicó que sabía que había estado llorando, y la vergüenza paso a ser incluso mayor. Tenía que ser fuerte, tenía que serlo por mi padre, por Leia.
Acercó el liquido lechoso a mi boca y yo bebí hasta que la boca de mi estomago sintió una acidez sobrehumana. Me estaba quemando de adentro hacia afuera. Me retorcí por lo que sentí fueron horas. Horas interminables, segundos, minutos, nano segundos. Ya no importaba, mi mandíbula se tensó a un punto que creí que se me rompería por la extremada presión que estaba ejerciendo en ella. —Abre tus ojos Limbore, muéstranos tu destino—. Me afirme más firmemente al blanco asiento. Y los abrí. Abrí mis ojos.
Un rugido masivo se escucho enla audiencia. La mujer lucia totalmente complacida. —Limbore, Señal Violeta.
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Un grupo de enormes brazos me abrazaron, gritaban al unísono, todos alabando que era parte de su señal. Cuando entre tantos abrazos uno me tensó. Unos suaves brazos me embrollaban como a una niña. —Te dije que nos volveríamos a ver—. Susurró Kail.
Me voltee para ver sus grandes ojos grises, pero noté que estos estaban violeta.—Tus...tus ojos—. Solté casi en un susurro por el alto bullicio. Kail sonrió extasiado. —Sí, mis ojos.—. Violeta con matices grises. — ¿Porqué se ven así?—. Aspiré aire.
—Siempre se muestra nuestra Señal en estados de emociones fuertes—. Susurró por lo bajo y antes de que pudiera asimilar que hablaba de emociones conmigo, unos fuertes brazos me levantaron.
—Limbore ¿Por qué me abandonaste?—. Floyd soltaba dramáticamente mientras más brazos me elevaban aún más alto. Busqué a Kail con la mirada. Se había esfumado en la fuerte ola de personas que seguían vitoreando a coro por mi.

Nunca me había sentido parte de un grupo, en parte porque la mentalidad de grupo nunca encajó con mi personalidad, un solo pensamiento para un circulo de personas siempre me pareció ridículo. Pero ahí en medio de cientos de personas con ojos violetas, me sentí parte de algo.
Me sentí poderosa.
Me sentí Signamus.

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Luego del alboroto que se formó en el gran comedor Leslie la cual tenía un pequeño destello azul en sus ojos, me llevó por el camino violeta hasta que una gran puerta de madera se interponía en el paso. — Hasta aquí puedo llegar, las señales son muy rigurosas en la zona de entrenamiento. Dentro encontrarás las habitaciones, alguien te indicará cual es la tuya—. Sonrió amablemente.
— Muchas gracias Leslie—.
Su fuerte mano derecha tocó mi hombro. — Es una gran señal, los violeta siempre son los héroes, cuidado ahí adentro, sus pruebas suelen ser algo extremas—.
Dijo antes de devolverse por el sendero iluminado. Miré  la puerta buscando alguna cerradura. Pero solamente encontré un rompecabezas. No tenía muchas piezas pero si estaban en un ordenque complicaba realmente su solución. Me quede mirándolo, hasta que entendí que el resolverlo daba paso a la 'zona de entrenamiento' como lo había llamado anteriormente Leslie. Mis manos se fueron al pequeño acertijo y lo resolvieron en cosa de minutos. Más emoción llenó mi pecho.Las grandes puertas de madera se abrieron paso, mostrándome un lugar espectacular. Luces violeta con blanco estaban por todas las paredes, dando la impresión de que era un atardecer.
Caminando un pequeño niño se acercó corriendo a mí. — Mientras más me ves, menos me ves. ¿Qué soy?—. Supuse que esto era una especie de prueba. Lo que el pequeño no sabía es que era un rayo en lo que eran acertijos. — La oscuridad—. Respondí socarronamente. El pequeño chilló.
— ¡Pasó!—. Otras manos me metieron a un cuarto que se encontraba en oscuridad.
— Ahora viene lo difícil Limbore, no creas que todo son rompecabezas y acertijos.
Una voz suave me decía mientras me pasaba una antorcha. —Préndela.

Fruncí el ceño aunque el desconocido no pudiera verme. —¿Con qué?—.
El extraño lanzó una risa divertida. — Esa es la idea novata, tienes que prenderla con tu mente.—.
Ahora era mi turno de reír. — ¿Y qué pasa si no puedo?—. La risa del desconocido cesó. —Si no puedes no eres nada, no te vas pero no eres una de nosotros. Serías prácticamente una leprosa para todos—. Me estremecí.
—¿Cómo se supone que tengo que prenderla?—. Casi lo escuche rodar los ojos. — Está llena de aceite, concentra tu poder en prenderla y ¡Boom!—. Suspiré. Realmente estaba comenzando a disfrutar todo como para perderlo tan rápido.
Cerré mis ojos a pesar de no poder ver nada sin la necesidad de hacerlo. Me concentré en el poder del fuego, en el calor que emanaba, me concentré tan duramente que pensé que me desmayaría por el esfuerzo físico.
—¡Pasó!—.
El extraño gritaba al son de mis ojos abriéndose. Una tímida llama comenzaba a crecer producto de la combustión del aceite. Mis pupilas se dilataron de impresión.
Había prendido fuego con tan solo concentrarme en hacerlo. Un temblor imparable dominaba mis extremidades mientras el extraño ahora con cara excitada me llevaba hacía un laberinto.— Suerte.— Susurró. Habían tres entradas con muros de cerámica.
Impresionantemente mi mente solo podía divagar en el hecho de que la cúpula fuera tan inmensa como para albergar siete Señales de este tamaño.
Escogí la tercera entrada cuando un cronómetro comenzó a pitear.
Vi el tiempo; Quince minutos.
Me puse en marcha por la entrada de la derecha, corriendo para poder liberarme rápidamente. Cuando extrañas pruebas comenzaron a aparecer. Primero habías tubos que se movían con un ritmo determinado, pautee el vaivén.
Cada cinco segundos se salía uno y entraba otro. Me encaminé y esquivando el último tubo un hoyo se presentó. Antes de caer vi una seria de palos, eran cinco y calculando su tamaño no podían ponerse enforma lineal sin provocar una caída estruendosa. Pensé y pensé hasta que noté que las esquinas de los palos tenían un fuerte pegamento. Había que trepar porlos lados mi menté alertó.
Comencé a posicionar los primeros dos palos, vi de reojo el cronómetro; Cinco minutos.
El primero se pegó fácilmente en la pared por lo que puse mi pie derecho mientras ponía el segundo, evitando totalmente mirarhacia abajo. Mis largas piernas ayudaron a que pudiera ir colocando los palossin necesidad de despegar los anteriores; Un minuto.
Tragué saliva, las palabras del extraño retumbaron en mi mente. No quería ser nadie.
Avancé un poco más hasta que mi pierna izquierda logró tocar la superficie, me eché a correr. Podía sentir mi corazón palpitar desenfrenadamente. Me metí a la salida que se veía más cercana. Podía ver un cúmulo de personas gritando.
Lo había logrado.
Kail salió de la gran masa de personas. —Bienvenida Limbore, bienvenida a la Señal Violeta, más conocidos como la Señal del poder mental—.
Todos gritaban, yo gritaba.

Señales de fuego: La ciudad perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora