Rumores. Los rumores existen desde que se han conformado las sociedades. Hay rumores reales, buenos, malos, falsos, exagerados, increíbles y sosos. Pero yo nunca fui la causa de algún rumor.
El cuchicheo en las paredes de piedra dentro de la Casa Matriz, parece hacerse más rotundo a medida que caminábamos a nuestras respectivas habitaciones. Kail y Gelium intentaban distraerme, pero las miradas reprobatorias que los Signamus me estaban lanzando en ese instante eran, sino, más intensas que las mismas palabras.
"Débil"
"Lastimosa"
"Dicen que puede curar, pobre se equivoco de Señal"
"Kail está con ella por lastima"
"Su madre la ocultó, le debe dar vergüenza"
Mi labio inferior tiritaba de rabia y solté la mano de Kail para seguir mi camino solitariamente. Aún tenía las emociones a flor de piel, me sentía impotente e incapaz de sanar.
Los días desde ese instante avanzaron más rápido de lo que me gustaría admitir. Había olvidado completamente como era mi vida previa a conocer el mundo Yamh. Los rumores habían ido ralentizándose, pero Floyd más de una vez cayó a algunas chicas que me apuntaban descaradamente.
Lo único que me mantenía en la Tierra era Viozul, nombre que no había sido modificado.
Las misiones parecían ser cada vez más intensas y riesgosas, pero habíamos logrado un nivel de coordinación impresionante, inclusive Grenchie nos había citado tan solo para felicitarnos.
Pero cuando parecía ir todo sobre ruedas, fuimos citados nuevamente por Gretchenry a la sala general, lugar donde se realizaban las iniciaciones, pero ahora junto a cada miembro de cada Señal. Se sentía la tensión en el ambiente, y cada Signamus mantenía su posición firme.
La cara de Gretchenry en el estrado era un poema. Duras líneas de preocupación cruzaban su rostro, y eso más que relajarme me causó pavor. Si existía una mujer capaz de esconder sus emociones, esa era Grenchie.
—Buenos días Signamus de la Casa Matriz de Nueva York-el publico cesó cualquier parloteo previo para escuchar claramente—. Hoy los he convocado con una misión clara. Transmitir un mensaje.
Miré a Kail en busca de una respuesta, y negó dándome a entender que no sabía de qué se trataba. Una pantalla blanca salió a la vista desde el techo y comenzó a reproducir un video. Un hombre de mediana edad junto a algunas canas por encima de sus orejas, con un traje impecable color gris se encontraba en el centro del video. Escuché sonidos de estupefacción.
"Thoyrian" pude percibir que dijo un chico unos años mayor que yo. El hombre en la pantalla había comenzado a presentarse. —Mis queridos Signamus, queridos, queridos. Hoy he declarado la guerra hacia ustedes. Quiero dominar a cada Signamus del planeta tierra; Un trabajo nuevo, se que la mayoría no dudará en negarse. Pero, como se que no se pueden resistir a hacer de héroes les tengo un pequeños regalo—dijo esto último casi cantando, a pesar de sus duras palabras y su apariencia impecable, Thoyrian parecía estar disfrutando de esto—. He juntado a cien personas, todas con familias, amigos, hermanos y esas cosas que parecen preocuparlos de sobremanera—señaló hacia un grupo de personas gritando, todas con los ojos vendados.
La risa de Thoyrian fue suficiente para hacerme temblar hasta la medula. —Ahora, mis amigos. Este es el trato. Por cada Signamus que me jure lealtad salvaré a algún líder mundial. Y por cada uno que no lo haga, mueren—riendo acercó a cinco Estraus en estado de deslumbre. Los cinco de color grisáceo y piel babosa.
—Mierda, son Kileins—Floyd le dijo a Gelium, los cuales estaban detrás de nosotros. Los Kileins son el tipo de Estraus Madeo que se creían extintos, pueden alterar los elementos desde su propio cuerpo. No necesitan polvos ni estar cerca de alguna red que lo provea. Según el libro que leí hace algunas semanas, se creía que, si es que aún existían, eran los mínimos.
—...como demostración de mi veracidad serán testigos de cómo nuestros conejillos de indias desaparecen del mundo—se podían escuchar a través de los altavoces los gritos desesperados de las personas—. Mmh, ¿fuego? —lanzó bolas de fuego perfectamente redondas en ambas manos. La persona que estaba grabando comenzó a reír, mientras las llamas ahogaban a los humanos inocentes. —Avivemos esas lenguas de fuego,—de sus manos ahora, pequeños remolinos de viento hicieron crecer las llamas hasta el techo del galpón metálico. Sus ojos, brillaban en un extraño amarillo lobuno.
No pude seguir mirando el video, los gritos ya habían cesado. — ¿Presidentes, jefes mundiales, el Papa? Las posibilidades son infinitas, amigos. Es hora de que su lealtad llegue hasta mi—el video cesó.
El silencio en la sala era sepulcral, nadie parecía atreverse a decir algo coherente. —No vamos a ceder—dijo una chica desde el fondo de la sala, sus cabellos estaban teñidos en un poderoso rosa, el cual en contraste al traje negro que estaba usando resaltaba aún más. Sonidos de aceptación la acompañaron. —Ese maldito va a morir—un Señal Azul rugió levantando la voz, creando un disturbio en toda la sala.
Grenchie abrió la boca, y un ligero temblor se apoderó de su mano izquierda. —No-no nos vamos a quedar quietos. Ya he contactado con los Signamus puros, todas las Casas del mundo ya han visto este video. Y los planes de acción ya están en progreso. Mientras más esperemos, más posibilidades hay de que se genere un disturbio social y político. Asesinar a las cabecillas de los países es equivalente a problemas de anarquía. Y sabemos que en medio de los disturbios los Estraus Madeo toman las riendas alegremente. Vamos a convocar a los mejores de cada Señal, mundialmente hablando, y el plan se tratará de manera confidencial. No queremos correr riesgos innecesarios. También quiero recalcar, que cualquiera que jure lealtad hacia Thoyrian, deja de existir para nosotros y se convierte en nuestro enemigo. Sin nada más que decir pueden retirarse.
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Señales de fuego: La ciudad perdida.
FantasíaEn una fiesta Limbore conoce a Kail. Desatando una nueva habilidad en su interior. Ha activado un poder que necesita saber manejar. En el camino de su aprendizaje conocerá los grandes secretos que se esconden bajo la tierra. Una guerra se avecina...