IV: Consejos

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Agarré mis cosas y partí a Central Park. El camino desde mi departamento no era largo y se podía hacer caminando. Prefería eso a seguir gastando mi dinero en taxis. Todos los árboles con escarcha era una imagen tétrica perturbando mi mente. Y una punzada de alerta picaba en mi espalda. Un lugar ideal para un asesinato. Reí internamente. No era estúpida y salí prevenida, gas pimienta y una navaja de protección personal. Agradecía internamente que papá me haya forzado a tomar esas estúpidas clases de defensa personal a los trece años.

La imagen de Kail al centro del gran parque era notoria, un abrigo negro que tapaba la mayoría de lo largo y ancho del sujeto. Una bufanda dejando al descubierto unos grandes ojos grises. —No tengo mucho tiempo Limbore. Se apresuró a decir a penas me vio. Necesito decirte algunas cosas puntuales; No esperes que ahora te dé todas las respuestas a tus preguntas, que asumo eson muchas. Estas vulnerable y probablemente a la vista de muchos que no te quieren cerca. Lo de hoy fue algo que puede volver a pasarte. Confía en tu instinto. Es lo mejor que te puedo decir, hasta que logre solucionar todo. Enviarán a alguien más adelante.

Lo mire con el ceño fruncido. — ¿Esperas que obedezca tus estúpidas reglas sin saber que está pasando? Vi a mi doctora convertirse en humo violeta. Sinceramente debes tener un gran problema para creer que asumiría todo sin saber nada.

Kail bufó. —Típico de Keskraihs—. Ese ridículo idioma de nuevo. —¿Por qué hablas esa lengua? La he estado escuchando en mis sueños—. La expresión neutra de Kail pareció cambiar repentinamente. — ¿Haz oído el Lethaurgues en tu mente? Vaya, eres realmente más poderosa de lo que creía—. Miró su reloj con apuro. —Tengo que marchar. Limbore tienes un don especial, pero hasta que descubra que hacer contigo, debes ocultarte—. Su mirada se cargó. Acercó su mano a mi mejilla y un suave roce fue lo que dejó antes de partir. —Nos vemos pronto.

Mirando el vacío de Central Park Kail desapareció de mi campo visual. No lograba entender la situación. Pero el miedo que sentía antes se había esfumado. Sea lo que sea en lo que me haya metido no era la única desquiciada viviendo en Nueva York y eso en parte me alentaba.

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Un anhelado viernes llegó al calendario, trayendo con el una tarde productiva en la librería. Los exámenes finales eran la excusa perfecta para encerrarme aquí durante todo un fin de semana. Mis manos recorrieron los diferentes libros buscando alguno que hablara sobre la historia de las cámaras en America. Un chico de cabellos rojizos se acercó lentamente a mi cuerpo, algo en el me decía que estaba incomodo, como si su cuerpo no le perteneciese.

Confía en tu instinto.

Decidí salir de la biblioteca con un libro entre mis manos. Iba a estudiar en el departamento. Mientras caminaba el chico de pelos rojizos salió a la par conmigo. Mis piernas se contrajeron y algo me dijo que corriera.

Me escondí en un callejón alterada, mientras esperaba que el hombre pasara, cuando un pecho duro chocó contra mi espalda. —Shhh... tranquila—salté.

Un joven de no más de diez y ocho años me observaba con el ceño fruncido. —Espera un momento—se separó de mi espalda para darle frente al hombre de la biblioteca.

El hombre se abalanzó contra el rubio. Para tener una batalla cuerpo a cuerpo. En tanto el chico rubio sacaba una pequeña botella de un liquido verde y la vertía sobre el hombre. En un descuido del extraño el rubio lanzo el contenido de la botella sobre el cuerpo de su contrincante. Un grito desgarrador salió de su garganta. —Thoyrian va a ganar, Thoyrian vencerá—. Fue su último suspiro antes de convertirse en humo verde.

         Mi corazón palpitaba desorbitadamente, podía sentir como cada palpitación vibraba en mi caja toraxica. —¿Tú...tu eres como Kail?

El muchacho me miró con un brillo divertido. —Precisamente por eso vengo bonita, he sido enviado por él a buscarte—. Después de decir eso sacó un bolso rojo y lanzó un contenido amarillo sobre mis ojos.

Cuando pude abrirlos y sin siquiera refutar, los ojos del muchacho pareciesen ser lo más hermoso que había visto en mi vida. Llenos de vida...Necesitaba besarle, ansiaba sus manos en mi. Cada ondulación de su cabello rubio parecían enviados por el mismo Dios. Estaba viendo la perfección. Iba a besarle, necesitaba besar a...

Algo cortó mi admiración, el joven reía haciendo movimientos de manos exagerados.—Siempre resulta en Keskraihs, un poco de polvo amarillo y parecen creer que han visto al amor de su vida.

Elevé una ceja. Quién demonios era este tipo y por qué había usado "polvo amarillo" en mi persona. Mis brazos se pusieron en jarra. — ¿Debería preguntar quién eres y porque usas drogas en mi?—. El muchacho paró de reír para presentarse. —Floyd Malcom, Señal verde de Nueva york, tu debes ser Limbore. —¿Señal verde?

Floyd me analizó como intentado asegurarse que realmente era yo. —Así que Kail no te ha contado mucho ¿Ah?.—Decir eso sería una exageración, prácticamente me dijo que huyera de aquellas personas que me resultasen extrañas.

—Si, eso es algo que diría Kail—sonrió. —He sido enviado para llevarte a la Casa Matriz—. Me observó como esperando que reaccionará, y acercó su mano a la mía. —Vamos, no tenemos todo el día—asentí, si quería respuestas, esta era mi oportunidad.

Señales de fuego: La ciudad perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora