Desperté por un calor abrasador, el cual me alertó inmediatamente. Al darme cuenta que era el cuerpo de Kail el que me proporcionaba esa sensación me relajé inmediatamente. Me removí un poco al recordar las cosas que me contó ayer. Realmente el mundo está entrando en guerra, y pareciera ser que no hay que hacer para poder evitarlo. Pensé en mi madre, y nuestro reciente encuentro. Temblé ante la idea de que la separarán de nuevo de mí.
Kail murmuró algo entre sueños y pude ver su ceño fruncido. Me causó ternura saber que incluso entre sueños parecía estar preocupado sobre algo. No había sopesado lo mucho que me ha ayudado a sobrevivir entre estas paredes. La pérdida de contacto con Leia junto a mi padre, parecen doler cada día menos. Gracias a este hombre de ojos grises.—Te quiero—susurré sabiendo que no iba a contestar entre sus sueños. Logré desperezarme sin despertarlo y me puse a curiosear entre su mueble café. Una carpeta blanca estaba escondida bajo los pantalones que estaban ordenados de manera pulcra. Mi parte entrometida moría por revisar las cosas que encontraría ahí, y daría paso a conocer algo más sobre Kail. Pero mi parte racional se negaba rotundamente.
Mire nuevamente hacia la cama, Kail seguía en la misma posición. Tomé la carpeta sin mediarlo más. Eran bocetos en un principio de paisajes, símbolos, pero a medida que pasaba por las paginas mi cara parecido ser parte de las escena.
Recordé la noche que Kail fue atacado con la droga, Falso amor. Me confesó que dibujaba a veces sobre mí. Reí al saber que después de todo era verdad.
Los dibujos eran asombrosos, había algunos en los que sonreía y mis hoyuelos se marcaban, en otros salía con el ceño fruncido. Dibujó la noche en Paris, cuando nos besamos por primera vez.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que no noté cuando Kail despertó.—¿Divertida?—dijo elevando ambas cejas y estirándose. Me puse de un color granate.—¿Lo siento?—fue lo primero que atine a decir. Elevó ambos hombros en un gesto desinteresado, pero el ligero tono violeta en sus ojos me dijo lo contrario.—Son tuyos.
No dijimos nada más del tema y entre arrumacos esperamos a Gelium para poder elaborar el plan de esta noche. Habíamos ido a visitar a Floyd antes de partir, nos levanto el dedo medio y dijo.—Tanto amarillo me hace vomitar, putos—reímos ante sus palabras y nos encaminamos a un restaurant italianos ubicados en Brooklyn. El barrio no era tan malo, pero si se podían ver una serie de grafitis y basura repartida.
Era sencillo, íbamos a pedir algo de comer. Actuaríamos una escena y pediríamos hablar con el gerente. Lo llevábamos hacia afuera y acabamos con él. Algo simple y sin mayor trama.
Nos sentamos en una mesa para tres, y Gelium no paraba de hacer bromas sobre ser la tercera rueda, o el mal tercio. Mientras pedíamos Kail me susurró; Nuestra primera cita.
Me sonrojé ante la idea y lo golpee juguetonamente en el hombro. Gelium estaba aborto en su libreta café de cuero, la cual parecía llevar hacia todas partes.—¿Algún día me dejarás leerla?-lo pinché.—Si, si algún día—susurró siguiendo con su escritura.
Esperamos pacientemente hasta que estaban servidos nuestros platos de pasta.—¡Oh mi dios, esto está asqueroso!
Usé mi mejor tono, de Regina George de Mean Girls, y supuse que si Leia estuviera aquí reiría ante la imagen de yo actuando como una diva.—¡Mesero! ¡Mesero!
El joven que nos había atendido hace unos minutos se acercó a la mesa, y ya algunas personas de las otras mesas veían la imagen con autentica diversión.—Quiero que me cambies esto, está ew, asqueroso—. Kail tenía un brillo divertido y añadió.—Mi esposa dice que se lo cambies ¿Capicci?—Gelium estaba rojo aguantando la risa.—Si...si, ¿qué tiene de malo para comentarlo con el chef?—dijo el pobre joven asustado ante mi carácter y el falso tono italiano de Kail.—¿Qué no quieres cambiármelo? Quiero hablar inmediatamente con tu jefe. Ahora.
El joven temblaba y asintió antes de ir a buscar a Mauricio el dueño del local, el cual era usado para guardar droga en su cocina y distribuirla por el barrio. Una pequeña niña caminó frente a nosotros, usaba un vestido rosa algo roído, y en su cabeza tenía un pañuelo del mismo color. Su piel estaba totalmente pálida y sus ojos un poco amarillentos. Cáncer. Algo en mi se removió, podía ayudarla.
Sus pequeñas piernas temblaban mientras se dirigía hacia el baño.—Iré al tocador, me buscan cuando salga.
Podía eliminarlo, tenía ese poder.—Hola pequeña.—dije antes de agacharme para quedar de su porte, el pequeño baño olía a desinfectante y fresa.—Hola—dijo suavemente.—He venido a ayudarte.
Su labio tembló levemente.—¿Me vienes a buscar ya? No me he despedido de mamá y papá está muy furioso ahora para hablar—puse cara de sorpresa.—¿A buscarte? ¿llevarte donde?
La pequeña ahora se mojaba su cara con agua.—Al cielo, ¿eres mi ángel?
Temblé levemente, una pena me inundó.—Si, soy tu ángel guardián, pero he venido a curarte—la niña dió un saltito de felicidad, y pude jurar como sus pequeñas mejillas se tornaban rosadas por instante.
Posé mis manos en su pequeña cabeza, y me concentré en cosas felices. Estuve por algunos minutos en eso mientras la niña cerraba y abría sus ojos. Cuando sentí que ya era suficiente me detuve. Sus ojos seguían apagados y su piel no había recobrado ningún color. Seguía enferma.
—¿Estoy sana? ¿Se fue la leucemia?—dijo la pequeña esperanzada. Asentí levemente y le borré la memoria. Había ilusionado a la pequeña niña, y una rabia se apoderó de mi. No podía ser tan injusto, podía contra casi cualquier Estraus Madeo y humanos, podía eliminar sus memorias, asesinarlos, hacerlo ver cosas. Podía crear campos de protección y curar ataques cerebrales. Podía hacer todo eso, pero no podía ayudar a una infante que tiene toda su vida por delante. Era una estúpida broma.
Olvida que me has visto, olvida que has conocido a una chica de negro hoy.
Me fui corriendo del sanatorio en búsqueda de Kail. No estaban en la mesa por lo que me dirigí hacia el pequeño callejón, un humo violeta se estaba difuminando. Habían terminado la misión. Mis ojos llorosos alertaron a ambos chicos. Kail fue el primero en reaccionar.—¿Qué ha pasado?
Hipé fuertemente.—No pude, no pude curarla. No pude—repetía de forma enfermiza. Tenía la capacidad de curar muchas cosas, pero pareciera que si se trata de una pequeña niña que solo quiere vivir, no tengo la capacidad. Que mierda.
—Limbore ¿Qué ha sucedido?—Gelium se unió a nosotros con un apretón de hombro. Les conté lo de la pequeña niña y como no hubo ningún cambio en su cuerpo exceptuando la falsa esperanza que de la leucemia hubiera desaparecido.—No podemos curar cosas como esas, no eres la primera en intentarlo, sería un mundo más feliz si pudiéramos combatir contra esas enfermedades Limbore, pero no está en nuestro poder luchar contra algo así. Solo demuestras que tu corazón es inmenso—susurró Kail en mi oído. Asentí mientras me estrechaba más fuertemente.—Y ¿Limbore? yo también te quiero.
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Señales de fuego: La ciudad perdida.
FantasiaEn una fiesta Limbore conoce a Kail. Desatando una nueva habilidad en su interior. Ha activado un poder que necesita saber manejar. En el camino de su aprendizaje conocerá los grandes secretos que se esconden bajo la tierra. Una guerra se avecina...