XX: Passion Fruit

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Joe nunca me dio mala espina. Joe no era el tipo de chico que se metía en problemas. Joe era normal.

He dado vueltas en mi cabeza de como en este universo Joe—el novio de Leah— es un maldito Estraus Madeo. Nunca dio señales de ser malvado, o se transformó en algo no humano. Era simplemente un joven estudiante de arquitectura, que hasta hace poco compartía saliva con mi —antigua— mejor amiga.
Pero tras leer los diferentes casos que han convertido a Joe en uno de los mafiosos más grande del mundo Yamh un temblor me recorrió todo el cuerpo.

Él junto a su mafia controlan toda la droga que se distribuye en Nueva York ¡Absolutamente toda! Y sinceramente, no recuerdo siquiera que consumiera alguna sustsncia ilegal. Era como estar frente a dos versiones de la misma persona. La real y la proyección.

El plan era sencillo, la banda tenía su refugio—irónicamente— en Passion Fruit discoteque donde conocí a Kail. Debíamos actuar relajados, enfiestados y colarnos en el sector VIP. Aprovechar que conozco a Joe y usar eso en su contra.

———
Las luces parpadeaban, verde, rojo, blanco, verde, rojo, blanco. Un patrón consistente. Floyd y Gelium se encontraban en esquinas opuestas. Todos estabamos conectados a través de auricular.—Deberíamos tener nombres clave, yo soy Tigre—Floyd dijo y pude sentir como Kail reía.

Estábamos danzando tranquilamente.—Te he visto un rato ¿Quieres un trago?—susurró en mi oído. Me sonrojé levemente porqué esas fueron las palabras que dijo la noche que nos conocímos.—Un Sex on the Beach suena genial—seguí la broma.

Fue por ellos mientras me dejaba disfrutar de algo que antes de toda esta locura, hacía con frecuencia. Dejar mi cuerpo fluir al ritmo de una canción desconocida.

Sentía mi corazón vibrar. Un empujón me sacó de mi trance. Un chico afroamericano tiritaba notablemente. Sus ojos estaban enrojecidos por algún efecto de una droga. Me ofreció un trago de su vaso. Me negué.—Bebe—dijo sin soltar el vaso.—Lo ha enviado Torino, si lo rechazas estás fuera.

Mierda.

Sabía que Torino era el nombre falso—o real—que usaba Joe. Pero enviarme un trago exclusivamente a mí me hizo temblar.—Todas las mujeres deben beber de esto, si no están fuera—el joven el cual estaba obviamente drogado dijo esto antes de ofrecerme el vaso por lo que supuse sería última vez antes de echarme a patadas. Lo acepté y lo bebí hasta el fondo. No podía comprometer la misión.—Bien hecho.

Se alejó de estre la multitud, seguí bailando intentando eliminar el alcohol agrio que se coló por mi garganta. Kail se acercó segundos después.—Se ha demorado un montón tu trago, por lo que traje una...—dejó de hablar.—¿Limbore?
No noté cuando sus manos se fueron a mi cara, su tacto era suave.—¿Si?
Me estaba ríendo de la forma en la que las luces cambiaban de patrón. Recordé como me gustaba tanto la forma en la que el juego de luminosas hacian ver a el chico frente a mi tan simétrico.—Eres muy guapo—dije atrayéndolo hacía mi y besándolo. Fue un beso intenso, deseoso de más. Kail se mostró reticente en un principio y luego cedió.—¿Limbore te han drogado?—cortó nuestro beso. Asentí.—Vino un chico y dijo que si no bebía...me echaban.

Continué mi danza y Kail me tomó del codo para llevarme a los baños.—Entra.

No refuté a pesar de que quería seguir bailando. Mi corazón parecía no querer calmarse y la imagen que proyectó el espejo me causó risa. Habíamos tenido que vestirnos casual, pero casual para Grenchie, era lucir como una Spice Girl. Enfundada en medias de latex negro con una blusa dorada llena de lentejuelas. Hice poses en el espejo. Y luego me fuí directo al lavado. Bebí agua hasta ya no sentir mi boca y eso tranquilizó un poco los latidos de mi corazón. Una chica entraba al baño al minuto que me decicí por salir. Me empujó sin razón aparente.—Muevete grandulona—dijo para adentrarse con un joven que venía a su espalda. Supuse que la droga que estaban distribuyendo hacía a las chicas más fáciles. Y con el cuerpo menos adormilado salí de los lavados. Kail se escontraba apoyado en una sucia pared.—Te has tomado tu tiempo—se burló.—Bebí mi peso en agua, no molestes.
Rió para apegarme a su cuerpo y besarme lentamente, solté unas risitas tontas cuando se volvió más intenso y sus manos no se quedaban quietas.—Alto ahí, vaquero.

Señales de fuego: La ciudad perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora