III: Verde

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—Lindas ojeras Trecson.

Joe el novio de Leia me observaba pertubado, realmente debo lucir terrible si no puede controlar su cara de asco. —Ha, ha—sonrío sarcásticamente, lo que menos necesito es que me recuerden lo pésimo que dormí anoche y las últimas cinco noches.

Cada vez es el extraño sueño que parece tener miles de versiones, con palabras en un lenguaje extraño. Estraus madeo no parecía ser lo único que mi cerebro quiere que conozca, es como si se repitiera un patrón el cual no puedo identificar. Solo sé que es en un idioma totalmente anexo al racional u conocido. —Tal vez es por el estrés Limbore, sabes que últimamente haz tenido muchos trabajos. Recuerda que tienes la cita con la doctora hoy—asentí.

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La consulta era clara, ventanales por todas partes. Cuadros de paisajes, un escritorio y una camilla. —Asi que Limbore Trecson, veinte años. ¿Por qué es lo que vienes?—. Hace unos días me di cuenta que tenía una pequeña mancha en la cadera, y como no soy de tener lunares me preocupé un poco. —Muy bien hecho Limbore, la salud de la piel es primordial—.
Rednose era extremadamente alegre, pero esa alegría falsa, que incomodaba. Tenía los ojos estirados como si estuviera con una especie de elástico por toda su piel. —Recuestate por favor.

Saqué mi camisa junto a mis pantalones y me recosté. La doctora además de revisar la mancha me avisó que vería todo mi cuerpo para prevenir cualquier otra irregularidad. Mientras inspeccionaba mi cuerpo tarareaba una canción, de esas que suenan todo el día por la radio. Su tacto iba por mi cintura. Seguía tarareando la canción.

Hasta que se detiene en mi cadera y deja de cantar.

Abre los ojos con sorpresa y se separa inmediatamente de mi cuerpo.

Eso no es bueno.

Todo su afeite parece haberse esfumado dejando a una mujer aterrorizada. Ahoga un grito agudo. Y sus ojos se convierten en el más puro odio. —Trestosh reschuim.
Me gritaba al mismo tiempo que agarraba mi brazo fuertemente y se acercaba a mi rápidamente, me alteré y grité mientras agarraba mis cosas. —¿¡Qué le pasa!?
La señora Rednose que parecía haber perdido completamente sus estribos seguía gritando con los ojos desorbitados e intentando alcanzarme con sus garras pintadas de rojo.

Su cara se desfiguró completamente, sus ojos pareciesen querer salirse inclusive su cuerpo completo ya no era de un color normal, estaba totalmente verde. Verde, como los arboles, verde como el pasto. Completamente verde.
Cuando ya no me quedaba espacio en la pequeña consulta y la Doctora no iba a detenerse decidí defenderme con lo primero que encontré, que por desgracia era una carpeta de consultas.

Iba a morir en manos de una sicópata con la piel teñida. En el momento que cierro mis ojos para evitar ver lo que iba a hacer conmigo la enferma médico un estruendo resuena en toda la sala, escucho unos forcejeos y finalmente silencio. Abro un ojo lentamente y la imagen que reflejan mis pupilas parece ser de locos. La señora Rednose se ha convertido en humo violeta y hay un chico al lado limpiando sus manos. —Tuviste suerte, era un Gleisgorb. Extraños pero letales.

El chico en cuestión era Kail, el cual me mira con las cejas levantadas. —Lindas bragas.

En lo que puedo contar hasta diez, desaparece por la puerta dejándome totalmente muda. ¿Qué acaba de pasar?


Me vestí rápidamente para tomar la locomoción, no estaba de ánimo para tomar el metro así que paré un taxi y llegué a mi departamento. Realmente estaba enloqueciendo, no podía creer lo que había visto. La doctora Rednose era un Gleisgorb o lo que fuera que sea eso, se había convertido en algo verde y finalmente Kail el chico de Passion Fruit había aparecido en la consulta como por arte de magia. ¿Me había drogado y no lo recordaba?

Realmente necesitaba respuestas o iba a internarme en un centro médico.

Mientras analizaba todo con una taza de café mi teléfono sonó. —Limbore, soy Kail. Necesito que nos juntemos en Central Park a las diez. No vayas con nadie, tenemos que hablar de lo que viste—cortó.

Mi respiración cesó por lo que sentí que fueron horas. Estaba asustada e intrigada. Una parte de mi intento ver esto como una oportunidad de descubrir algo extraño y novedoso. No podía quedarme con la duda de saber que era exactamente lo que había sucedido hace unas horas. Por lo menos sabía que no había sido mi imaginación. Pero ¿qué me esperaba...?

La respuesta tal vez me asustaba más que las mismas preguntas.

En qué clase de broma me había metido.

Señales de fuego: La ciudad perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora