Capítulo XVIII

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Abrí los ojos lentamente y pestañeé varias veces para poder acostumbrarme. Ya era de día pues por la ranura de la ventana se filtraba la luz dejando ver parte de la habitación sin dificultad. Giré mi vista a la derecha y me sorprendí al ver a Jeff con un antifaz sobre sus ojos y con la boca un poco entreabierta. ¿De dónde había sacado el antifaz? No tenía la mínima idea, ¿por qué seguía en la cama? Mucho menos.

Mis ojos recorrieron su cabello, la frente, el antifaz negro, lo poco que se veía de su nariz y la gran sonrisa. Su piel era blanca como la luna y era adornada con unos cuantos moretones. Mi vista bajó a su cuello, parte del pecho y la remera que no dejaba ver más. Volví la mirada a su rostro y noté como sus manos comenzaban a sacar el antifaz, desvié mi mirada rápidamente sintiéndome nerviosa, y reprendiéndome. Podía haberlo... asfixiado con la almohada, pero me quedé mirándolo.

—Buenos días a ti también—dijo irónico y yo crucé mis brazos sobre mi pecho—, ¿acostumbras ver dormir a las personas?

—No te estaba mirando, acabo de despertarme—dije—, ¿qué haces aquí?

—Vivo aquí—se sentó contra el respaldo.

—Aquí en el cuarto, aquí en la cama—especifiqué mirando a otro lado.

—¿Por qué te importa tanto? Simplemente me quedé dormido—se excusó.

—¿Y ese antifaz?—pregunté como si pudiera dejarlo en evidencia de esa forma.

—Estaba en el cajón del armario—agregó—, de todas formas, ¿por qué tengo que darte explicaciones? Yo hago lo que se me da la gana.

Me levanté de la cama sin responder con intenciones de abandonar la habitación cuanto antes, pero escuché como él se había levantado y ahora sus pasos sonaban cada vez más cerca. Sentí una pequeña brisa en mi cuello y después unos brazos rodeándome por la cintura. Mi cuerpo se tensó, sentí repulsión de forma inmediata. Su barbilla se apoyó en mi hombro derecho y me acercó hacia él. 

—¿Qué haces conmigo, Emma?—preguntó con voz ronca mientras sus dedos acariciaban mi abdomen, pasaron segundos de total silencio. Estaba inerte, reteniendo la respiración, no quería tener ese contacto con él.

Me solté de su agarre y me giré hacia él con confusión, alejándome.

—¿De qué estás hablando, Jeff?—él bufó molesto y bajó sus cejas con desconcierto. Sus facciones se endurecieron.

—¿Qué me estás haciendo?—escupió y retrocedí con miedo.

—¡No estoy haciéndote nada!

Llevó sus manos a su cabeza pasando los dedos por su cabello y mirando la habitación, gruñó y clavó su mirada en la pequeña mesa de luz, la alzó con sus manos y la lanzó contra la pared. Grité aterrada.

—¡¿A qué mierda estas jugando?!

—Por favor, cálmate, no te he hecho nada...—supliqué poniendo mis brazos delante para cubrirme. 

Su pecho subía y bajaba demostrando su descontrol, sus pupila parecía haberse vuelto negra por completo, vacía. Se abalanzó sobre mí pero me corrí, comenzó a descargar su furia contra la pared de madera, golpeándola. Con su puño derecho atravesó la pared podrida y yo suplicaba que parara. Sus nudillos sangraban con la misma rapidez con la que mi corazón latía.

Se detuvo y comenzó a girarse hacia mí. 

—Detente... P-por favor...—pedí llorando, no soportaba la situación, comencé a caminar de espaldas hacia la puerta del cuarto.

—¿Por qué me pides que me detenga si tú no lo has hecho...?—susurró y me sentí totalmente perdida. ¿Por qué no puedo comprenderlo? No sé de que está hablando y me observa como si esperase una respuesta—. ¡¿Por qué me pides que me detenga si tú no detienes esto que estás haciendo?!

Sus cejas se arquearon como mostrando dolor y se acercó a mí sin darme tiempo a reaccionar, se detuvo a centímetros y sus ojos observaron los míos por interminables segundos. Mis brazos estaban doblados para poder cubrirme en caso de un ataque repentino. ¿Qué era lo que yo estaba haciendo? ¿qué estaba haciendo mal?

Abrió su boca para hablar, sin embargo no dijo nada hasta unos segundos luego.

—Tienes que entenderme.

Mis ojos se llenaron de lágrimas nuevamente, no por miedo, sino por confusión. Me sentía extraña en ese instante y no sabía el porqué. ¿Acaso Jeff me hacía sentir así? Claro que era él quien lo hacía, estaba loco, no podía simplemente saltar en emociones de esa forma, era como si me hubiese golpeado con hielo y fuego varias veces. 

—¿Qué cosa?—pregunté en susurro tembloroso y dudé si pudo oírme. 

—No puedo dejarte ir, tú...—cerró sus ojos. «No, no, no, tienes que poder dejarme ir, no puedes tenerme aquí para siempre, yo no quiero ésto. No lo merezco»—Tú eres mía, y lo serás para siempre. No puedo dejarte ir, no puedo dejarte estar con alguien más, nadie puede tocarte, eres de mi pertenencia... No quiero compartirte.

—No soy un objeto, Jeff, es mi vida—murmuré, mi voz había sonado quebrada y me había dolido decirlo por el enorme nudo que tenía en mi garganta.

—¡Tú no decides eso!—me gritó y yo abrí la boca exasperada—. Eres mía, lo quieras o no. Si no soy yo quien te tiene no será nadie, Emma, no... Tú no puedes, no debes, yo... 

Sus palabras me hicieron sentir asustada, él estaba loco, completamente desquiciado, fuera de sus cabales.
Las lágrimas comenzaron a caer.

—Estoy solo sin ti.

Retrocedí unos pasos negando y él intentó acercarse a mí. 

—¿Por qué me haces esto, Jeff? ¿Por qué no puedo ser una chica normal y tener una vida normal? 

—¿Por qué no puedes ser normal a mi lado? ¿Por qué no puedes tener una vida normal a mi lado?—replicó intentando acercarse. 

—¡Porque tú no eres normal!—exclamé angustiada—. ¡Estás loco! Mantuviste encerrada a una chica por semanas, torturándola, sé que quieres hacer lo mismo conmigo. Eso no es ser normal, eres un psicópata, Jeff. Estás... estás enfermo.

Sus facciones desencajaron, me miraba con dolor y molestia a la vez, su mano izquierda comenzó a temblar de un modo extraño, casi de manera espasmódica. Su sonrisa se ensanchó con lentitud y comenzó a reír. Yo negaba continuamente con la cabeza. 

—Tú me amas—afirmó—. Sé que en el fondo quieres estar conmigo hasta la muerte, hasta que no quede nada de ambos. Ni un mísero hueso o gramo de polvo. Sólo estás confundida. En un tiempo serás consciente de que yo tenía razón y que somos el uno para el otro. 

—¿Por qué estás tan ensimismado en hacerme creer que debemos estar juntos?—mis ojos se clavaron en los suyos y por unos segundos noté nervios en él. Me estaba queriendo manipular. Estaba queriendo convencerme de algo, hacerme creer que tenía razón, tal como Lily me había dicho. 
Lily...

—No estoy queriendo hacerte creer, es la realidad... ¿Por qué no confías en mí? 

—Porque no sé quién eres realmente, porque me estás mintiendo, porque me ocultas tantas cosas, me tienes aquí encerrada, me alejaste de mi vida y me torturaste—señalé exasperada.

Sonrió de lado y se acercó a mí con paso lento, torcí mi cuello hacia arriba para poder observarlo. Por un momento sentí una molestia en el estómago. Llevó una mano a mi mejilla acariciándola y yo me aparté bruscamente, llevó velozmente su mano a mi nuca, acercó su rostro al mío y me besó. 

Quedé inerte.
Helada.


















OBSESIÓN DESTRUCTIVA [Jeff The Killer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora