Capítulo XXI

2.3K 214 23
                                    

Mis ojos recorrían el paisaje que se presentaba mediante avanzaba la vieja camioneta, mucho follaje alrededor y alguna que otra casa. Realmente aburrido, además de que Jeff no decía palabra alguna, tan solo repiqueteaba sus dedos en el volante imitando la melodía de alguna canción que no logré reconocer. En mi mente rondaba la mayoría del tiempo en las posibles maneras de escapar; podía empujar a Jeffrey contra la puerta y tirarlo de la camioneta para luego huir. Pero no, era muy arriesgado. 

Mi cabeza se giró para analizar el neutral perfil de aquel psicópata que conducía de manera simple. Su pelo se encontraba un tanto despeinado, sus ojos inspeccionaban la vacía carretera con gesto hastiado y sus característicos labios escalofriantes decoraban las pálidas mejillas.

Era una persona sumamente cerrada con todos, estoy segura que hasta con sus propios amigos, si es que los tiene y a esas criaturas como el hombre con máscara se le puede considerar uno. Después de todo lo había traicionado. Me pregunto que habrá hecho a Jeff de éste modo, tengo curiosidad por conocer como era antes de el cambio, sea lo que sea que haya sucedido le golpeó fuerte. No conozco asesino que llegase tan lejos como para matar a tantas personas sin ser encontrado, ni siquiera veo un poco de arrepentimiento cuando sus ojos me miran. Esos ojos... Puedes intentar buscar algo detrás de ellos, un pequeño destello de esperanza pero no, solo ves oscuridad, un vacío tan grande que podría hacer sentir incómodo a cualquiera. Por más que quisiera conocer su pasado no tendría teimpo, iba a escapar ¿no? Éste viaje fue planificado con ese fin. De todos modos dudaba inmensamente que Jeffrey se atreviera a contar algo tan privado como su vida. Era una pérdida de tiempo intentarlo. 

¿Cómo llegaste a ser lo que eres Jeffrey Woods?

En todo este tiempo no noté que el morocho había girado su mirada con confusión hacia mí. Sumida en mis pensamientos no fui capaz de retirar la mirada antes de que se percatase. Sin embargo mis ojos no se movieron y permanecieron en contacto directo con los suyos, una guerra de miradas que no pensaba perder. Mis pupilas se intercalaban en sus ojos buscando una mínima emoción, como había dicho antes eso era prácticamente imposible pero en éste momento comenzaba a cambiar de opinión pues aprecié un pequeño brillo inquietante. Una molestia se presentó en mi estómago. No separé los ojos en ningún momento, ni siquiera cuando unas luces nos cegaron y un impacto volvió todo negro dándome como última vista los intensos ojos de Jeff que reflejaron mi rostro. 

(...)

Un pitido, dos pitidos, tres pitidos, infinitos y lentos pitidos resonaban en mis oídos. Tan solo eso acompañado del profundo silencio. Mis ojos se encontraban sumidos en la oscuridad y me esforcé múltiples veces para abrirlos. Luego de unos minutos mis párpados se levantaron por voluntad propia al parecer, y pude ver donde me encontraba. Una habitación blanca en su totalidad, apenas unas dos ventanas que estaban cerradas y cubiertas por una estera, muebles blancos también y una pequeña mesa con ruedas a mi lado la cual tenía sobre sí unos guantes color celestes claros. Mi mirada bajo a mi cuerpo sobre la gran camilla, una sabana blanquecina cubría de mi abdomen hacia abajo y en mi brazo izquierdo tenía una jeringa que al parecer me administraba suero. Enseguida pude sentir mi rostro un tanto extraño, mis ojos hicieron el esfuerzo de ver mi boca y fui consciente de que una mascarilla de oxígeno la cubría al igual que mi nariz.

Traté de mover mi brazo derecho y en cuestión de segundos un enorme dolor invadió toda esa zona, mi brazo estaba vendado exageradamente, o eso creía. 
Volví a mover mi brazo haciendo caso omiso a el dolor y saqué unos parches pequeñitos que se estaban en mi pecho, en ese momento una máquina a mi lado comenzó a sonar y cuando menos lo esperé dos enfermeras entraron a la habitación de manera desesperada. 
Me tomaron por los hombros y me obligaron a acostarme mientras llamaban al doctor, yo luchaba por soltarme pero el dolor inexplicable jugaba en mi contra. 

¿Qué ocurrió?

Un hombre de alta estatura entró al cuarto y su mirada se clavó en mí, se acercó rápidamente y me quitó la máscara que portaba oxígeno.

—¿Cómo te sientes, Emma?

¿Quién le dijo mi nombre?

—Fue un golpe fuerte pero por suerte estás viva para contarlo—dijo el hombre.
¿Qué golpe?

—¿Q-qué ocurrió?—indagué con ansiedad.

—Tuviste un accidente automovilístico, Emma—respondió alzando las cejas, no era algo de poca importancia—, la policía está fuera de la habitación, quieren hacerte algunas preguntas.

Se levantó sin darme tiempo a negarme, seguramente el hombre no quería verse implicado en algún problema. Se retiró y en minutos dos oficiales se adentraron en el cuarto. 

—Buenos días, señorita. Soy el oficial Robertson y él es mi compañero el oficial Kurth—presentó el hombre con seriedad—. Debemos hacerle algunas preguntas y puede tomarse su tiempo en responder. 

Asentí. Ellos podrían ayudarme a aclarar que había sucedido y porqué me encontraba aquí.

—Queremos informarle que el accidente la involucró a usted y al conductor del otro coche que lamentablemente falleció hace unas horas. Señorita, lo principal y que nos genera más duda es que al llegar al sitio donde se dio el accidente tan solo la encontramos a usted en el coche, además de que estaba en el asiento del acompañante, ¿quién manejaba? 

Mi estómago dio un vuelco y mi corazón se paralizó.

Jeffrey.

—¿S-sola?—pregunté sin creérmelo y el hombre asintió.

¿Acaso él no estaba en el hospital como yo? ¿No había sido encontrado? ¿Estaba muerto? ¿Escapó? Imposible, seguro tuvo alguna herida grave. Pero, si Jeff no está aquí eso quiere decir que me libré de él. 

Mis ojos se abrieron con sorpresa e inevitablemente exclamé una maldición con gran felicidad, los presentes me miraron con extrema confusión y yo solo podía reír a carcajadas. Por fin había logrado escapar de ese infierno y de Jeffrey. 

—¡Me encontraron sola!—grité con felicidad, pero caí en la cuenta de que seguro logró escapar pero, ¿volvería por mí? ¡Qué importa! Por fin era libre. Las lágrimas comenzaron a caer—. ¿Cuándo podré irme?—pregunté con una sonrisa. 

—Cuando se recupere de sus fracturas—dijo el doctor en la esquina del cuarto. Alcé mi ceja y el hombre lo notó—, su brazo derecho esta quebrado y tiene unas costillas rotas... Pasará al menos unas semanas aquí dentro.

—Y si responde todas nuestras preguntas se librará de nuestra presencia en menos tiempo del que cree—agregó el oficial Kurth.

OBSESIÓN DESTRUCTIVA [Jeff The Killer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora