Capítulo XXII

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Las últimas revisiones por parte del doctor y se despidió para dejar entrar a la supuesta visita. Segundos después la puerta se abrió dejándome aturdida hasta que reconocí a Susan. Sus facciones se encontraban tensas y cuando me vio corrió hacia mí, en su lugar yo haría lo mismo. Me abrazó con una fuerza descomunal y sentí como soltaba fuertes sollozos.

—E-Estaba muy preocupada por ti, Emma. N-no vuelvas a dejarme, por favor—suplicó entre llantos e inevitablemente mis ojos de humedecieron, era tan afortunada de tener a Susan a mi lado—. Oh Dios, mira como te dejó ese enfermo...—pronunció luego de separarse y analizarme, al parecer seguía pálida y flaca, grandes ojeras decoraban mi rostro, lo noté cuando en la mañana me levanté para ir al baño.

—Perdón, Susan—dije para volver a abrazarla. Aunque no sabía porqué le pedía perdón sentía la necesidad de hacerlo múltiples veces. A los minutos se separó con los ojos brillantes.

—No pidas perdón, estoy tan feliz de que estés de vuelta... Cuando la policía rastreó tu llamada y llegó al lugar ya no estabas allí, sólo estaba tu celular hecho pedazos y una foto tuya. Después otros oficiales avisaron que habían reconocido el auto y al asesino, los persiguieron pero terminaron perdiéndolos. Matt, Josh y yo colocamos por todo el pueblo avisos con tu rostro por si te veían—relató con la voz temblorosa y mis ojos se cristalizaron. Por fin era libre de ése infierno.

—Hiciste todo lo que pudiste, no hay forma de agradecértelo—sollocé.

—Ya encontraré una—sonrió entre lágrimas—. Hay dos personas que viajaron desde muy lejos por ti, están más preocupados que yo...—confesó y se retiró diciendo que volvería luego de la visita. 

Volví a quedar sola y la ansiedad se hizo presente de golpe, ¿quién más había venido? ¿Josh? Mis ojos vagaron por el cuarto tratando de distraerme cuando sentí el pequeño rechinar de la puerta, giré mis ojos y en cuestión de segundos comencé a llorar más fuerte, como una niña pequeña. Mis padres. Se acercaron a pasos acelerados y me abrazaron, no podía creer que después de tanto tiempo estuvieran aquí, a pesar de que estaba molesta con ellos lo dejé todo de lado y los abracé con todas mis fuerzas con mi único brazo sano.

—Mi pequeña...—sollozó la veterana, lamentaba haberla dejado en la casa sola, había subestimado la calma de ese pueblo, ahora sabía que no era seguro para su hija—. Creímos que te habíamos perdido, cuando nos llamaron del hospital no dudamos en venir a la ciudad en ese instante. 

—Hija mía, lamentamos muchísimo haberte dejado aquí y créenos, nadie nos sacará la horrible sensación de culpa. Queremos saber que te hizo ese psicópata, cariño—pidió mi padre y mis ojos quedaron observando el vacío, sentía una gran molestia en mi pecho al hablar sobre Jeff, no quería recordarlo, me sentía débil. 

—Papá... No creo que sea buena idea, yo...

—Lo sé, perdón. No quise hacerte recordar nada, pero estoy tan furioso... Prometo no dejar que te vuelva a pasar algo, no podría perdonarme de ser así—añadió. 

Volvieron a abrazarme los dos y yo solo correspondí, necesitaba cariño y apoyo por parte de mi familia, nada más pedía. Después de tanto tiempo recibiendo golpes, torturas y un mal psicológico pedía afecto, aquello que seguro Jeff nunca podrá dar, lo sé porque lo conozco, o al menos creo conocerlo.

¿Por qué sigo pensando en él? Debo sacarlo de mi cabeza. Sácalo, Emma. Olvídate de él.

 Jeffrey representa el malestar puro, todos los miedos en una sola persona, las miserias, los parásitos, el odio y angustia. Jeff representa la destrucción, liquida todo a su paso sin culpa alguna. Quizás por todas éstas razones deba excluir cualquier pensamiento relacionado con él. Ya es hora de rehacer mi vida como cualquier persona. 

Las horas pasaron y al finalizar la hora de visitas mis padres se despidieron, me recordaron que pasarían mañana a la misma hora y se despidieron diciendo que me amaban. Al parecer Susan no volvería así que bajé el respaldo eléctrico de mi camilla. Una enfermera entró al cuarto, me hizo unas pequeñas revisiones y luego apagó la luz del cuarto pero no cerró del todo la puerta permitiendo que la luz del pasillo se filtrara. 

Mis ojos recorrieron el blanco techo y mis pensamientos comenzaron a flotar en todo el espacio, flashbacks se hicieron visibles y yo cerraba mis ojos tratando de aislarlos. La anterior noche pude dormir con facilidad pues me encontraba realmente cansada, ahora parecía que mi cerebro decidió hacer un repaso total de lo sucedido meses atrás. Todo me jugaba en contra.

Bajé los ojos hacia la pared que se encontraba en frente y el corazón se me subió a la boca. Parado metros adelante de mí estaba Jeff, aunque la sonrisa seguía en su rostro parecía tener una mueca neutral con toques de desilusión. Sentía que se veía exactamente igual a la última vez que lo vi en el auto, su rostro, su ropa y la manera en la que me miraba. Mi respiración comenzó a agitarse y el cuerpo de Jeffrey emprendió una carrera hacia donde yo me encontraba pero se esfumó antes de llegar. Pestañeé con angustia y allí no había nadie. ¿Estaba alucinando? Me senté de golpe y con mis ojos analicé todo el lugar, comenzaba a experimentar una desesperante paranoia, cualquier ruido que escuchara me hacía sentir insegura. 

—Esto no está pasando, es imposible. No estás aquí, no sabes donde estoy y jamás podrás encontrarme.

¿En serio no podía encontrarme? ¿Cuántos hospitales hay en ésta pequeña ciudad? Sí, cabía la gran posibilidad de que me encontrara pero era imposible que lograra entrar, simplemente estoy pasando un mal momento y mi mente está inventando cosas. Pero de todas formas no vendría a buscarme, ¿o sí? Puede que llegue a creer que yo lo delataría y por eso pretende venir en mi busca para volver a secuestrarme o peor aún, deshacerse de mí. ¿Malgastaría su tiempo en venir por mí? No creo, puede conseguir a alguien más a quien torturar, no pudo haberse ensimismado conmigo en lo absoluto. Yo era un completo fastidio para él, aunque pensándolo bien quizás sea esa una de las razones por las cuales decida venir a por mí. 

Acurruqué mis piernas y las pegué a mi pecho, era como una niña pequeña que creía estar a salvo siempre que no bajara de su cama o dejara alguna extremidad fuera de los límites de ésta. Había tanto silencio que podía escuchar los latidos de mi corazón, mis ojos repasaban lentamente cada objeto dentro de la habitación, identifiqué cada elemento con el cual pudiera defenderme en caso de algún ataque y estuve atenta a cualquier ruido. 

Mi vista se volvió a la puerta para observar el pequeño espacio entre la recién nombrada y el marco, entrecerré mis ojos y estoy segura de haber distinguido una sombra inmóvil en el suelo del pasillo, razón por la cual no pegué el ojo en toda la noche. 

OBSESIÓN DESTRUCTIVA [Jeff The Killer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora